Luis Acevedo
Pesquera
¿Cómo nos irá
con Biden en la Casa Blanca? Esa es la pregunta que muchos mexicanos nos
hacemos porque el gobierno que encabeza el presidente López Obrador ha aplicado
frente a la campaña electoral de Estados Unidos la misma estrategia frente a
los efectos económicos derivados de la pandemia: ninguna.
Pareciera que en
Palacio Nacional existe la convicción de que Donald Trump se reelegirá, con lo
que los próximos cuatro años el gobierno de la Cuarta Transformación podrá
seguir enganchado en la relativa tranquilidad que le significa una “amistad”
basada en los diferentes términos de la demagogia populista y que pasan por la
lisonja y el sometimiento para hablar públicamente de respeto.
Muy
probablemente lo que ha prevalecido es falta de entendimiento de una relación
compleja y asimétrica que solamente, en muy contadas ocasiones, ha sido de respeto
entre las partes, entendimiento y colaboración. Hoy prevalece la desconfianza
debido a la percepción de que México no ha sido capaz de garantizar a plenitud
para la Casa Blanca de tres temas prioritarios: la seguridad, el combate al
narcotráfico y la estabilidad en la frontera, a pesar de la fuerza militar
desplegada para impedir el paso de migrantes nacionales y extranjeros.
Hay otros temas
otros temas relevantes, sin duda. Pero esos son los sobresalientes y son los
que más han presionado a la relación entre los gobiernos de México y Estados
Unidos, como pudimos apreciar en el único viaje al extranjero del presidente
López Obrador quien, en su discurso en Washington agradeció a Donald Trump
porque “usted no ha pretendido tratarnos como colonia”.
Es probable que
el mandatario mexicano y sus colaboradores, más que entender el sentido de la
diplomacia, cayó en la trampa del presidente Trump que en materia de relaciones
exteriores ha recreado la famosa “Teoría del loco” desarrollada por Richard
Nixon durante la guerra de vietnam y que consiste en mostrarse frente a los
enemigos como alguien impredecible y siempre dispuesto a ir al combate, para
disuadir al contrario de actuar contra los intereses nacionales.
De ahí la
timidez frente al muro fronterizo -del que no hay certidumbre de que los
mexicanos en realidad no estemos financiando el loco capricho del todavía jefe
de la Casa Blanca-, la renegociación del Tratado Comercial con Estados Unidos y
Canadá en términos desventajosos para la economía mexicana que será más
dependiente de la del país vecino, las concesiones en materia de derechos
humanos para los migrantes y el tema de seguridad, en donde Washington lanzó un
dardo envenenado al detener a un miembro del Ejército mexicano, pilar de la
Cuarta Transformación, por vínculos con el narcotráfico y que es parte de la
“Teoría del loco”.
En unas horas la
historia puede cambiar y, como resulte, la relación bilateral será más difícil
para nuestro país.
Si Biden gana
podría haber matices en el trato rudo, especialmente en materia diplomática y
eventualmente en las condiciones migratorias, pero difícilmente se verán
cambios sustanciales en los asuntos de seguridad y especialmente en economía,
porque si con los republicanos no fue sencillo, nunca ha sido distinto con los
demócratas.
Recordemos que
los acuerdos incorporados finalmente en el T-MEC incluyeron medidas más rígidas
para México en materia laboral, inversiones privadas, energía y el sector
agropecuario que las existentes en el viejo TLCAN o lo que hubiera deseado
López Obrador, lo que obliga al gobierno mexicano a llevar a cabo cambios
sustanciales en sus políticas de desarrollo.
Joe Biden, para
el gobierno de la Cuarta Transformación, ha sido una variable secundaria que
podría corresponder a su imagen bonachona y generosa, pero alejada del salón
Oval de la Casa Blanca.
Pero si la
realidad se impone a la ficción que, parece ser, se ha creado en Palacio
Nacional, nuestro país tendrá que afrontar nuevamente momentos complejos por la
falta de una estrategia clara de la nación que queremos en el concierto global.
@lusacevedop