Formado en la etapa del más puro sistema presidencialista mexicano asumido por el PRI desde la etapa de los mandatarios que lograron el llamado desarrollo estabilizar, mismo que se encargaron de destruir Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, López Obrador es un mandatario que va cumpliendo cabalmente el proceso sucesorio para elegir sin problema a su heredero.
Varios analistas que se van con la finta, o fingen para tener tema que la sucesión se le está saliendo de las manos al político de Macuspana, aduciendo que existen divisiones en MORENA por los recientes diferendos que han tenido las corcholatas sobre muy diversos temas, se olvidan de ese origen duramente presidencialista de López Obrador, mismo que le permite jugar perfectamente lo que se viene en busca de un nuevo Tlatoani.
La sucesión presidencial la oficia solitario el mandatario saliente. Tiene que manejar dos recursos que le permiten el control del proceso: el misterio y el secreto. El misterio le permite al mandatario saliente jugar con varios nombres que pudieran sucederlo. Siguiendo ese ritual sucesorio, AMLO arma en el juego lanzando a sus seis corcholatas: Primero a Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal como sus verdaderos alfiles presidenciales. Todos tienen su confianza y lealtad para para utilizarlas según se presenten las circunstancias nacionales.
El caso de Adán Augusto como tercero en discordia debe verse a la luz de la historia de las sucesiones presidenciales. E incluso, en una emergencia, puede convertir en verdaderos competidores a los que hasta ahora se han considerado candidatos testimoniales: Manuel Velasco y el inefable Gerardo Fernández Noroña.
El secreto es para AMLO en el proceso de la sucesión un arma incompartible. Su decisión no se conocerá hasta que el protocolo de un partido que no se mueve para nada sin su consentimiento, concluya la mascarada de realizar una encuesta de la que
resultará ganador, o ganadora, o sea quien el presidente López Obrador quiera.
Los analistas y los voluntaristas políticos se van con la finta de que la favorita es Claudia Sheinbaum, quien ciertamente ha recibido muy señaladas muestras del afecto presidencial que tiene. Pero la historia advierte que en la sucesión no hay nada escrito.
Mario Moya era el favorito de la cátedra en la sucesión de Luis Echeverría, y el mandatario sorprendió a toda la clase política al designar como candidato a José López Portillo. Del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz es muy recordada la siguiente anécdota, en el tema de la sucesión presidencial que manejó en un ritual como el que en la actualidad opera el tabasqueño, misterio en el juego previo y secreto total del nombre se su candidato in péctore.
Contado por Pablo Cabañas:
“…Cuando uno de los aspirantes a la presidencia, Gilberto Flores Muñoz, quien había sido gobernador Nayarit y fue su
secretario de Agricultura, por lo que se sintió como el triunfador en la sucesión presidencial. Flores Muñoz al enterarse de que el ungido para suceder a su jefe no era él sino Adolfo López Mateos, como loco corrió a las oficinas del presidente Ruiz Cortines para contarle lo que aparecía en los periódicos y en la radio.
Ruiz Cortines, fingiendo estar formalmente sorprendido por lo que le estaba pasando, le dijo a Flores Muñoz: “Ni modo ‘Pollo’, nos ganaron”. López Obrador le puede decir a las corcholatas que se
sienten ganadoras en el proceso sucesorio los mismo que dijo Díaz Ordaz: nos chingaron compadre, o comadre. López Obrador no ha perdido en ningún momento el control de la sucesión.
Fue él mismo quien inventó a Xóchitl Gálvez, otra voluntarista política, como candidata presidencial. Y lo hizo, y lo sigue haciendo con tanta malicia, que la inefable hidalguense ya se la creyó. AMLO sabe que su partido ganará en el 2024, no con los números que él obtuvo en el 2018, pero si con la gran estructura político-electoral que ahora le dan el importante número de gobernadores que tiene MORENA, y que actuarán como lógicos operadores electorales.
Lo más probable es que la aportación de Xóchitl al Frente Amplio por México sea que sume a su favor un importante número de votos, que no todos serán por simpatía a ella, sino por rechazo a las políticas públicas en las que inocultablemente han fallado los hombres o mujeres de los gabinetes legal y ampliado, circunstancia que le impida a MORENA tener una mayoría calificada en la cámara de diputados.
Sin duda que lo más probable es que Xóchitl superará finalmente a Beatriz Paredes y al incorpóreo de Santiago Creel.
Las denuncias y acusaciones de que no hay piso parejo, así como las “inconformidades” entre las corcholatas, le han dado un matiz de divisionista a MORENA y con ello hacen parecer que existe la posibilidad de que por ello lleguen a perder en las presidenciales del próximo año. O sea, dejar la impronta de que existe una competencia real en el proceso.
Pero al término de su trama para sacar candidato presidencial, se verá que AMLO tenía todo bien planeado, bajo su control y que no habrá una ruptura en MORENA como la que sí existe ahora, por citar un caso muy actual, entre las fracciones del PAN.
¡Así se escribe la historia¡
POR JOSÉ LUIS CAMACHO ACEVEDO
COLABORADOR
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