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Pandemia e impunidad

por RedaccionRS
06-08-2020

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Federico Berrueto

 

El país y el mundo viven un periodo inédito que cimbra los fundamentos de la convivencia y de la relación de las personas con sus autoridades. Los gobiernos que han ganado terreno a la pandemia lo han hecho con el sacrificio de lo hasta ayer impensable: las libertades. Cualquier relajación de la disciplina es penalizada con el contagio. La economía debe adaptarse a la nueva circunstancia: pocos ganadores, muchos perdedores. La situación es tan dramática que el miedo se vuelve aliado y la confianza, trampa mortal.

 

Los tres países con autoridades más complacientes con la pandemia han sido severamente castigados: EU, Brasil y México. En los dos primeros los responsables de la estrategia sanitaria tienen que lidiar con quien gobierna. No en México, el Dr. López Gatell ha sido un subordinado en todo, hasta en lo más elemental como la resistencia de recomendar el uso de cubrebocas, así es porque el Presidente así lo ha decidido, la mala política sobre la buena ciencia. Las cifras de contagio y de decesos han sido groseramente subestimadas por la decisión de no utilizar pruebas, lo que a su vez ha impedido un mejor manejo del contagio en todas sus etapas. Las opinables cifras oficiales son evidencia de negligencia y error.

 

En este contexto inicia el juicio contra la corrupción derivado de la detención y las delaciones del ex director de PEMEX. El deseo vehemente de todos es abatir la impunidad. No es suficiente denunciarla, hay que castigarla. La FGR tiene un desafío mayor. El Presidente López Obrador tiene otra idea de la justicia: el tribunal mediático es el escenario, es lo suyo, se regocija porque siente que Lozoya le da la razón. Sin embargo, la libertad del extraditado compromete el proceso, particularmente si el privilegio no se traduce en cárcel a sus superiores. Pero no hay que precipitar conclusiones, hay que esperar.

 

Son muchos los planos de la crisis que el país padece. Llevará años y quizás una generación superarla. México no está en su mejor momento. El tema no es la popularidad, el acuerdo o la aceptación presidencial, sino el estado de la nación. Lo que importa es si el país tiene la capacidad y la fortaleza para salir del bache en salud, seguridad, economía o en la creciente iniquidad social. El Presidente tiene ascendiente social para asumir el liderazgo del conjunto y ser factor del cambio que se necesita, pero su reino no es de este mundo.

 

Los hechos revelan que el desafío por delante es la impunidad. No se puede transitar a un mejor estadio si no se resuelve esta afrenta que daña la convivencia civilizada, la prosperidad y el bienestar. La única manera de ganar esta batalla es con la ley y los procedimientos que ésta define. El problema es el pasado inmediato y también el presente. Si hubiera apego a la ley, no ocurriría el dramático desastre al que nos ha llevado el pésimo manejo de la crisis sanitaria. Si hay apego estricto a la ley, el caso Lozoya será un paso relevante contra la impunidad.

 

fberrueto@gmail.com

@berrueto