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La autoridad y la prensa

por Federico Berrueto
04-10-2020

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Federico Berrueto

 

Para toda autoridad la prensa es problema y tentación. Uno de los rasgos de la modernidad es el escrutinio —bien o mal intencionado— que hacen los medios del poder. Napoleón Bonaparte fue un gran militar y quizás un mejor comunicador. Como pocos, supo utilizar a la prensa y los símbolos del poder. López Obrador es un comunicador excepcional, aunque a veces conspire contra sí mismo y su proyecto político.

 

La política se ha transformado, también los medios de comunicación, pero esta situación de tensión y conflicto persiste. Los populismos privilegian la comunicación y asumen una postura muy hostil a quienes les critican. La descalificación es lo que va de por medio. La expresión fake news (noticias falsas) la ha vulgarizado Donald Trump para poner en entredicho a medios que no le son afines.

 

El presidente López Obrador ha asumido una postura semejante. El debate entre autoridades y periodistas es positivo, no así que éste derive en el insulto, la calumnia y el descrédito al otro. La réplica del Presidente a los medios no va a la sustancia, sino a quien escribe. Además de estigmatizar y agredir le da por presentarse como víctima, a grado tal que sin rubor afirma la patraña de ser el presidente más atacado desde Madero. El populismo lleva a los presidentes a comportarse como peleadores callejeros. En eso Donald Trump no está solo.

 

Los gobiernos anteriores gastaron significativamente en medios y publicidad. Hubo abuso de unos y otros. Al Presidente López Obrador le va mejor a pesar de una disminución importante del gasto en tal rubro.

 

El protagonismo mediático del Presidente corresponde a su estilo político. Así ha sido, es y será. Ahora, como autoridad, no entiende los límites que le impone la ley, ya no digamos los buenos modos de la civilidad política. No advierte su condición de poder; su conducta no solo intimida y atemoriza, también polariza y genera efectos de persecución, como ha sido el empleo de la UIF en el bloqueo de cuentas, el “balconeo” a periodistas y medios con acusaciones de corrupción, y el que los criminales se involucren en la defensa de sus intereses ante la prensa.

 

El Presidente no es un hombre liberal. Nadie rehén de sus obsesiones lo es, y menos cuando se potencian desde el poder. Los medios habrán de librar una larga y difícil batalla hasta el término de lo que, para algunos, no pocos, ha sido una pesadilla. A los medios les ha faltado cohesión y sentido de cuerpo. Critican a la oposición por su incapacidad para contener el abuso y no advierten que proceden igual. También han faltado acciones legales para obligar al Presidente a mantenerse dentro de la ley. Debe quedar claro que el Presidente no tiene libertad de expresión, sí derecho de réplica, pero siempre a partir de su condición de autoridad.

 

López Obrador fue electo presidente por 5 años y 10 meses. El mandato y su legitimidad persisten a pesar de la malquerencia de pocos o muchos, incluso del intento —legal o ilegal— de una consulta de revocación de mandato.