Cada vulva es diferente a las demás. Parecida a otras pero peculiar. Es una zona íntima de la anatomía de la mayoría de las mujeres. Y es importante conocerla, mirarla, saber cómo es. Incluso mimarla y apreciarla ¿Por qué no? ¿O acaso suena raro? De hecho, está demostrado que quienes conocen mejor sus genitales, se encuentran en mayor disposición para disfrutar más de la parte de su erótica que tiene que ver con ellos. No es extraño. Lo extraño es ignorar nuestra vulva, incluso avergonzarnos de ella y pretender que nos abra la puerta de los placeres.

Porque la vulva es rica en sensibilidad, una zona muy erógena dentro de nuestra anatomía, y con un clítoris repletito de receptores sensoriales que, adecuadamente acariciados y estimulados, pueden proporcionar grandes satisfacciones. Pero no solo basta con tocar, o incluso tocar bien. Es tanto o más importante cómo nos sentimos. Si nos gustamos, si nos sentimos cómodas…

A gustarnos y a conocernos se aprende. Y se aprende desde pequeñitas. Los mensajes que recibimos de nuestro entorno pueden hacer que nos sintamos curiosas para mirarnos y aprender a ver nuestra vulva con naturalidad. O también pueden contribuir a lo contrario. A no mirar, a no saber y por tanto, a no tener ni idea de lo que tenemos. Y lo primero es infinitamente mejor que lo segundo ¿verdad? Padres y madres pueden contribuir de forma muy positiva alentando a que sus hijas se conozcan y se gusten por completo, también en su genitalidad.