A
la memoria del doctor Alfonso Morales,
leyenda de la crónica deportiva.
Quedan sin su voz el box y la lucha libre
Desde el inicio
de su mandato, el presidente Andrés Manuel López Obrador estableció que la
mayor parte de sus decisiones serían por decreto y fue así como impuso un duro
recorte al gasto público a fin de mostrar que su promesa de combatir la
corrupción iba en serio.
Pensó que sin la
tentación del dinero público se acabaría uno de los principales problemas del
país y como la constitución se lo permite promovió la Ley Federal de Austeridad
Republicana que desembocó en el despido de miles de empleados del gobierno
federal, cerró el paso a múltiples contratos y licitaciones indispensables,
redujo el salario a los funcionarios especializados, además de cortar
drásticamente con los recursos para la administración de gobierno.
Amparado en el
espíritu juarista, pero sin considerar el contexto en que el Benemérito planteó
la austeridad republicana, se redujo a la mitad el sueldo con relación a los
más de 220 mil pesos mensuales que recibía el expresidente Enrique Peña Nieto y
estableció que ningún funcionario pueda ganar más que él. También canceló las
asesorías, direcciones adjuntas, la compra de automóviles nuevos, seguros
médicos privados, los bonos extraordinarios, guardaespaldas, el pago de comidas
y los teléfonos celulares.
Suspendió contratos
de obras públicas como el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) y
concentró en la Secretaría de Hacienda (que depende de él) todas las compras
del gobierno federal.
Encarrerado, se
siguió con la cancelación de diversos programas de beneficio social como los
centros de protección para las víctimas de violencia intrafamiliar y modificó algunos
programas asistencialistas como las guarderías que sustituyó por apoyos
económicos directos a través del plan de Bienestar de las Niñas y Niños Hijos
de Madres Trabajadoras, la pensión para los adultos mayores, las becas para
estudiantes, Producción para el Bienestar, sembrando vida o las tandas para el
bienestar, cuyos resultados han sido mediocres por su dispersión.
Buena parte de
sus decisiones han sido mediante decreto o por sugerencia al la mayoría en el
Congreso que de su palabra ha hecho ley.
Sobre esa base,
y por primera vez con el consenso del sector privado mexicano, López Obrador logró
un sustancial mejoramiento de los salarios, en donde los mínimos aumentaron
casi 13 por ciento, un porcentaje no visto en 40 años y que ante la irrupción
de la pandemia del COVID-19 evitó que la crisis económica anulara por completo
los magros avances en el combate a la pobreza por ingresos.
Con ese
entusiasmo y ante el resultado obtenido, pero sin querer entender los
vericuetos de la economía que para resolver el tema del bienestar y de la
pobreza no basta con decretar transferencias monetarias a la población en la
informalidad o con ingresos bajos, sino asegurar primero la recuperación
económica con esquemas de producción, generación de empleo que asegure el
consumo suficiente para el desarrollo, fue que hace unas semanas propuso en su
mañanera elevar los salarios mínimos para 2021 en 15 por ciento.
Y como su
palabra es ley, la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (CONASAMI)
estableció en votación dividida que el incremento de las remuneraciones sea de
15 por ciento para el próximo año.
La decisión del
órgano tripartita se basó en los votos a favor del sector obrero y de la
representación gubernamental, mientras que la patronal se pronunció por primera
vez en la historia de la CONASAMI en contra porque la economía no puede
resistir por ahora más de 6.5 por ciento de incremento debido a los efectos de
la pandemia.
Con un 6.5 por
ciento, se argumentó, se podría conservar parte del poder de compra ganado el
año pasado e impulsar una sana recuperación. Pero en la mañanera se
desestimaron los datos y por decreto el aumento al salario mínimo será de 15
por ciento.
Lo que no quedó
claro es que el incremento de los ingresos laborales impulsado el año pasado a
través del aumento histórico en los mínimos puede ser un grave problema para la
economía porque actualmente es fundamental superar los efectos provocados por
la pandemia, tanto en el ámbito nacional como global.
En los hechos se
comprueba que el bienestar no se logra con buenos deseos y ya la historia nos
ha mostrado a los mexicanos que los aumentos salariales por decreto han traído
más pobreza y pérdida de oportunidades.
Hay que trabajar
en mejorar los ingresos laborales y no en producir decretos que generalmente se
traducen en más incertidumbre y pérdida de bienestar.
@lusacevedop