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21 días para cambiar hábitos

por Redacción
27-01-2022

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“Soy el dueño de mi destino, el capitán de mi alma”, así de contundente lo afirmaba Nelson Mandela cuando vivía en situaciones críticas. Y me fascina tomar este aforismo como punto de partida para iniciar mi nuevo rumbo, en cuyo seno prefiero “tener paz a tener la razón”. Y como hoy he tomado la decisión del cambio, ya lo he planificado, y como aprendí de mi querido Valentín Fuster: “todo lo que no empieces en el momento no lo harás nunca y por supuesto, no digas empezaré mañana porque ese día nunca llegará”. No obstante, permíteme un punto de reflexión porque te tengo que confesar que cuando vi que Samsung estaba divulgando mi Decálogo, tuve un gran subidón. Y esto ha sido un acicate para seguir con mi vocación de escritor y poder compartir con vosotros mis sentimientos y conocimientos. “Escribo por la misma razón que respiro…porque si no lo hiciera moriría”, como decía Isaac Asimov.

Cambio de rutina - Manuel de la Peña

El itinerario que inicio es apasionante y, aunque en algunos momentos me vengo abajo, vivo impregnado de un pensamiento positivo, que es mi actitud habitual. Parafraseando a Christiaan Barnard, “la actitud positiva es la que nos conduce al éxito”. Ya tenemos la primera clave del arte de vivir. Por eso, la mejor manera de trabajar las emociones es aprendiendo a racionalizarlas, para ser conscientes de ellas y saber gestionarlas. Te recuerdo que cada día tenemos al menos 40.000 pensamientos, de los cuales 35.000 se repiten; ¿Cuáles prevalecen en ti, los positivos o los negativos? Hoy te brindo una excelente oportunidad para reemplazarlos porque recuerda: “Somos los que pensamos”. Así de interesante es, pero ten claro que tenemos que entrenar nuestra mente, hablarnos en alto, trasmitirle a nuestro cerebro cosas positivas, o lo que es lo mismo “resetearlo” para lograr mecanizar la positividad de tus pensamientos, que es el verdadero arte de la vida. Entrénate día a día en ello y lograrás “activar” el pensamiento positivo. Como diría Bob Marley: “Nadie más que uno puede liberar su mente de la esclavitud”. El otro camino es seguir atrapado en el pasado, torturándote con lo que has hecho mal o lo que se ha dejado de hacer, invadiendo tu cerebro con sentimientos de culpa y con una “mente negativa”. Si mantienes esta opción, la respeto, pero no la comparto. Te sugiero que cambies el chip ipso facto, propóntelo y lo conseguirás. Porque como expresaba Einstein, “no pretendas que las cosas cambien si siempre haces lo mismo”.

21 DÍAS PARA CAMBIAR HÁBITOS

Seamos realistas, somos humanos y todos necesitamos cambiar algo para mejorar. Que levante la mano el que no tenga ningún hábito insano. En una palabra, como decía Platón: “Conócete a ti mismo”. Es decir, lo esencial es conocer el método, el cómo hacerlo y después que cada uno haga su propia reflexión del hábito que de verdad quiera modificar en su mente. Recuerda que Napoleón decía: “la batalla más difícil la tengo cada día conmigo mismo”.

Los hábitos, buenos o malos, se moldean. Actuamos y sentimos de acuerdo con la imagen que tenemos de nosotros mismos y las conductas que hemos creado guardan una estrecha relación entre sí. En primer lugar: “no te dejes pisotear por nadie”, como muy afirma el Nobel Mario Vargas Llosa, gran escritor y una bellísima persona. Por ejemplo, vivir en un entorno donde se palpe conflictividad, sea del tipo que sea, genera una mente que va a responder de forma más impulsiva, ya que para adaptarse a las amenazas que provienen de los conflictos, hay que responder con rapidez. Por otro lado, un ambiente estresante genera una mente con más dificultades para tomar decisiones, ya que el estrés influye negativamente en la corteza cerebral, zona que gestiona esta característica. Del mismo modo, un ambiente de relativa estabilidad contribuye a crear una mente más reflexiva y creativa. Al cambiar la percepción, seguramente cambiarán nuestros hábitos y al hilo de lo que decía Séneca: “admira a quien lo intenta, aunque fracase”.

