El PRI es el partido que más ha perdido gubernaturas, alcaldías, legisladores federales y operadores electorales de 2018 a la fecha. Es un partido que ha ido en picada y en pérdida de dirección, orientación, sentido y hasta de espíritu e ideología. Nada nuevo, porque todo ello lo perdió al arribo de los llamados “tecnócratas” al poder y desplazara a los históricos políticos, a mediados de la década de 1980; pero ahora es más pronunciada esa crisis porque en 2018 decidió ir de la manita con su antítesis histórico e ideológico: Acción Nacional, por puro pragmatismo, por la mera necedad de actuar reactivamente y no llamar a una refundación. Resultado: perdió seis gubernaturas en 2018, en 2021 otras ocho y si atendemos a las tendencias de la próxima jornada electoral, es probable que pierda las dos que aún tiene en su poder. Si como difícilmente habría rectificación, para el 2023, en la antesala de la presidencial, podrían despedirse de Coahuila y la joya de la corona y principal refugio político y económico: el Estado de México.
La debacle y casi fin del PRI es una crónica muy cantada desde el 2000, cuando perdieron la presidencia; pero lo pudieron sortear, en una convivencia perversa y pragmática con el PAN lograron recuperar gubernaturas y hasta regresar a la presidencia de la República. Nunca como ahora, bajo un liderazgo torpe y poco inteligente como el de Alejandro Cárdenas, estuvo a punto de pulverizarse porque toda la estructura está paralizada, ausente, aniquilada y sea por cooptación o sumisión, se han ido montando en la autollamada “4T”.
Muy dramático el posible fin para el otrora partidazo oficial, el partido cuasi único de México, el invencible, el partido- gobierno, el partido de Estado, el partido de pueblo, el partido de la Revolución, el ogro filantrópico, el de la gran maquinaria que mantuvo 72 años consecutivos la presidencia de la República más su efímero regreso a la presidencia en 2012, para sumó 80 años de gobierno, algo inusitado en el mundo. Fue tan poderoso y tan compleja su estructura y modus operandi que llegaron a México analistas de todos los países de occidente y del otrora “socialismo real”, lo mismo democristianos, demócratas, republicanos, que socialdemócratas, socialistas, teocráticos o comunistas a recibir pláticas en el Instituto de Estudios Políticos y Sociales del PRI (IEPES), que era la principal escuela de cuadros de este instituto político. Todos querían saber el secreto detrás de la maquinaria del Revolucionario Institucional para mantenerse tantos años sin conflictos sociales de consideración.
Objeto de estudio de todos los politólogos del mundo, de mexicanólogos, de científicos sociales, como el extinto Luis Javier Garrido quien publicara su célebre El Partido de la Revolución Institucionalizada, en el que apuntaba que “Un solo partido político, el PNR-PRM-PRI, había dominado durante más de cincuenta años y de manera casi absoluta la vida pública mexicana, contribuyendo decisivamente a la consolidación del Estado posrevolucionario”, en el cual el autor hacía un recuento desde las tesis del grupo Sonora, el triunfante del movimiento armado mexicano de 1910, hasta su deformación ideológica de las décadas de 1980 a 1990.
Esto último fue su defecto, pero fue también su virtud hasta hace tres años, porque el viejo partido no sólo evolucionó de nombre y estatutos, sino que se adaptó a las circunstancias nacionales y mundiales, por eso pasó del jacobinismo Nacional Revolucionario de Obregón y Calles, a promover una ideología pro socialista desde la óptica de la revolución (como Partido de la Revolución Mexicana, PRM), bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, y luego el revoltijo ideológico que llegó con Miguel Alemán hasta llegar a Carlos Salinas con su “liberalismo social”, lo cual se ha mantenido desde entonces: el Partido Revolucionario Institucional.
La evolución de su organización incluyó a su estructura, para ser partido de masas, con tres sectores que hoy por hoy son inoperantes: el campesino, el obrero y el popular. También cambió sus funciones de ser el partido emanado de un movimiento armado a tratar de ser portavoz de los más necesitados a estar al servicio de los intereses capitalistas e imperialistas. Esto último nunca lo entendieron en el 2000 ni durante la docena panista, ni en con el peñanietismo y mucho menos quienes hoy buscan irrisoriamente competir en el 2024: regresar a los orígenes, retomar las banderas de la revolución mexicana y, sobre todo, el sentido social que dio origen el movimiento armado; en resumen, una difícil refundación, la cual ya no está en sus filas sino en la casa de enfrente, en el morenismo.
El PRI lejos de entender a la sociedad para seguir construyendo instituciones, mantuvo un esquema autoritario y vertical en sus estructuras, incubando criminales en sus filas que disputaron el poder a muerte; cuando el país más reclamaba política social para atenuar la deuda social y acabar con abusos y corrupción, el PRI se fue alejando de las banderas sociales para apostar por el neoliberalismo y las políticas de exclusión social. Nunca leyeron que el PRD estaba recogiendo esas banderas y después fue el lopezobradorismo el que logró sacar provecho político y electoralmente y que hoy los mantiene como la marca de más fuerza en el país.
