A Daniela y Tina, con amor.
En tiempos turbulentos para periodistas más que para los medios de comunicación porque los propietarios de los realmente grandes son aliados del presidente López Obrador como lo fueron de los mandatarios anteriores (algunos fungen hasta de asesores empresariales y otra es su comadre), es gratificante leer a Agustín Gutiérrez Canet recordarnos que nuestra historia oficial es de confrontación eterna y que “la división y el odio en nombre de ideologías, someten en la parálisis y el rencor”.
Más aún, Agustín exhibe su libertad, no con la arrogancia que el presidente atribuye a Arturo Zaldívar y a Alejandro Gertz Manero solo porque en concertacesiones, al estilo camachista en el sexenio de Carlos Salinas, no asisten a sus eventos públicos.
No, Gutiérrez Canet escribe sobre temas polémicos como su tocayo Agustín de Iturbide, sin temor a que le sea reclamado un día de estos en la mesa familiar o en una mañanera su convicción de que la fundamental aportación del primero de nuestros emperadores al nacimiento de México, fue “la unión y la conciliación de los mexicanos, entre insurgentes y españoles, criollos y mestizos, en las que lamentablemente fueron excluidos los indígenas … tarea pendiente de nuestra generación, dos siglos después” Laberinto, Milenio 25-09-2020).
El texto de Agustín es de obligada lectura porque él mismo lo remite a otro anterior publicado el 23 de julio en Milenio en el que pareciera retratar nuestro presente de creciente confrontación.
Habla de “Iturbide el conciliador” y nos recuerda que en nuestra “historia oficial… la confrontación de malos contra buenos es eterna: conquistadores contra mexicanas, realistas contra insurgentes, conservadores contra liberales … y así seguimos en pleno Siglo XXI en detrimento de la reconciliación nacional…
“La reivindicación de Iturbide no significa una defensa de la monarquía como sistema de gobierno, que nuestro país experimentó en dos efímeras ocasiones con consecuencias funestas, ni un ataque a la república, que no ha resuelto las aspiraciones de igualdad y bienestar.
“El problema somos los hombres. Las lacras de nuestra bicentenaria vida independiente no se deben a la monarquía o a la república, proviene de políticos ambiciosos, incompetentes y corruptos que en nombre de una ideología justifican sus crímenes y yerros, tolerados en buen número de ciudadanos apáticos, ignorantes o fanáticos”.
Acierta el embajador Gutiérrez Canet, no aprendemos la lección. Al enfilarnos a los 200 años de la independencia lograda por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, nos encontramos divididos en conservadores neoporfiristas y cuartotransformadores, listos a ponerle una vez más en la madre a la república.
Insisto, reconforta leer a un periodista que escribe sin ataduras. Otro no se atrevería a romperlas para hacer un retrato tan perfecto de nuestro presente acudiendo a la historia.