
José Luis Camacho Acevedo
Termina un mes de mayo que, sin duda, ha sido anticlimático para la presidenta de México Claudia Sheinbaum.
Todavía sin resolver las demandas de la CNTE, que son política y económicamente peticiones que no se pueden cumplir, la presidenta de México ha tenido que soportar las secuelas negativas de una serie de eventos que le fueron heredados y que, en cierto modo, le han acotado su margen de maniobra en lo que se refiere al control de la demanda social del país.
La institución presidencial sigue siendo muy fuerte en nuestro país.
Por ello la aprobación popular de la mandataria mexicana sigue por arriba del 60% según las encuestas realizadas por diferentes medios de comunicación.
Sheinbaum tiene un carácter de una firmeza probada.
La historia de las crisis presidenciales es larga.
Desde el rumor del golpe de estado contra Luis Echeverría hasta el pasado inmediato del ejercicio de López Obrador, todos los presidentes han tenido periodos de turbulencia que los especuladores de siempre aprovechan para crear fantasiosos escenarios de inestabilidad.
López Portillo terminó su sexenio en medio de una crisis de gobernabilidad que le dificultó designar a Miguel de la Madrid como su sucesor.
En su momento De la Madrid tuvo un momento de gran desconcierto a partir del sismo de magnitud de 8.1 cuando cerca de las 7 de la mañana sacudió a la Ciudad de México.
Salinas de Gortari inició su sexenio bajo la duda de haber sido derrotado por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones que dieron origen a la fundación del PRD, con la franquicia que le cedió el PSUM que tenía como gran líder a Heberto Castillo.
Salinas superó la desconfianza popular que tuvo en el inicio de su gobierno gracias a la operación de control político que realizó Don Fernando Gutiérrez Barrios quien logró construir un nuevo entramado de las instituciones electorales y así terminó con los embates de oposiciones como las que encabezaron Porfirio Muñoz Ledo y el Jefe Fernández de Cevallos.
Ernesto Zedillo sufrió las consecuencia de la inestabilidad política a causa del llamado “error de diciembre” que provocó una devaluación del peso muy relevante.
Zedillo, que llegó a la candidatura presidencial después de los llamados asesinatos políticos. Colosio y Ruíz Massieu.
Luego llegaron Vicente Fox y Felipe Calderón, que representaron una alternancia que no se tradujo en la reducción de las desigualdades sociales que aún sigue padeciendo el país.
El PRI recuperó el poder con Enrique Peña. Pero el sexenio del último ejemplar del Grupo Atlacomulco terminó con aprietos de credibilidad causados por las denuncias de corrupción de sus colaboradores (La Estafa Maestra como caso relevante) y la inseguridad creciente.
López Obrador llegó al poder gracias en gran medida del hartazgo de una sociedad cansada de la corrupción y sus fenómenos asociados.
Le cayó la Pandemia del Covid encima, y con habilidad se salió del grave evento y se concretó a gobernar a base actos espectaculares como la construcción de obras que, lamentablemente, resultaron fallidas con el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas y al todavía solitario aeropuerto Felipe Ángeles.
La institución presidencial resistió todos esos momentos de crisis y los mandatarios terminaron sus sexenios superando las dificultados.
Claudia Sheinbaum sin duda que logrará una conducción política nacional que la siga convirtiendo en una presidenta fuerte y de carácter firme.
Demos tiempo al tiempo.