Carlos Ramírez
Las expectativas inesperadas de las elecciones de junio
próximo por la disminución de las tendencias del voto de Morena por la
ausencia del presidente López Obrador en la boleta han acelerado las decisiones
de desensamblaje de la estructura social, política, económica y de Estado del
neoliberalismo salinista.
La crisis provocada por la negativa al registro de las
candidaturas a gobernador de los candidatos de Morena en Guerrero y Michoacán
ha sido el detonador para catapultar esas decisiones con dos mecanismos:
escalar el conflicto mediático contra el INE y darle el sentido
de la mayoría absoluta y la mayoría calificada a Morena en la próxima Cámara de
Diputados.
En la realidad, ni Félix Salgado Macedonio ni Raúl Morón
representan nada en el proyecto ideológico de la 4ª-T y la biografía escabrosa
del primero estaría dañando a Morena por el tema de las agresiones sexuales.
Pero esas dos candidaturas rechazadas por el INE han servido para calentar
las elecciones, posicionar a Morena y despertar de su letargo a sus bases.
El proyecto de reformas lopezobradoristas a las reformas neoliberales
del PRIAN tiene claro el objetivo de desmantelar el neoliberalismo y
fijar las bases funcionales del regreso del Estado. De 1983 a 2018 los
gobiernos presidenciales del PRI y del PAN consolidaron un proceso de disminución
del Estado y de construcción de una nueva economía privada.
El modelo salinista tuvo decisiones muy claras:
1.- Liquidó el Estado social con la reforma constitucional
para crear el Estado autónomo de la lucha entre clases y sectores. Los
gobiernos neoliberales se alejaron de la doctrina económica
posrevolucionaria de economía mixta: Estado y empresarios en una
alianza, bajo la dirección de autoridad del Estado.
2.- Privatizó más de mil empresas propiedad del Estado,
muchas ellas, es cierto, sin influencia social en la producción.
Adquiridas para salvar el empleo y crear formas de aportación de recursos económicas
al Estado, las paraestatales se convirtieron en un lastre deficitario de
las finanzas publicas. El caso más claro fue el de los bancos: el Estado
le quitó la columna vertebral del poder financiero al sector privado, pero los
bancos no dinamizaron la política crediticia y crearon una burocracia dorada de
directores que se comieron los recursos.
3.- El modelo de Salinas fue el del Estado con control autoritario
de las clases productivas: desarticuló y anuló hasta la extinción al poder
sindical y sometió a los empresarios a un dominio fiscal
4.- Desideologizó el partido del Estado pasando al PRI del
partido de la Revolución Mexicana al partido del “liberalismo social” o neocapitalismo
de mercado.
5.- Los gobiernos panistas y de Peña Nieto avanzaron en la
sustitución del Estado de clases por el Estado de ciudadanos en clave de
participación en estructuras del Estado. La intermediación de partidos, grupos
de poder, sindicatos y cámaras dio paso a la presencia ciudadana de
expertos en organismos autónomos del Estado. No fue la ciudadanización
indirecta del Estado, sino la incorporación a la burocracia del poder de
ciudadanos sin partido y sin filiación social para legitimar las
decisiones del Estado y aparentar una apertura social del Estado. Al
final, todos los organismos autónomos del Estado estaban controlados por
el Estado a través de las designaciones vía el legislativo y la especialización
de sus tareas impedía una representación social.
6.- La clave del modelo neoliberal salinista estuvo en el
modelo de Estado autónomo de Theda Skocpol --el Estado sin
compromisos sociales--, aunque con la coartada de que el Estado se había abierto
a la participación ciudadana vía consejos asesores ciudadanos y organismos
autónomos.
El funcionamiento de este Estado fue paradójico: menor
burocracia partidista en el Estado y en el poder, pero mayor control
autoritario del Estado. El Estado posrevolucionario-cardenista-priísta perdió
su ideología populista y su representación de clase no propietaria que acordaba
con los propietarios para construir programas de bienestar social. El neoliberalismo
salinista produjo una marginación de 80% de mexicanos que han vivido --según
Coneval-- con una a cinco restricciones sociales y sólo 20% sin
problemas de bienestar.
Esa mayoría segregada votó por López Obrador y Morena y
mandó a la coalición neoliberal PRI-PAN-PRD a un tercio de las
votaciones. Y este nuevo equilibrio de partidos basado en la dinámica
riqueza-pobreza va a plebiscitarse en las elecciones del 6 de junio
próximo,
-0-
Política para dummies: La
política define sus equilibrios en la dialéctica pobreza-riqueza, con o sin
Marx.
El contenido de esta columna es responsabilidad
exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.
@carlosramirezh
Canal
YouTube: https://t.co/2cCgm1Sjgh