
Felipe
León López
El
título del presente artículo es una provocación para afirmar que rumbo al 2021
habrá dos bloques político-partidistas conservadores que estarán buscando ganar
15 gubernaturas y, sobre todo, la mayoría de los 500 legisladores de la Cámara
de Diputados. No pretendo crear una discusión sobre la adopción de la categoría
de “neoconservadurismo” para referirme a los partidos políticos y sus ofertas
en nuestro país, sólo pretendo apuntar que los dos bloques tienen
predominantemente tradiciones ideológicas y políticas aplicadas derechistas más
que izquierdistas. No dudo que vendrán a decirnos que eso sólo aplica para los
analistas estadounidenses que se refieren a las corrientes críticas a la
política exterior de ese país.
Francisco
Coll Morales, internacionalista, hace unos años hizo una breve y concreta
descripción del “neoconservadurismo” que, a diferencia del progresismo, se
centra en el apoyo a las fuerzas militares. Siempre centrando las ideas en el
terreno de la política exterior y las relaciones internacionales.
Asimismo,
esta filosofía política siempre está en contraposición al progresismo, pues
duda sobre cambios de la moral tradicional (aborto, unión de parejas del mismo
sexo, empoderamiento de la mujer, paridad de género). El neoconservadurismo
presenta diversidad de opiniones en materia de libre comercio, a veces a favor
o en contra. Además, y como hemos observado, apoya al liberalismo y al
individualismo por encima de toda corriente que abogue por el colectivismo o la
autogestión de los pueblos. Por supuesto, tiene alta dosis religiosa en su
discurso y es convocante autoelegido de la salvación de los demás.
Lo
anterior viene a cuenta porque se ha querido hablar de que habría en nuestro
país dos proyectos distintos: “de izquierda” y de “derecha”, cuando en realidad
ambos bloques tienen los mismos fines, mismos métodos, mismos orígenes y misma filosofía,
como se observa en los dos párrafos anteriores.
Es
el caso de Morena, al que se han subido los aliados del maoísmo del PT y el
ultraderechista PVEM; y se esperaría que organizaciones de derecha como Redes
Sociales Progresistas y el partido confesional PES hagan alianza con ellos si
logran retener el registro, pues éstos competirán sin alianzas según lo marca
la ley. Del otro bloque en ciernes, ahora atraídos por el “Sí por México” están
el histórico PAN y dos organizaciones de centro-izquierda: MC y PRD, a los
cuales habrán de poderse subir candidatos ciudadanos.
Norberto
Bobbio en su libro Derecha e Izquierda, Razones y Significados de una
distinción histórica, nos recuerda —luego del fracaso del “socialismo real”
encabezado por el bloque soviético y países aliados, y de los regímenes
dictatoriales de derecha— que toda concepción totalizadora de la historia
podría considerarse superada dentro del modelo de democracia liberal. Si bien hay una crisis de las ideologías, que
a veces parecen confundirse o diluirse, pero no es así: se diferencian en sus
objetivos y en los métodos para alcanzarlos cuando éstos realmente son
diferentes. En el caso de México, no; las ideologías son confusamente
conservadoras, aunque el discurso y la narrativa de los formadores de opinión
del régimen digan lo contrario.
Por
ejemplo, Jorge Zepeda Patterson, una pluma afín al régimen, como otras más que
han buscado descalificar la eventual coalición PAN-MC-PT-Sí Por México, publicó
la semana pasada que, a diferencia de Estados Unidos donde “la polarización se
canaliza en los dos grandes partidos políticos, Demócrata y Republicano, en
México sólo uno de los polos tiene una expresión electoral: Morena, el partido
del México de los desfavorecidos. Mientras eso siga así, López Obrador no tiene
de qué preocuparse”.
Lo
anterior para anticipar que el bloque opositor sería prácticamente imposible, y
remata con una embestida descalificadora, y tramposa, acusando pasado salinista
del mismo: “el PRIAN es resultado de un largo proceso histórico. Salinas fundó
la primera piedra del futuro híbrido al robar algunas banderas y postulados del
viejo partido blanquiazul: privatizaciones, fusión con la iniciativa privada y
sus cuadros, achicamiento del Estado, aversión a los líderes sindicales y
gremiales (excepto como instrumento de control), abandono de los sectores
populares (excepto como clientela electoral).
A
su vez, el PAN fue perdiendo la dimensión humanista incrustada en sus cimientos
para entregarse en brazos de la nueva religión del tecnócrata que el PRI había
puesto en boga (y nada lo ilustra mejor que el perfil de Ricardo Anaya, su
último candidato a la Presidencia)”.
A
Zepeda Patterson poco le indica que los principales cuadros operativos del
gobierno del “partido de los desfavorecidos” sean precisamente quienes operaron
para el denostado expresidente Salinas y expresidentes priistas (Echeverría,
López Portillo, De la Madrid y Zedillo) y que otros más tengan sus orígenes en
el PAN foxista y calderonista o el empresariado más derechista que hay en
México.
No
dice don Jorge que los cuadros de la vieja izquierda, por ejemplo, están
relegados a otras áreas: cultura, medios públicos y pocos cargos en donde se
administran las políticas públicas claves. Es un análisis tramposo porque, a
más de seis meses de las elecciones, quieren descalificar el intento de la
oposición por ir en alianza y anticiparles su posible derrota.
Las
condiciones para las elecciones del 2021 están cambiando y eso les tiene
preocupados en el gobierno federal y en MORENA, pues sus aliados electorales
serán el PT y el PVEM, que ya está causándoles problemas. Los otros, Fuerza
social, RSP y PES, tendrán que retener el registro en las urnas por su propia
cuenta y después entonces podrían ser aliados en el Congreso.
Para
los opositores, los resultados de Coahuila e Hidalgo marcaron un giro
sorpresivo y han comenzado a entender que sí hay desgaste del gobierno de AMLO,
sí hay inconformidad con su administración y sí pueden acabar con la luna de
miel. Una clave para avanzar, sin duda, será lanzar nuevos rostros, nuevas
ofertas y, sobre todo, superar y evitar que figuras públicas repudiadas sean
recicladas por ellos en sus postulaciones (ello incluye a los expresidentes y
excandidatos presidenciales derrotados), pues ello sería darle la razón a Jorge
Zepeda: no son competitivos y no hay de qué preocuparse. Bueno, ésa es mi
apreciación desde este lado de la ciudadanía.
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