Aprender nuevas habilidades tiene un impacto positivo en la estructura bioquímica y física del cerebro, la modifica y establece nuevas relaciones y circuitos neuronales, que a su vez mejoran su funcionamiento. Esto es debido a la plasticidad cerebral. En definitiva, para que esta plasticidad neuronal se mantenga de la mejor manera posible hay que utilizar el cerebro: leer, resolver enigmas, recitar poesía, pensar, jugar a juegos que requieran esfuerzo mental, aprender idiomas, etcétera, ya que como diría Confucio: “aprender sin reflexionar, es malgastar la energía”. El cerebro es un órgano moldeable y cada destreza aprendida, lengua estudiada o experiencia vivida, reconfigura nuestro mapa cerebral. Debajo de nuestra corteza gris cerebral se encuentra un trocito de tejido nervioso llamado ganglio basal, que es el responsable de guardar una acción o, mejor dicho, un hábito de forma permanente. Y como cada día nacen 1.400 neuronas, tenemos que entrenarnos para saber dotarlas de información sana. Por tanto, es ahí donde debemos centrar nuestros esfuerzos, si queremos aprovechar al máximo las características del cerebro. De hecho, los Beatles decían que: “todo está en la mente”.

Pero, ¿Cuál es el proceso de formación de un hábito en la vida diaria? En primer lugar, recuerda lo que decía Aristóteles: “no se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho”. Por tanto, el rango del tiempo se explica por el nivel de dificultad de cada conducta, pero, si verdaderamente estás interesado, tienes que estar motivado para crear una nueva rutina saludable. Si no te comportas de manera consistente es más difícil conseguir que se convierta en un nuevo hábito. “Se requiere un mínimo de 21 días seguidos para que una imagen mental establecida desaparezca y se mecanice una nueva”. Habrá algunas metas que no requieran demasiado esfuerzo, pero, por el contrario, habrá otras que sean todo un reto personal. Puedes aplicar las 3 reglas de oro: empieza con una meta, evalúate cada 21 días y descubre por ti mismo la mejor técnica de apoyo. Usamos esos 21 días como parámetro para reevaluarnos y ver si estamos listos para entrenar un nuevo hábito o simplemente necesitamos más tiempo. Pero debes tener muy claro que las repeticiones constantes son la que nos dan ventaja para crear un hábito. Recuerda que el cerebro aprende por asimilación y repetición. A medida que los días pasan, el hábito se hace cada vez más automático, por lo que la actividad en la corteza cerebral (incluso la relacionada con la memoria) va disminuyendo, mientras que la actividad en los ganglios basales aumenta. Debes  tener presente lo que dicen los Rolling Stones: “no siempre se consigue lo que se quiere, pero se obtiene lo que se necesita”. De hecho, mi verdadero paradigma era mi padre, un intelectual hasta la médula que, a sus 97 años, cuando iba a realizar algo, se decía a sí mismo en voz alta, “Arriba león”, y se transformaba en imbatible. Por todo ello,  vivo tomando como base lo que decía Gandhi: “un esfuerzo total es una victoria completa”.

Pero, ¿por qué nos resulta tan difícil adquirir un nuevo hábito? Insisto, es esencial que lo que quieras convertir en un hábito, se conecte con algo que realmente te motive. Sólo se pueden crear hábitos saludables cuando están identificados con aquellos objetivos y valores con los que te sientas alineado. No sirve de nada querer hacer ejercicio diariamente si este hábito no está vinculado con algo importante para ti, por mucho que te lo recomendemos los médicos. Si algo no te gusta, ni te apasiona, como por ejemplo caminar todos los días, debes iniciarlo poco a poco, pero muchos días seguidos y lo acabarás adoptando como algo habitual y observarás como mejora tu estado de bienestar,  gracias a la liberación de endorfinas. Lo verdaderamente pragmático es hacerlo como decía San Francisco de Asís: “empieza haciendo lo necesario, después lo posible y de repente, te encontrarás haciendo lo imposible”.

Somos muchos los que pensamos que cada día nace una oportunidad para plantearnos propósitos como: “mejorar nuestra autoestima”, “dejar de fumar”, “comer sano”, “dejar de comernos las uñas”, “quitarnos la pereza” o eliminar nuestro “sentimiento de culpa”, por poner tan sólo algunos ejemplos. Por eso, vivo fascinado con lo que decía Gabriel García Márquez: “la vida es una sucesión de oportunidades para sobrevivir”. Lo tengo tan claro que creo que detrás de un problema se esconde una oportunidad.

Hay que ponerse manos a la obra cuanto antes. No se trata de llevar a cabo a la perfección una nueva actividad, sino de comenzar. Luego ya irás mejorando, pero lo importante es no dejar que pase más tiempo sin hacer nada. Si ya has tomado la decisión, empieza ahora mismo y recuerda que, para emprender el viaje del cambio, tan solo necesitas dos ingredientes: disciplina y compromiso; y, por supuesto, “mirar hacia tu interior” y explotar todo tu potencial, que lo tienes, y sacar tus recursos a flote. Empieza con una sugestión positiva y “deja que tu mente trabaje para ti”, porque como diría Víctor Hugo: “quien no es dueño de su pensamiento no es dueño de sus actos”.

