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Alergia y lluvia en primavera. ¿Mejora o empeora los síntomas?

por Redacción
29-03-2022

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El polen es el nombre colectivo de los granos, más o menos microscópicos, que producen las plantas con semilla. Los expertos aseguran que, con el aumento de la temperatura, aumentan los síntomas, y con la lluvia y la bajada de temperaturas, disminuyen. ¿Por qué? Porque la lluvia empuja las partículas de polen en la atmósfera hacia el suelo. Además, el polen absorbe la humedad del ambiente, aumenta su tamaño y pierde la capacidad de moverse libremente por el aire. Si la lluvia reduce los síntomas, el viento los potencia. Por eso, aunque oficialmente estemos en primavera, estos días dan una tregua a los alérgicos, antes de empezar con los estornudos y los picores.

Sin embargo, un invierno frío y de lluvias da pie a altas concentraciones de polen en primavera. “Las lluvias, las temperaturas frías y las nevadas durante el invierno favorecen una primavera con unos niveles de pólenes más altos”, explica la doctora Carmen Mogío, alergóloga del hospital Ribera Povisa.

En la web de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica podemos encontrar información actualizada de los niveles de los diferentes pólenes por provincias. En estas fechas, los niveles de la mayoría de pólenes son aún bajos, salvo los plátanus y las cupresáceas, sobre todo en las tres provincias de la Comunidad Valenciana, Murcia, la parte más oriental de Castilla La Mancha, Huesca, Sevilla y Cádiz, aunque los niveles de polinización del plátanus también son elevados en Madrid, Barcelona y Girona. Pueden consultarse los datos aquí.

La doctora Mónica Antón, responsable del Servicio de Alergología del Hospital Universitario del Vinalopó, recomienda que cuando pase esta borrasca y se incrementen progresivamente los niveles de polen, las personas alérgicas deben intentar evitar el contacto directo con el polen: salir al campo, cortar el césped, barrer jardines y sus zonas más próximas. La doctora Antón también recomienda viajar en coche con las ventanas cerradas, no secar la ropa al aire en las horas de mayor polinización (primeras horas de la mañana y de la tarde y última hora del día) y utilizar gafas de sol para reducir los efectos del polen en los ojos de muchos alérgicos, a quienes provoca conjuntivitis alérgica.

Es importante, además, evitar el contacto con otros agentes irritantes y contaminantes, como el tabaco o la contaminación elevada, porque pueden potenciar la reacción alérgica y lavar bien fruta y verdura frescas, porque pueden tener polen adherido.

La mascarilla, buena aliada contra las alergias

El Covid ha generalizado el uso de las mascarillas, pero los especialistas llevan años recomendando su uso a los alérgicos, sobre todo en situaciones de mayor exposición al polen como salidas al campo o estancias en jardines o en días de viento, tal y como recuerda la doctora Laura Vázquez, del Servicio de Alergología del Hospital Universitario de Torrejón.

La doctora Mogío, alergóloga de Ribera Povisa, explica que las mascarillas protegen a los alérgico “porque filtran gran cantidad de partículas suspendidas en el aire, incluidas las del polen”. Al igual que protegen del Covid, protegen del polen. Y entre las diferentes mascarillas, las FFP2 “son más eficaces porque filtran mayor número de partículas y además se ajustan más fácilmente a la cara”.

La doctora Vázquez explica que las mascarillas quirúrgicas “filtran partículas hasta 1 micra y para los pólenes es suficiente, dado que el tamaño es de 25 micras (olea, gramíneas, platanus), y 35 para cupressus arizónica”. Sin embargo, como apunta la doctora Mogio, “no se acoplan completamente, y dejan huecos a ambos lados de las aletas nasales y laterales”. Para cubrir completamente la cara y asegurar una filtración más adecuada, se recomiendan FPP. “El polen se bloquea con las microfibras de polipropileno y por eso, una mascarilla FFP1 atrapa un 80% de las partículas de más de 0.3 micras, las FFP2 filtran 92% y las FFP3 98%”, señala.