Los ideólogos de este instituto político, que no fueron pocos ni superficiales, como Vicente Lombardo Toledano, Daniel Cosío Villegas, Jesús Silva Herzog, Jesús Reyes Heroles, Leopoldo Zea, Leopoldo Solís, Ramón Xirau, Enrique González Pedrero, Porfirio Muñoz Ledo, muy alejados están entre su pensamiento y de lo que queda del PRI.
A este partido lo han matado políticamente varias veces y desde su propio nacimiento sufrió fracturas internas que lograron superar, desde el movimiento vasconcelista a la corriente democratizadora de 1988. La pérdida de la presidencia en el 2000 no fue lección para que el PRI mantuviera su orientación neoliberal y como camaleón supo adaptarse a las circunstancias y mantenerse como aliado de los dos sexenios del PAN. Por eso, tejieron su regreso a la presidencia en el 2012, y sin aprender la lección histórica, no sólo se alejaron de la esencia de sus orígenes, sus bases sociales y su proyecto de nación, sino que apostaron por los peores vicios acumulados por décadas: corrupción, clientelismo, corporativismo y ninguna formación de cuadros decente (los casos de ex gobernadores de Chihuahua, QRoo, Veracruz son una pequeña muestra).
Al igual que el PRD, el PRI se alió a Acción Nacional, que es su antítesis, su enemigo histórico, por pragmatismo puro y por mera necesidad de sobrevivencia. De ahí que gran parte de sus simpatizantes hayan encontrado en Morena más coincidencias que diferencias y muchos de sus operadores territoriales están al servicio de la Cuarta Transformación. De ahí que el propio Andrés Manuel López Obrador haya tendido los puentes y el llamado a una alianza histórica a los “hermanos separados”, el PRI y el PRD, para defender la reforma eléctrica y a sumarse a una cruzada nacional por recuperar la orientación social del Estado mexicano, aunque sin éxito.
Quizá también por este rechazo de la burocracia y legisladores del PRI es que está en marcha una operación política ordenada desde la presidencia de la República: desmontar la estructura del viejo PRI y arroparla en el partido guinda.
Las elecciones del próximo domingo arrojarán un saldo muy favorable al partido del presidente; Morena será la gran mayoría en el país; tendrá 20 o 21 de las gubernaturas en su poder; será mayoría en cuando menos 26 congresos estatales; tendrá por sí mismo, sin sus aliados, casi 250 ayuntamientos controlados por sus cuadros. Con ese poderío, el PRI llega desganado al 2023, que sería la estocada mortal definitiva si pierde el Estado de México.
Sin embargo, los últimos priistas jugarían un papel importante aún en la derrota, porque hoy, su disminuido número de legisladores federales siguen pesando para las reformas constitucionales en lo que resta de la actual legislatura. Y a nivel local, disminuidos, no debe perderse de vista cómo están reacomodándose los liderazgos locales, pues aún quedan ánimos de querer resurgir como pasó anteriormente. Por lo pronto, hay que recordar esta frase que consigna mucho de lo que pasa entre el priismo y el morenismo: El PRI no se crea ni se destruye, simplemente se transforma. ¿En qué? Ahí dejamos la pregunta.
MORENA y Félix Salgado
Esto que pasa en Guerrero es lo que podría terminar de pudrir a MORENA sino rectifican a tiempo, sobre todo, porque después del 2024 ya no habrá AMLO que soporte todos estos personajes impresentables. Una vez que Evelyn Salgado ganó la gubernatura de Guerrero, su papá Félix Salgado Macedonio ha manejado buena parte de la administración estatal con recomendados y apadrinados. Entre otras cosas la publicidad, al abandonar al legendario diario “El Sur” y darle preferencia al diario de su propiedad “El Guerrero”, que no es sino lo que fue la franquicia La Jornada Guerrero. Desde EL SUR hemos leído mucho del sentir de los ciudadanos que estaban acostumbrados a este medio que históricamente ha sido el preferido de universitarios e izquierdas guerrerenses. Con calificativos como "violador", payaso, oportunista, borracho y que le avisen al INE porque ya inició campaña, así tundieron al senador con licencia de MORENA en la nota de EL SUR "Inicia Félix una gira por la Montaña acompañado de alcaldes". Los comentarios negativos se registran, luego que a Félix se le atribuya distanciamiento con su hija, la gobernadora Evelyn Salgado Pineda y que el Senador, evite la operación política al no intervenir en conflictos como el bloqueo del acceso de Acapulco por vecinos y familiares de la joven Yoseline Patricio, por su presunto plagio, hecho al que se le atribuyó la cancelación del presidente Andrés Manuel López Obrador a la inauguración y clausura del 46 Tianguis Turístico de Acapulco.
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