La cancelación de la obra del aeropuerto de Texcoco a días del inicio de la toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador como presidente tuvo un doble propósito: mostrar la determinación de romper a toda costa y costo con el pasado y someter a la oligarquía nacional. Otro emblemático acto y que significó un cambio radical de su postura de campaña se dio al utilizar a los militares para combatir el robo de combustibles de los ductos de Pemex. De allí en adelante mostraría una desmedida propensión a favor del sector castrense, al eliminar a la policía federal y reemplazarla con una Guardia Nacional militarizada en sus mandos y en la mayoría de sus miembros. Empoderó los militares a contrapelo de su política complaciente hacia el crimen organizado de abrazos no balazos, esto, quizá, con la idea de que así bajaría la violencia, hecho desmentido tempranamente.
El consenso a favor del presidente se fue a las nubes. La población le apoyó ampliamente a pesar de que la guerra al huachicol significó escasez de combustibles y de la tragedia de Tlahuelilpan, Hidalgo, en la que 137 personas fallecieron, 69 en el lugar y 68 en el hospital. La conferencia matutina probó su eficacia. No para conducir la agenda, sí de propaganda del presidente para construir su propia realidad, generar empatía y dar curso a la polarización pre-existente al estigmatizar a opositores, amedrentar a periodistas y medios de comunicación independientes, así como a funcionarios de los organismos autónomos. El uso ilegal e irresponsable de la UIF se mostró como el instrumento más eficaz para reducir a sus adversarios (reales o imaginarios) y para someter a los factores de poder. El presidente borró de un tajo la presunción de inocencia, el secreto bancario y la protección de datos personales. El exceso retórico del presidente se volvió incontenible y, por su reiteración, un ejercicio permisible, legítimo en la percepción de muchos.
Desde los primeros meses del gobierno obradorista fue ostensible la omisión de las oposiciones, carentes de energía y de narrativa, resultado del severo fracaso electoral. La respuesta a la cancelación del aeropuerto de Texcoco fue tímida y los representantes empresariales se limitaron al objetivo de que el gobierno diera certeza a los constructores sobre su indemnización. La voz del régimen se volvió arrolladora a pesar de los elevados costos de la cancelación de una obra fundamental para la modernización del sistema aeroportuario nacional y de la insostenible postura gubernamental de indemnizar a los mismos que el presidente acusaba de corruptos y venales.
Quizá la razón para la moderación gremial de los empresarios tuvo que ver con la postura favorable del presidente en las negociaciones del acuerdo comercial con EU y Canadá. Con lo que ocurriría con posterioridad y muy particularmente con la política eléctrica, es evidente que su representante no le informó los términos del acuerdo. El aval de López Obrador no fue tal. Otro factor que influyó en la cúpula empresarial fue la Jefatura en la Oficina Presidencial del empresario Alfonso Romo y la integración de un grupo de connotados empresarios como consejeros presidenciales.
Desde el principio quedó claro que la política internacional no estaría en las prioridades del presidente. En un inicio alentó la migración ilegal de muchas partes del mundo al suscribir el libre tránsito; sin embargo, posteriormente, ante los embates del presidente Trump y su exigencia, amenaza de por medio, de que México frenara los flujos migratorios, hubo de desplegar en la frontera sur a la recién estrenada Guardia Nacional para así contener el tráfico masivo de personas. Ni por asomo se invocó soberanía nacional.
La debilidad de la oposición formal, la ausencia de contrapesos institucionales y la connivencia con el régimen de buena parte de los factores de poder facilitaron que el mensaje presidencial, vuelto prédica moral, cobrara fuerza. Las voces críticas como la de Coparmex, de algunas organizaciones civiles, editorialistas o la de varias legisladoras en el Senado de la República se perderían en el ruido de la propaganda oficialista. Posteriormente se dio un intento por parte de algunos gobernadores de contener al presidente; pero, pronto probaría ineficacia. A pesar de las controvertidas decisiones y de tempranos malos resultados, López Obrador impuso sus modos y su agenda. La ausencia de crítica y escrutinio convalidó el abuso en el ejercicio de poder, además, generó un amplio apoyo social al presidente.