Para poder explicar cómo evoluciona la sexualidad con la edad es fundamental tener presentes distintas variables. Las principales son la biológica, la psicológica y el contexto social.
Basándose en los estrógenos del sexo femenino, los treintas se llega al punto álgido de la sexualidad; en los hombres, se centró en su testosterona, y expuso que la cantidad más elevada se produce a los 17 años, donde situó el pico del deseo.
Alrededor de los 20 años se establece una lucha entre un cuerpo preparado y una mente que se enfrenta a muchos cambios. Es una etapa marcada por el desconocimiento, las inseguridades y el descontrol. Aparecen también muchas disfunciones sexuales: en los hombres, eyaculación precoz y disfunción eréctil mayoritariamente; en las mujeres, dolor y dificultad para alcanzar el clímax. No debemos obviar la parte social. A estas edades más jóvenes la sexualidad está llena de mitos y provoca una presión constante: en los hombres, de mantener una erección perfecta durante horas; y en las mujeres, de tener gran cantidad de orgasmos.
A los 30, estos mitos van desapareciendo gracias a las experiencias sexuales vividas. Aumenta la seguridad en uno mismo, así como la independencia y la libertad. Pero también crecen las responsabilidades y el estrés, y el tiempo para uno mismo o la pareja disminuye. Todo ello empieza a afectar al deseo sexual. Hay pocos espacios disponibles para la intimidad y se priorizan otros aspectos, como el trabajo y las obligaciones familiares.
Los 40 años pueden ser una gran etapa, si se llega a esta edad bien ubicado, con los retos y objetivos personales cubiertos. Nos conocemos mejor a nosotros mismo y sabemos lo que nos gusta o lo que no. Sin embargo, acostumbran a entrar en la ecuación otros factores, como la educación y el cuidado de los hijos (si se tienen), lo que incide en la falta de tiempo y el aumento de las obligaciones.
Llegando a los 50 parece que todo se calma. Pero en el caso de las mujeres llega la menopausia y los cambios corporales se acentúan, normalmente acompañados de síntomas físicos de malestar. Todo eso hace que, en algunas mujeres, el deseo disminuya. Otras se sienten liberadas. Para los hombres también puede ser una época compleja, ya que muchos empiezan a sufrir dificultades de erección. Toca adaptarse a esos cambios.
A los 60-65 años aparece el síndrome del nido vacío, el momento en el que los hijos se van de casa. Es una gran oportunidad para reconectar con uno mismo y con la pareja. Hay tiempo y ya se sabe lo que se quiere. Pero la caída en picado de las hormonas sexuales no ayuda. Toca adaptarse a esos cambios en la respuesta sexual y descubrir nuevas formas de vivir la sexualidad.
Cada etapa tiene su riqueza y sus carencias, lo único que podemos hacer es aprender a adaptarnos para poder vivir la sexualidad desde una perspectiva positiva. De cada uno depende cómo experimentarlo.