Las
elecciones locales en Hidalgo y Coahuila, cuyo dato de fondo es el
abstencionismo que se impuso por amplio margen y es un indicador al que hay que
dar la dimensión adecuada en los resultados globales de ambas entidades, son
reveladoras de los límites del PRI y los de Morena.
En
Coahuila, el abstencionismo llegó al 61 por ciento en la elección de los 26
integrantes del Congreso, y en Hidalgo fue de 51 por ciento para definir los 84
ayuntamientos, porcentajes que representan una baja en la participación
comparada con procesos estatales similares.
Como fenómeno
social, la elección requiere un análisis de múltiples variables. Antes de pretender conclusiones, dado
que la preferencia política es un continum
siempre en tránsito a un nuevo estado de cosas, lo que se nos indica es la
apariencia de resurgimiento mínimo del PRI y la apariencia simétrica del
repliegue morenista caracterizado por ser activismo y movimiento.
Estas
elecciones locales —que son las primeras en realizarse tras la contienda
presidencial de 2018—, son interpretadas con euforia por algunos. Otros
observadores apuntan a la enorme abstención que significó el escaso interés
que tuvo la gente por elegir autoridades locales y la asociación de la misma
con predominancia de capacidades de gobierno movilizadas en territorio.
El
Partido Acción Nacional (PAN) fue lanzado al tercer lugar. En Hidalgo pasa de
15 ayuntamientos gobernados a nueve, mientras en Coahuila bajará de nueve a
tres escaños en el Congreso. Su deterioro contrasta con la segunda posición que
había logrado obtener en su derrota nacional en el 2018 y en los comicios
locales.
Morena,
por su parte, obtuvo un avance al subir de 7 a 9 ayuntamientos en Hidalgo, en
tanto en Coahuila aumenta de dos a cinco escaños en el Congreso. Con estas
cifras desplaza al PAN y se ubica como primera fuerza electoral de los dos
estados. Morena es oposición inmediata o es predominio.
En
algunos distritos se reclaman resultados. En medio de una jornada de quejas en
que se presentaron denuncias de acarreo, compra de votos e irregularidades
diversas hasta la quema de urnas y presencia de personas armadas es concluyente
la actuación del aparato del gobierno local.
La
cultura y la práctica política
permanece como en tiempos previos al arrasador triunfo de Morena y como eran
vigentes durante la hegemonía priista.
El
abstencionismo es revelador del deterioro del promedio de las elecciones de
medio término, la secuela del efecto en el espacio público de la pandemia y la
carencia de candidatos atractivos.
El
relativo desaliento ciudadano para emitir el voto parece corresponderse con
oportunidad para la movilización que hacen los gobiernos estatales. Estructura
de poder y clientelismo electoral convencional toma el lugar del activismo
electoral propio de las elecciones sexenales.
Los
gobernadores de las entidades, en Coahuila, Miguel Ángel Riquelme Solís, y en Hidalgo, Omar Fayad, ambos
del PRI, saben que existe una costosa bocanada alivio y no hay victoria
definitiva para el siguiente tramo.