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Ciencia, bastión de la humanidad

por Raúl Contreras
12-02-2022

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A lo largo de la historia, la humanidad ha enfrentado siempre diferentes retos, a los que ha respondido con las herramientas que ha tenido a su alcance para tratar de explicar el mundo y sus amenazas. Una de las primeras explicaciones abrigadas por la mente humana fue hallar en los fenómenos naturales voluntades divinas, que al enfurecer castigaban a los humanos con tempestades, pestes o calamidades.

Siglos de evolución han permitido a la sociedad avanzar en la generación del conocimiento y en la explicación de los fenómenos naturales, lo cual no sería posible sin el surgimiento de la ciencia.

Así, en pleno siglo XXI, la ciencia y la tecnología son más relevantes que nunca. Hoy la vida diaria depende del conocimiento científico, pues no podríamos entender el día a día —por ejemplo— sin los servicios de telecomunicaciones; las fuentes de energía como la electricidad y los hidrocarburos; y en el contexto de la pandemia del covid-19, los beneficios de los rápidos descubrimientos de las vacunas que han salvado miles de vidas.

Sin embargo, los retos que enfrentan las sociedades no son menores y tampoco individuales. Por ello, desde 2015 todos los Estados miembros de las Naciones Unidas aprobaron 17 objetivos como parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Entre los objetivos alcanzados se encuentran: el fin de la pobreza; salud y bienestar; energía asequible y no contaminante; así como el cuidado del clima, por citar algunos importantes. Para poder cumplirlos, la investigación científica será la base para materializarlos y hacer que sus beneficios lleguen a todas las personas; es por ello que los Estados deberán realizar inversiones mayores y estratégicas.

Y es que, aunque el gasto en investigación aumentó en la mayoría de las regiones entre 2014 y 2018, según datos de la Unesco, el 80% de los países sigue invirtiendo menos del 1% de su PIB en investigación y desarrollo.

En nuestro país la inversión en ciencia sigue siendo insuficiente, pues México destinó en 2018 tan sólo el 0.31% del PIB y contó con 260 investigadores por cada millón de habitantes.

La cifra nacional contrasta con países como Estados Unidos de América, que en el mismo año contó con una inversión del 2.84% de su PIB y 4,412 investigadores por cada millón de habitantes. Otros países como Brasil o Argentina invirtieron en 2018 1.26% y 0.54%, respectivamente, superando así a nuestro país en cuanto al número de investigadores, pues cuentan con 888 y 1192 por cada millón de habitantes, respectivamente.

La pandemia de covid-19 sorprendió al mundo entero con esta escasa inversión en ciencia, pero —hay que decirlo— los países que sufren consecuencias más devastadoras son aquellos que menos han apoyado la investigación científica.

Los países con mayor investigación científica son los inventores y dueños de las vacunas que hoy el mundo entero necesita, y han dejado rezagados a los países empobrecidos e incapaces de producir sus propias vacunas, haciendo depender a su población de lo producido científicamente en otras latitudes.

Hoy, como nunca antes, la inversión en ciencia debe ganar espacio en la agenda pública, en la legislación y en el diseño de políticas públicas, pues la verdadera soberanía comienza por la libertad de pensamiento.

Escuchar y atender lo que los científicos pueden aportar redundará —no tengo dudas— en un mejor futuro para el progreso de nuestro país. No debemos seguir mirando con indiferencia y menosprecio al conocimiento científico, porque ya la catástrofe sanitaria nos ha dado una dura lección.

Como Corolario, las palabras del teólogo alemán Martín Lutero: “Cuando prospera la ciencia, todo prospera”.