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52 personas de distintas partes del mundo fueron engañadas para trabajar en una empresa ficticia

por Redacción
23-02-2022

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La llamada de Zoom tenía casi 40 participantes, o por lo menos eso era lo que pensaban los que se habían conectado. La reunión de todos los empleados de la glamorosa agencia de diseño había sido convocada para darle la bienvenida a los nuevos reclutas de la compañía en crecimiento.

El nombre de la empresa era Madbird y su dinámico e inspirador jefe, Ali Ayad, quería que todos fueran rebuscadores ambiciosos como él.

Pero lo que no sabían aquellos quienes habían encendido sus cámaras era que algunos de los que también estaban en la reunión no eran personas reales.

Sí, aparecían como participantes. Algunos incluso tenían cuentas de correo electrónico activas y perfiles de LinkedIn. Pero sus nombres habían sido fabricados y sus retratos eran los de otras personas.

Todo era falso. Los empleados reales habían sido 'jobfished' (término en inglés para referirse a la práctica de ofrecer puestos de trabajo falsos a través de internet). 

Chris Doocey, un gerente de ventas de 27 años de la ciudad de Manchester, comenzó en Madbird en octubre de 2020, unos meses antes de la llamada de Zoom. Se le dijo que iba a trabajar desde la casa. La pandemia aún estaba en pleno furor, así que era algo normal.

La Covid había dado un vuelco a la vida de Chris. Le había costado su último trabajo y esta era la razón por la cual había aplicado a este trabajo en Madbird. El anuncio describía a la compañía como "una agencia de diseño digital centrada en humanos, nacida en Londres pero operando a nivel mundial". Sonaba bien.

Madbird contrató a más de 50 personas más. La mayoría trabajaba en ventas, algunos en diseño y algunos habían sido traídos para supervisar. Cada nuevo recluta recibía la instrucción de trabajar desde casa, enviándose mensajes a través de correo electrónico y hablando los unos a los otros a través de Zoom.

Otra parte del personal vivía por fuera del Reino Unido. Ansiosos por alcanzar el mercado global, el departamento de recursos humanos de Madbird publicó anuncios en línea para un equipo de ventas internacionales basado en Dubai. Contrataron al menos una decena de personas de Uganda, India, Sudáfrica, Filipinas y otros.

Para ellos, el trabajo representaba más que un cheque de salario, también era una visa al Reino Unido. Sus contratos decían que Madbird patrocinaría su traslado al Reino Unido superaban su periodo de prueba de seis meses, y alcanzaban sus objetivos de ventas.

Ali Ayad sabía lo que significaba hacer una vida nueva en el Reino Unido. En varias ocasiones habló con empleados de Madbird sobre su pasado, antes de asentarse en Londres.

Pero hubo muchas versiones de su historia. A una persona se le presentó como un mormón de Utah, en EE.UU. Para otros, él era del Líbano, donde una difícil niñez le había enseñado a rebuscarse la vida.

Hasta su nombre cambiaba. A veces agregaba una segunda "y" a su apellido, y lo escribía "Ayyad". En otras ocasiones, firmaba como "Alex Ayd".

Pero algunos capítulos de la historia que le contaba a la gente eran consistentes. Clave, ante todo, era la época que vivió como diseñador creativo en Nike. Le dijo a todo el mundo que había trabajado en la sede de la marca de moda en Oregon, en EE.UU. Fue allí donde conoció a Dave Stanfield, el cofundador de Madbird.

Las historias sobre la prominente carrera de Ali no parecían descabelladas. Operaba calmadamente en las videollamadas: era intenso, carismático e incluso, demostraba interés. Hablaba con confianza, a veces con optimismo desmesurado. Fue así como convenció a al menos tres personas para que renunciaran a sus trabajos y se fueran a trabajar con él.

Los empleados de Madbird no tenían ninguna razón para dudar las historias de Ali sobre Nike. Y si lo hacían, lo único que tenían que hacer era revisar su perfil de LinkedIn. Brillaba con largos comentarios de ex colegas.

Por meses, los negocios diarios de Madbird navegaron pacíficamente, se contrataron más diseñadores para cumplir con los expedientes atrasados que el equipo de ventas estaba negociando.

Pero incluso antes de que se revelara la verdad sobre Madbird, sus trabajadores ya tenían un problema. Por la manera inusual en la que se habían redactado sus contratos, aún no se les pagaba. Aceptaron trabajar únicamente con comisiones durante los primeros seis meses.

Solo hasta que superaran su periodo de prueba iban a recibir un salario: US$47.300 al año para la mayoría. Mientras tanto, solo ganarían un porcentaje por cada acuerdo que lograran negociar.

Eran todos adultos jóvenes buscando trabajo y atravesando una pandemia. Muchos sintieron que no tenían opción sino aceptar los términos de sus contratos.

Pero los acuerdos nunca se concretaron. Para febrero de 2021, no se había firmado un solo contrato con clientes. Ninguno de los empleados de Madbird había recibido un centavo.

Algunos reclutas dejaron la empresa después de algunas semanas, pero muchos se quedaron. Muchos habían estado ahí durante casi seis meses, obligados a sacar tarjetas de crédito y pedir dinero prestado de sus familias para mantenerse al día en las cuentas.

Ahora es obvio por qué nadie recibió dinero. Madbird no estaba recibiendo ingresos. Pero eso no era obvio para los empleados nuevos. De manera equivocada asumieron que sus contratos de salario eran únicos y que sus gerentes sí estaban recibiendo salarios.

Además, Madbird estaba al borde de firmar una gran cantidad de contratos. El dinero finalmente estaba llegando. O por lo menos así parecía hasta que todo se vino abajo una tarde.

Una es que todo el asunto es un intento por empezar un negocio real. Pudo haber empezado como una mentira, pero de pronto Madbird hubiera eventualmente conseguido contratos reales y generado ingresos.

La compañía, creen algunos empleados, estaba apenas a días de firmar con clientes cuando todo se vino abajo. Si las mentiras no se hubieran descubierto, de pronto nadie hubiera expuesto los turbios orígenes de Madbird.

Otra explicación es que tiene que ver con algo más allá que el dinero. A lo mejor Ali disfrutaba pretendiendo ser un jefe. Sinceramente parecía disfrutar su tiempo dirigiendo Madbird.

Las entrevistas de trabajo con él duraban generalmente más de una hora. Contaba historias de cómo había cambiado las vidas de personas descubriendo sus talentos y dándoles una oportunidad. Enviaba enlaces de música house a sus empleados para que escucharan mientras trabajaban.

Quería ser un jefe cooly así lo trataron durante los meses que Madbird estuvo funcionando.

La pandemia cambió la forma en la que muchos de nosotros trabajamos, comunicarse a través de una pantalla se convirtió en la regla.

Ali Ayad explotó eso. Era como si quisiera ser el próximo Elon Musk, su ídolo, y con Madbird pensó que había encontrado un atajo. Un universo donde Ayad sería juzgado solamente por su presencia virtual, en vez de su realidad por fuera de la web.

Y la parte más impactante de la apuesta de Ali Ayad es el hecho de que vivimos en una época en la que casi funciona.