Luis Acevedo
Pesquera
1. La
euforia
Conforme a las
fechas previstas se han presentado diversos reportes y algunos indicadores que
dan cuenta de que la economía mexicana empieza a moverse con la posibilidad de
recuperar el crecimiento.
En general, los
datos no son desdeñables porque dan cuenta del enorme esfuerzo de los
trabajadores, campesinos, profesores y empresarios que no se dejaron vencer por
la pandemia de la COVID-19 ni por las magras condiciones de la estructura
productiva nacional o las restricciones presupuestales a las que se sumó el
colapso del comercio mundial.
Desde esas
condiciones, conviene revisar los datos sobre lo que se ha hecho más propaganda
pública en los últimos días para reforzar la idea de que “vamos bien”.
Tenemos que en
el primer trimestre de 2021 nuestra economía creció 0.4 por ciento, respecto
del periodo anterior (octubre-diciembre), sin que este avance pueda reflejar
todavía evidencias en generación de empleos, no obstante que la Población
Económicamente Activa (PEA) disminuyó 1.6 millones de personas, al pasar de 57
millones a 55.4 millones.
Entre enero y
marzo, la Inversión Extranjera Directa (IED) sumó 11 mil 864 millones de
dólares, un aumento interanual de 14.8 por ciento que resulta ser un registro histórico
para un primer trimestre.
Otro indicador
que no se puede descartar, a pesar de las reiteradas críticas gubernamentales
por representar al neoliberalismo, proviene de la calificadora Fitch Ratings que
confirmó la nota soberana de México en “BBB (negativa)/perspectiva estable”
sobre la base de que las finanzas públicas han mostrado un buen desempeño en
comparación con otros países equiparables al nuestro. Contra la costumbre, el
presidente López Obrador colmó de elogios el reporte de la calificadora porque refleja
“que vamos bien”.
2.
La realidad
Si bien la
economía al primer trimestre muestra signos de un avance marginal, comparado
con el primer trimestre de 2020 en realidad arroja un retroceso de -2.9 por
ciento y con drásticos desbalances entre los tres sectores que componen el PIB,
ya que se observa caída en la producción agropecuaria, estancamiento en la
industria y un ligero avance en materia de servicios por efecto de la
incipiente vacunación y la reanudación de actividades.
Con ello, el
desempleo aumentó 4.4 por ciento entre enero y marzo de 2021, siendo que en el
mismo periodo del año anterior -antes del confinamiento- apenas significó 3.4 por
ciento y con el agravante actual de que 8 de cada 10 mujeres carecen de una
fuente segura de empleo. Por si fuera poco, la población ocupada apenas es de
53 millones de personas, que resulta 2.1 millones menos comparado con lo
existente en los primeros tres meses de 2020.
Además, la tasa
anual de inflación ya es de 6.4 por ciento, más del doble del objetivo previsto
para todo el año, con fuerte encarecimiento de todos los productos que integran
la canasta básica, al igual que los precios de las gasolinas, gas y
electricidad que son administrados por el gobierno.
Así, desde la
perspectiva de CONEVAL, en el país no solo somos más pobres que en el año en
que estalló la pandemia, sino más de los que existían desde 2018. Los pobres en
México ya rebasan los 50 millones.
Por cuanto a la
cifra histórica de la IED, hay que decir que de los 11 mil 864 millones de
dólares registrados en el trimestre, el 60 por ciento corresponden a
reinversión de utilidades, 18 por ciento a promesas de inversión y 22 por
ciento por cuentas entre compañías. En
realidad veremos una caída efectiva del orden de 30 por ciento.
La calificación
de Fitch también hay que matizarla. La fortaleza de las finanzas públicas con
carácter superavitario por efecto de la austeridad, si bien avala las
colocaciones de deuda pública como los Cetes, no abre cauces a una pronta
recuperación especialmente por la decisión gubernamental de privilegiar a Pemex
y CFE, además de que se ha creado un clima adverso a la inversión privada por
las reformas legales del Congreso a la Industria Eléctrica y a la de
Hidrocarburos, además del intervencionismo presidencial en materia económica,
monetaria, institucional y electoral.
3.
Lo que viene
La realidad
muestra con toda su crudeza que por desgracia la recuperación no viene con la
fuerza, velocidad y cobertura que todos deseamos y que hay que perseverar en el
esfuerzo, sin esperar ayuda del gobierno federal.
Se negó el apoyo
público cuando inició la pandemia, había margen de maniobra y se tenía
conocimiento de que las bases económicas estaban mal y que era el momento de
hacer valer aquella frase “Por el bien de todos, primero los pobres”. Hoy
muchos más estamos en condiciones de pobreza.
De cara a las
elecciones, es la oportunidad para reorientar el destino nacional y exigir
condiciones de desarrollo justo y seguro está en la decisión de los ciudadanos.
El voto razonado
será esencial para fortalecer las instituciones mexicanas y garantizar que sean
las decisiones democráticas, no a mano alzada, las que definan el rumbo del
país.
@lusacevedop