Asimismo, cuando anhelamos algo, nuestro cerebro experimenta el mismo tipo de respuesta de placer que cuando lo obtenemos realmente y experimentamos una recompensa. Entonces nuestro cerebro usa este placer anticipatorio como recordatorio para realizar ese hábito y generar una recompensa verdadera. Cuando algo es un hábito, nuestra mente asocia fuertemente determinados recordatorios con ciertas recompensas. Todos tenemos señales que asociamos con ciertas recompensas, que crean antojos casi insaciables dentro de nosotros; aquí tienes el ejemplo de la comida. Una vez que nuestro cerebro asocia un recordatorio con una recompensa, un hábito imborrable se guarda dentro de nuestros ganglios basales, codificando un hábito y disminuyendo la actividad mental. Sin lugar a duda, podemos vencer las resistencias de sustituir las grasas insanas por frutas y verduras, pero debemos empeñarnos día a día en ello hasta que un buen día observamos gratamente nuestro triunfo y visualizamos como hemos logrado transformar un problema en una solución. Un esfuerzo pequeño refuerza nuestra voluntad y por ello ten claro que “con esfuerzo no hay límites”. Es importante encontrar sentido a lo que haces y dar respuesta a preguntas como ¿para qué lo hago? y no ¿por qué lo hago? Aquí me viene a la memoria Benjamín Franklin que decía: “dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”.

Resulta obvio que es más rápido adquirir un hábito insano que uno saludable, ya que los malos hábitos producen placer a corto plazo y, en muchos casos, preferimos la inmediatez al beneficio que, a medio o largo plazo, puede reportar uno saludable. Crear un hábito es como utilizar un músculo que hace tiempo no usas. El primer día será muy extraño e incluso tendrás agujetas. Pero, a medida que lo ejercites, el músculo irá fortaleciéndose.

Por este motivo, otra gran clave es saber “cultivar la paciencia” y tener la certeza de que estás conectado con algo bueno para ti, que estás sintonizado con tus objetivos y valores. Gracias a los valores tomamos decisiones, son la raíz por la que nos movemos y actuamos. Si el nuevo hábito está ligado a un valor importante para ti, no te va a costar esfuerzo ponerlo en práctica. Parafraseando al Dalai Lama: “abre tus brazos al cambio, pero no dejes ir tus valores”.

En definitiva, todos podemos modificar nuestra conciencia a través de la determinación, la disciplina, las buenas intenciones o la atención, ya que son los ingredientes que tiene el poder de crear el cambio. De hecho, uno de mis sacerdotes favoritos, el padre Pablo d’Ors, dice que: “La atención es la virtud por excelencia. Por eso el silencio es el gran desafío”. En este sentido,  la meditación, la oración y la hipnosis son, entre otros,  medios que facilitan este proceso.  La meditación genera un espacio de tranquilidad donde se forman nuevas conexiones neuronales. Asimismo, el poder terapéutico de la oración, cuando lo descubres, te cambia la vida. Por otro lado, también el ejercicio físico estimula la plasticidad neuronal y disminuye el estrés. Por último, podemos entrenar nuestro inconsciente con hipnosis, para “dejar que tu mente trabaja para ti”. Con el apoyo de estas prácticas se consigue ganar conciencia y control sobre lo que hace el sistema nervioso cuando no se presta atención. Sin embargo, como diría Cicerón: “no basta con alcanzar la sabiduría, es necesario saber utilizarla”.

Como muy bien sabes, mi mantra favorito es “imaginación al poder, que todo se puede conseguir”. Y como ya siento que estás preparado para tu metamorfosis, reflexiona sobre tus conductas y los cambios que quieres experimentar en tu viaje de 21 días. Debes derribar tu propio “Muro de Berlín” y encontrar “tu propio centro”, paso a paso y día a día. Y mi pregunta es: ¿estás preparado para crear la vida que siempre has soñado?

Todo lo que puedes imaginar o desear está disponible para ti, aquí y ahora. Saca toda tu fuerza interior porque en este viaje transformador de tres semanas, te he revelado los secretos para atraer el éxito que deseas. Mi primer viaje a “mi interior” me cambió la vida. Lo aprendí el día que me convertí en médico de una de las tres musas de Dalí. Me refiero a Nanita Kalashnikov, que con su talento divino me impregnó de toda su sabiduría. En todos los lugares de la ruta Daliniana, el artista anunciaba su presencia que, por su porte y nariz, él la llamaba, “El Rey Luis XIV”.