Si no hubiera una
deplorable degradación de la libertad de expresión y del ejercicio informativo
serían irrelevantes las interpretaciones encontradas sobre las comparecencias
matutinas o mañaneras. López Obrador como persona, político o fenómeno
mediático es irrepetible; lo que más se le asemeja por lo grotesco es la
gobernadora de Campeche y sus martes del jaguar. Lo ocurrido durante la
gestión obradorista está fuera de proporción por el abuso de poder, por la
agresión a particulares y por el ostentoso y visceral desapego a la verdad. Una
experiencia irrepetible que, como paradoja, rindió frutos generosos al cultivar
las fijaciones autoritarias de la sociedad mexicana.
La presidenta
Sheinbaum ha desplegado un ejercicio propio. Algunos lo ven como una calca del
mentor, otros como un quiebre de una mujer que habla diferente, presenta un
formato distinto y tiene un mayor cuidado hacia terceros y al contenido de la
información. Respecto al precedente, efectivamente, es un cambio significativo.
No tanto si se consideran los estándares aceptables sobre la responsabilidad
pública de informar con objetividad y sin juicios de valor. La mañanera no puede
ser una réplica del poder a los medios porque ese derecho es de los ciudadanos,
no de las autoridades, quien gobierna informa.
Lo visto no es
suficiente para un cambio que reivindique el derecho a la información. Las
mañaneras actuales son en buena parte una reedición de lo anterior. Sin
embargo, hay diferencias también de contenido como fue la manera en la que la
presidenta trató el ataque por soldados a un grupo de migrantes en Chiapas,
donde fallecieron seis y diez resultaron heridos. El reconocimiento de los
hechos, la empatía a las víctimas y, particularmente, la postura inequívoca de
que la investigación y el proceso tenga lugar en el fuero civil es un quiebre
respecto al pasado. No hubo insultos exculpatorios. También es para considerar
como un proceso genuinamente claudista su posición en la lucha por los
derechos de la mujer.
El encuentro del
gobernante con los medios de comunicación tiene que ver con la obligación de
las autoridades de informar, no de manipular el espacio mediático en su
beneficio con juicios de valor, falta de rigor en los hechos o, peor,
descalificar el trabajo periodístico e informativo. También está de por medio
el escrutinio social al poder, fundamental en toda democracia, que se procesa a
través de la libertad de expresión por las empresas de comunicación, opinadores
y los profesionales del periodismo. El vigor y vigencia de una democracia
depende de la fortaleza de la libertad de expresión, que como todo derecho
tiene capítulos heroicos y otros indignos. Esta libertad, con sus
imperfecciones es uno de los recursos más preciados para contener el abuso y la
arbitrariedad.
La libertad de
expresión, al igual que la transparencia invariablemente están expuestas, aún
en democracia, por la resistencia del poder público a exponerse al escrutinio
público. Hay quien las acepta como normalidad, otros, como el expresidente
López Obrador, despliegan su total empeño para suprimirlas o someterlas a grado
tal que la agresión y descalificación a los medios y a sus colaboradores se
vuelve recurrente. La propuesta de desaparecer el INAI debiera merecer el
rechazo público.
Si se atiende el
objetivo de informar, las mañaneras son más una oportunidad que un problema.
Para quien gobierna es un esfuerzo mayor. Pero debe alejarse de la tentación de
estirar la verdad y la interpretación de los sucesos en detrimento del quehacer
informativo. En estos años buena parte de los medios han sido una acrítica y
pasiva caja de resonancia de los excesos del poder presidencial, incluso en
casos de agresión a periodistas y empresas de comunicación, sin considerar un
entorno que hace de la libertad de expresión actividad de alto riesgo; lo
constatan las agresiones y los homicidios de periodistas en el desempeño del
oficio.
La relevancia se da
en dos planos, por una parte, la manera como se emite el mensaje y el contenido
mismo por parte de la presidenta. Por el otro, la forma como los medios
procesan la información o la postura de la presidenta en los temas de interés
público. Es natural que un nuevo gobierno en un contexto de polarización
despierte por igual en unos y otros afinidades, críticas, esperanza y
escepticismo. Lo que debe importar es si contribuye a una sociedad mejor
informada, a una mejor ciudadanía y si los medios realizan su responsabilidad a
plenitud en el ejercicio de informar y dar cauce a la libertad de expresión.