Después de las entusiastas victorias de los partidos izquierdistas, culminada con el triunfo de Luis Ignacio Lula da Silva, comienzan a tomar relieve las crisis en Argentina y Perú, que quizá tomó por sorpresa a muchos, salvo a quienes han estado siguiendo de cerca cómo se calienta el crisol ideológico de los gobiernos progresistas en varios países de nuestra América.
Es un asunto complejo, porque América Latina pasa de la emoción a la decepción. Entre 2021 y hasta 2024 ha tenido una agitada agenda electoral de renovación o reelección de varias presidencias nacionales y, al tiempo, fenómenos sociopolíticos aparecen cada vez más constantes y preocupantes:
- La polarización política de su población;
- La corrupción galopante y sistemática en sus gobiernos;
- El reagrupamiento de las derechas locales y las contradicciones, y,
- Las rupturas internas de los bloques o coaliciones centro-progresistas que en el mediano plazo se han hecho insostenibles.
Claro, se dirá que la elevada polarización es herencia del pasado o producto de la fragmentación partidista, la incertidumbre económica, la mano injerencista del imperialismo o las secuelas desatadas por la pandemia como factores que estarían abonando a estas crisis y no son responsabilidad exclusiva de quienes la enfrentan como la que enfrentó el propio Lula en sus horas posteriores al triunfo, teniendo varias ciudades desquiciadas por protestas callejeras no sólo por los seguidores de Bolsonaro sino también otros ex grupos aliados; de Gabriel Boric y las reacciones de protesta ante el fracaso de un nuevo constituyente; el distanciamiento de Alberto Fernández de Cristina Kirchner, ni qué decir de Luis Arce y Evo Morales, que tienen al grupo político en el poder totalmente dividido. Más clara ha sido la ruptura política y hasta ideológica de Lenin Moreno de Rafael Correa y ahora, pues, se suma la torpeza, el intento de golpismo y el revés legislativo en el Perú que provocaron la remoción de Pedro Castillo.
El efecto sociopolítico en el mediano plazo es la decepción y desesperanza, pues estos países se optaron por darle la oportunidad a los partidos progresistas considerando que elegir a uno de sus cuadros para dirigirlos era el mal menor, aunque en los hechos algunos de ellos terminan siendo un mal mayor. Por ello, es que una vez probado el fracaso de las izquierdas (centro izquierdas, progresistas, socialdemócratas o socialistas), el voto de castigo se inclina por las derechas, algunas de ellas en su peor expresión como pasó en Brasil, Argentina, Guatemala, Ecuador, El Salvador y Uruguay, por citar los casos recientes.
En este momento, Bolivia, Brasil y ahora en Perú, la polarización entre ciudadanos y clases sociales (con sistemáticos ataques no sólo a las élites sino a las clases medias) está llevando a crear campañas separatistas entre las zonas ricas y las zonas pobres, entre las regiones criollas e indígenas, entre las más productivas y las más rezagadas, acabando con toda proyección de reconciliación y unidad nacional.
Le llaman bíblicamente el “síndrome de la casa dividida” a esta circunstancia en que la polarización extrema y la fragmentación de la sociedad impide construir acuerdos, consensos y proyectos de nación.
El próximo año, Guatemala, Argentina y Paraguay tienen nuevas elecciones. Y en el 2024 corresponden a México, El Salvador, Panamá, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
En junio pasado comentamos que “la nueva ola de victorias electorales de las coaliciones progresistas que han tomado el poder en México, Chile, Argentina, Perú, República Dominicana, Honduras, Colombia y Brasil, no eran proyectos homogéneos, castristas y ni siquiera alineados al otrora arrasador modelo chavista del llamado “Socialismo del Siglo XXI”. En gran parte, como en nuestro país, son coaliciones político-partidistas predominantemente de izquierdas, aunque con grandes acuerdos con las derechas de su país con el fin de afianzar sus triunfos electorales. Izquierdas que aceptaron el pragmatismo y la vía democrática liberal para llegar al poder que, como está pasando ahora, les explotan en las manos no saber qué hacer ante regímenes autoritarios de la izquierda.
En Nicaragua, Daniel Ortega se reeligió por quinta vez, en un proceso electoral harto cuestionado internacionalmente por la persecución a sus posibles opositores y periodistas y que lo hizo ganar sin contendientes. En Venezuela, Nicolás Maduro sigue consolidándose ante el fracaso de las oposiciones en las pasadas elecciones regionales de noviembre. Y en Cuba, pues la emigración sigue creciendo aceleradamente, mientras que las protestas que se han registrado en meses anteriores están contenidas.
