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Sumisión

por Federico Berrueto
12-10-2020

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Federico Berrueto

 

 

La única forma válida de sumisión es a la ley. Es necesidad no conveniencia, de otra forma la discrecionalidad en su cumplimiento haría nugatoria su fuerza. Por eso el juramento de toda autoridad es cumplir y hacer cumplir la ley. Se equivoca el presidente López Obrador al decir que hay que anteponer la justicia. El dicho conspira contra las premisas básicas del Estado de derecho y de la vida civilizada.

 

No puede haber sumisión a la moral o a la justicia no formal porque no hay un código común. Lo justo podría serlo para algunos, quizá la mayoría, pero no para todos. Lo mismo vale para la moral. Por eso las leyes son resultado de un sentido de soberanía popular que la representa, no el gobierno sino la representación, esto es, el Congreso. Por eso también existen tribunales, para dirimir diferencias y hacer valer la ley. La moral es materia personal; la justicia social, política. La legalidad a todos obliga.

 

Con motivo de la renuncia del Dr. Jaime Cárdenas al Instituto Para Devolver al Pueblo lo Robado, el Presidente realizó dos expresiones que son monumento al autoritarismo: la primacía de la justicia sobre la ley y la obediencia ciega al proyecto político en curso. Las dos tesis son una forma práctica de mandar al diablo las instituciones y convalidar el despotismo en curso.

 

El problema no solo es lo que el Presidente dice, sino lo que su gobierno hace. Él dice ser el más respetuoso de la libertad de expresión porque en su sentir él no reparte grandes cantidades de dinero público a periodistas y medios. Su indignación o su personificación de justiciero le motiva a hacer señalamientos públicos de condena a medios, empresas y periodistas, con frecuencia infundados o carentes de veracidad. Esto, además de ilegal en sí mismo, provoca bloqueo de cuentas, persecución fiscal y escarnio público. No hay juicio, no hay denuncia, no hay presunción de inocencia. La agresión contra la libertad de expresión no tiene paralelo, con todo y que se invoque como fundamento la lucha contra la corrupción.

 

La lealtad ciega al proyecto político es oprobiosa para quien la invoca, a quien se dirige y especialmente a quien la observa. Esto lleva a un Congreso subordinado a la consigna presidencial más allá de lo razonable, como ha ocurrido en varias ocasiones y recientemente en la desaparición de los fideicomisos. El Presidente con el tiempo y con las dificultades se erige el Savonarola de nuestros tiempos. Su encendida prédica y condena a los infieles no guarda precedente en la historia política. Todavía más preocupante es que esté dando lugar a una oposición a su imagen y semejanza.

 

Efectivamente, la oposición en curso reproduce lo peor de lo que se opone, esto es, su desprecio a la ley. Lo central de su exigencia, la renuncia del Presidente, no tiene cabida en la ley por más justo que les parezca. Lo peor es que esto contribuye a la descalificación de lo mejor de la oposición y de la crítica al abuso del poder. Justo lo que ya empezó a hacer el Presidente.

 

@berrueto

fberrueto@gmail.com