
Felipe León López
El presidente Andrés Manuel pertenece a
una generación de operadores tabasqueños que tienen la cualidad de entender la
política mexicana como pocos. Ahí están José Eduardo Beltrán, Humberto Mayans,
Pedro Jiménez, Juan José Rodríguez Prats, Graco Ramírez, Arturo Núñez, Manuel
Gurría y otros que han servido lo mismo a su natal Tabasco que al centro o al
PRI, PRD y ahora a MORENA. Respiran,
comen, sueñan y despiertan con política. Son eficientes estrategas,
inteligentes animales políticos y fijan con anticipación sus objetivos, como
buenos ajedrecistas, para prever derrotas o garantizar victorias.
Una cualidad de López Obrador es el
olfato político desarrollado por décadas, la cual le permitió entender y avanzar
entre las izquierdas sociales y sortear a las tentaciones de los poderes
fácticos. La mentalidad del titular del ejecutivo federal le permite planificar
los escenarios cortos, medianos y largos plazos, por lo que como líder de
partidos de oposición ya sabía cómo actuar ante una victoria o una derrota, y
como gobierno (ya probado en el otrora DF), planificar la siguiente elección.
Así han sido los casi tres años como gobierno federal, pensando primero en el
2021 y, especialmente, el 2022, pues será cuando se someta al juicio
revocatorio.
Lo anterior sale a colación porque
pareciera que los mensajes presidenciales y las acciones de la mayoría en el
Senado se deben a que las tendencias hacia MORENA y sus aliados no están
gustando. El olfato político lopezobradorista le indica que no repetiría la
aplastante victoria del 2018 y, aunque podrían tener más legisladores que otro
partido, los resultados tendrían el amargo sabor de la derrota.
“Quítale el freno a la 4T”, parece ser
la consigna para que todos los días sus voceros, troles y medios acusen un
sabotaje contra el partido y aliados, se descalifique al árbitro y hasta se
invoque al “golpe de Estado blando” y hasta la intromisión de “fuerzas
externas” que buscan su derrota.
El olfato político detecta ya un revés muy
peligroso para el proyecto transformador de la autollamada “cuarta transformación”,
porque el 2021 podrían ganar perdiendo, pues no contarían con la mayoría
calificada no sólo para tener el manejo presupuestal y las prometidas reformas
constitucionales que no impulsaron, sino porque no podrían impedir la caída en
el 2022 y, por ende, el 2024 ya no tendría futuro.
Desconocer hasta las victorias porque
son victorias envenenadas ha sido una constante en AMLO, lo hizo en Tabasco
cuando pidió a los alcaldes triunfadores del PRD no asumir el cargo y renunciar
por ser productor de una elección “fraudulenta”, y sobre todo, porque no
estaban preparados para gobernar y ello implicaría votos de castigo para él en
la elección de gobernador. Lo hizo recién en la elección del Estado de México,
cuando ordenó a MORENA no insistir en defender la “victoria de Delfina Gómez”
porque era una victoria envenenada.
En todos los casos el discurso es el
mismo: no reconocer la derrota, pero asumirla.
Las encuestadoras en este momento
enfrentan diferentes dificultades metodológicas, pues a la inseguridad se ha
sumado la pandemia, lo que impide tener un pulso más fino en sus resultados
como se evidenció en las pasadas elecciones de Coahuila e Hidalgo. De cualquier
modo, sus datos son indicadores de cómo vienen las tendencias por estado y por
distrito electoral.
Sí, hay estrategias de partidos,
empresarios y grupos de interés operando con alianzas increíbles para detener a
los morenistas. Nada que no se conozca. Sin embargo, es MORENA el principal
problema de la 4T, pues es un muégano difícil de mantener unido, con procesos
nada transparentes para elegir a sus candidatos y con cuadros que son un lastre
para ofrecerlos a la ciudadanía como “rostros de la renovación” política
nacional.
Los focos mediáticos y de redes antiamlo
están puestos más sobre los candidatos de MORENA que de cualquier otro partido
con el fin de evidenciar a los más impresentables, burdos y torpes candidatos
que pudieron elegir, y poner en duda la oferta anticorrupción, de mayor
justicia social, de que no son los mismos y de que con ellos quitarán el freno
a los cambios de la 4T.
Como dijera un clásico del socialismo
español: en MORENA están haciendo todo para perder y, a pesar de ello, habrá
quienes aún voten por sus candidatos. Los resultados se dejaron sentir en
Coahuila e Hidalgo, y no leyeron a los ciudadanos que les negaron el voto. La
dirigencia y la militancia del partido en el poder, como le ocurrió a Vicente
Fox en 2003, simplemente no están coordinados y una sola persona no es
suficiente para repetir la oleada de la victoria.
Las gubernaturas que no tienen garantía
de ganar son Querétaro, Chihuahua, Baja California Sur y San Luis Potosí, a la
que se habrían sumado Nuevo León y Campeche, además de caídas significativas en
el resto. Ni siquiera la CDMX, donde Claudia Sheinbaum tiene gran aceptación
podrían repetir los mismos.
La composición de la Cámara de Diputados
federales es una incógnita. Se prevé podrían tener la mayoría absoluta, pero no
la calificada y esa es la clave de la transformación. Al respecto, Carina
García en PROCESO advierte que “en aras de retener la mayoría calificada en la
Cámara de Diputados –indispensable para aprobar el presupuesto y más reformas
constitucionales– Morena quiere reeditar lo que antaño criticó: hacer crecer
artificialmente su bancada en San Lázaro. Así, por un lado, impugna los
lineamientos del INE que ponen límites a la sobrerrepresentación de diputados
–y cuya decisión está en manos del Tribunal Electoral–y por el otro puede
apoyarse en los diputados que eventualmente obtengan los nuevos partidos –todos
afines a la 4T– para, junto con el PT y el PVEM, hacerse de legisladores ‘tránsfugas’
y ‘cachirules’”.
Por eso, la narrativa oficial es no
aceptar la caída y acusar a los otros del fracaso, de estar infiltrados por la
perversa derecha o de haber sido víctimas de un sabotaje de conciencias (“la
amnesia colectiva y un rechazo patológico a todo esfuerzo de reflexión y
análisis sobre los efectos del neoliberalismo”, como dicta uno de los ideólogos
de la 4T).
El tema está ahí y el presidente con su
olfato político lo sabe bien y está enojado, más con su partido que con “el
partido de la derecha”. ¿Estarán a tiempo de un ajuste de tuercas o se
aventurarán a insistir en los errores?
Contacto: feleon_2000@yahoo.com