Comentamos hace seis meses que, en efecto, hay motivos para estar entusiasmados con el giro hacia gobiernos progresistas de América Latina, pues la deuda social de siglos y las diferencias socieconómicas de nuestras poblaciones crecieron aún más durante los periodos neoliberales. Pero, apuntamos, esta nueva ola de progresismo debería ir atenuando con inteligencia los conflictos políticos internos atizados por la intromisión abierta, desde hace décadas de potencias económicas que van tras sus recursos naturales y potencial energético, y sobre todo, por las diferencias históricas entre las corrientes de pensamiento (“el infantilismo de izquierda”), que han acompañado a todas estas expresiones latinoamericanas y que en el fondo es lo que viene provocando las principales crisis para estos gobiernos.
Los latinoamericanistas Carlos Malamud y Rogelio Núñez, prevén que “los países de América Latina inician esta nueva década muy debilitados, tanto en el ámbito político-institucional (Manuel Alcántara habla de ‘democracias fatigadas’) como en el económico, con una recesión prevista en torno al 8%-9%. A ello se une el agravamiento de desequilibrios y déficit sociales históricos, que lastran aún más una rápida salida de la crisis y dificultan la estabilidad”.
La circunstancia actual por la que pasan el Perú, Chile, Brasil y Argentina, y en general toda América Latina, refleja que los proyectos progresistas de gobierno están muy dispersos y poco consolidados en su mayoría, donde las posiciones reformistas y heterogéneas, en buena parte alimentadas por pensamientos de derecha, buscan avanzar sobre las posiciones más radicales, más auténticas de los postulados de izquierda.
Hay inexperiencia y un desgaste sistemático que no permite tener una curva de aprendizaje rápida, efectiva y eficaz para contener las crisis grandes o pequeñas.
Los procesos de alternancia en las presidencias tienen que ir acompañados de precisos cambios institucionales, los cuales deben garantizar la gobernabilidad y evitar la polarización y confrontación continua de su población, porque después de ésta vienen problemas más graves como son movimientos separatistas o divisionistas que ninguno desea, salvo las grandes potencias económicas, que esperan el momento de operar para incidir e influir en este tipo de procesos con el fin de ganar-ganar, mientras nuestra América pone los muertos y los mártires.
CORCHOLATAS: TE LO DIGO RICARDO MEJIA PARA QUE LO ENTIENDAS EBRARD Y MONREAL
Ricardo Mejía Berdeja, quien su vida política se le debe a Movimiento Ciudadano y que en el 2018 fue de los promotores de la candidatura de Ricardo Anaya en el estado de Guerrero, donde era diputado local, de pronto quiso envolverse en la bandera de izquierdista democrático y quiso impugnar el resultado de la encuesta que lo situó en el tercer lugar para ser candidato de MORENA al gobierno de Coahuila. La respuesta presidencial fue contundente de parte del líder moral y único del partido en el poder: quien entre al proceso de selección por encuesta, debe respetarlo y si no, que le vaya bien. El mensaje fue claro para que bajen la presión de Marcelo Ebrard quien pide renunciar ya a los cargos públicos, piso parejo al aparato de gobiernos morenistas y llamar a debatir a los demás contendientes.
TIERRA CALIENTE DE GUERRERO TRES MESES Y DOS MASACRES
La “Familia Michoacana” de los hermanos Jhony y Alfredo Hurtado Olascoaga desde la masacre de al menos 20 personas en San Miguel Totolapan ocurrida el 5 de octubre de 2022, en lugar de replegarse comenzaron a expandir más su poderío y a dar demostraciones de fuerza a las autoridades.
A partir de ese momento ordenaron a toda la población por medio de redes sociales y de medios locales que se omitiera hablar sobre los hechos o dar entrevistas a cualquier medio nacional. En ese contexto, es que cuando el equipo de Ciro Gómez Leyva, encabezado por Miriam Moreno, fue amenazado si continuaban investigando qué había pasado. Más aún, PROCESO y REFORMA, y quien esto escribe dieron un recuento de expansión de sus redes de extorsión toda la región de Guerrero, Michoacán y el sur del Estado de México, llegando el tema a la mañanera el 2 de noviembre, en que el presidente López Obrador inexplicablemente dijo desconocer de qué se trataba (si fuéramos mal pensados, quizá esta ausencia de información provocó que Mejía Berdeja no llegara a la candidatura de Coahuila). El tema es que este grupo delictivo no sólo cometió otra masacre el pasado fin de semana en El Durazno, Coyuca de Catalán, sino que ha enviado una célula para penetrar a la CDMX y afianzar acuerdos con la llamada “Unión Tepito” y desafiar al súper policía Omar García Harfuc.
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