La Teoría de la Constitución indica que la existencia de un Estado depende —de manera indefectible— de la presencia de una Constitución. De ahí que hoy se habla del Estado constitucional de derecho.
Manuel García Pelayo decía que la Constitución es la sistematización exhaustiva de las funciones fundamentales del Estado y de las competencias e interrelaciones de sus órganos. De esta manera, la Constitución no es solamente expresión de un orden, sino que ella misma es la creadora del orden.
La historia constitucional de México señala que, desde la caída de Tenochtitlán en 1521, hasta 1821, en que culmina la Guerra de Independencia y el fin del Virreinato de Nueva España, nuestra nación se vio sometida a un régimen impuesto y monárquico, que tenía como finalidad la explotación de la riqueza y el dominio político.
Después del fallido Imperio de Iturbide y de un primer intento constitucionalista, el 23 de junio de 1823 se convocó a la instalación de un segundo Congreso Constituyente, que habría de instalarse el 7 de noviembre siguiente, integrado por 114 diputados, en el templo de San Pedro y San Pablo en la Ciudad de México.
El soberano Congreso General Constituyente, en sesión de 31 de enero de 1824, aprobó primero el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, y después de meses de arduos y difíciles trabajos, el 4 de octubre de 1824 promulgó la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, que fue nuestra primera Carta Magna vigente como Estado independiente
Esta primera Constitución fue muy cuestionada, combatida, durante 10 años suprimida, y luego vuelta a poner en vigor, hasta la creación de la Constitución de 1857. Pero ha sido la Carta de Navegación de nuestra nación y muchos de sus principios hoy siguen vigentes.
De dicho documento se destacaba en su artículo 4º, que: “La nación mexicana adopta para su gobierno la forma de República representativa popular federal”, y por su parte, el artículo 6º estableció: “Se divide el Supremo Poder de la Federación para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial”.
Otro elemento que al paso de la historia sigue siendo vigente, es lo que disponía el artículo 74, que a la letra decía: “Se deposita el supremo Poder Ejecutivo de la Federación en un solo individuo, que se denominará Presidente de los Estados-Unidos Mexicanos”, que es el mismo texto que conserva nuestra Constitución actual.
Por toda su trascendencia e influencia, la Facultad de Derecho de la UNAM, instaló esta semana, la Comisión para conmemorar el Bicentenario de la Constitución Federal de 1824, la cual está integrada por destacados juristas, ministros y exministros de la Suprema Corte, catedráticas, catedráticos e investigadores, todos ellos expertos en el estudio del derecho constitucional mexicano.
Esta comisión pretende hacer un acucioso análisis histórico, una revisión de la vigencia de los valores de nuestra primera Carta Magna, la actualidad de nuestro federalismo y la división de Poderes, así como su proyección hacia el futuro de nuestra nación, por destacar algunos temas.
Los productos bibliográficos, ceremonias, eventos académicos y culturales que desde la universidad de la nación se llevarán a cabo hasta noviembre de 2024, tienen como fin último, acercar a la ciudadanía al conocimiento de sus documentos fundantes y explicar su influencia en nuestro devenir histórico.
Porque a casi 200 años de la promulgación de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824, pareciera que el debate respecto de la observancia de sus principales ordenamientos sigue siendo materia de lucha.
Como Corolario una idea que solía decir Jorge Carpizo en sus clases: “En materia constitucional, las cosas no son, van siendo”.