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Consejos para vivir más años según la ciencia

por Redacción
24-02-2022

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El envejecimiento no es un proceso necesariamente ineludible, pues la naturaleza nos demuestra que existen maneras de evitarlo. Por ejemplo, parece que algunas medusas son inmortales, ya que sus tejidos nunca se degeneran. Es el caso también de la hidra, que vive hasta 1400 años a base de reemplazar células viejas por nuevas. En cambio, en el caso de las tortugas y de las ballenas es un proceso extremadamente lento, mucho más que el nuestro, por lo que estos organismos se han convertido en objeto de estudio para entender en qué se diferencian de nosotros. Asimismo, aunque algún día entendamos cómo consiguen dilatar su estancia en nuestro planeta, seguramente será difícil que podamos trasladar a los humanos el complejo entramado genético y celular que debe determinar su resistencia al paso del tiempo.

    Aún no hemos encontrado una manera efectiva de frenar o reducir esta degeneración de los tejidos.

Con todo, sigue intacta la esperanza de que podamos encontrar alguna manera de ralentizar nuestro proceso de envejecimiento. Tras unas cuantas décadas de intensa investigación, tenemos ya un listado bastante completo de los mecanismos que definen los cambios que vemos con el paso del tiempo en nuestros órganos. A nivel microscópico, y simplificando un poco, lo primero que encontraremos es que las células se “estropean” día tras día. El paso del tiempo causa una serie de cambios específicos que asociamos a la edad avanzada. Estos no son otra cosa que la consecuencia del mal funcionamiento de determinados tejidos celulares que, llegado el momento, no pueden seguir activos. Existe, por tanto, una “fecha de caducidad” inscrita en nuestros genes (y sin duda modificada por el entorno) que, según algunos expertos, nunca sobrepasaría los 130 años de edad (Jeanne Calment, la persona más longeva registrada hasta la fecha, vivió hasta los 122 años).

Vendedores de humo

A pesar de los conocimientos actuales, y de lo que leemos a veces en la prensa, aún no hemos encontrado una manera efectiva de frenar o reducir la degeneración de los tejidos. No existe, en estos momentos, ningún fármaco, crema o procedimiento aprobados por las autoridades sanitarias que demuestren, de forma científica, su capacidad de retardar los procesos biológicos del envejecimiento. Esto no quiere decir que no sea posible, sino que necesitamos más tiempo para diseñar formas efectivas de frenar aquellos eventos moleculares que sabemos influyen de forma decisiva en el proceso de deterioro de nuestro organismo.

Con todo, ya existe una industria montada en torno a productos y estrategias anti-envejecimiento que, tan sólo en Estados Unidos, genera 75.000 millones de dólares al año. La mayoría de ellos se basan en algún descubrimiento relevante, aunque siempre son datos preliminares de laboratorio que aún hay que validar en humanos. Además, los organismos regulatorios oficiales que aprueban los fármacos destinados al consumo humano no intervienen en el mercado de los llamados “suplementos”, término con el que se conocen estos productos. Como es lógico, los resultados que se observan en un entorno artificial o en animales no pueden no ser los mismos cuando se llevan a cabo en personas, por lo que es importante la validación científica para asegurar la efectividad de estos tratamientos.

La píldora de la eterna juventud

Según un grupos de expertos, pronto verá la luz el primer fármaco con efectos reales gracias al boom que ha vivido la ciencia del antienvejecimiento en la última década. Actualmente, se cree que existen nueve factores responsables del envejecimiento de los tejidos, los cuales determinan los efectos del paso del tiempo en nuestro cuerpo. Ya se están probando en animales varias estrategias destinadas a bloquear uno o más de estos factores, las cuales prevén, entre otros, alargar los telómeros, recuperar las células madre, eliminar los cambios epigenéticos en el ADN, reducir el daño oxidativo o definir alguna forma de restricción calórica.

    Necesitamos más tiempo para diseñar formas efectivas de frenar estos eventos moleculares que sabemos que influyen de forma decisiva en el envejecimiento.

De todas ellas, la que parece tener más posibilidades de éxito a corto o medio plazo es la eliminación de las células viejas, también conocidas como senescentes. Muchos de los procesos que llevan al envejecimiento acaban generando este tipo de células que, poco a poco, llenan los tejidos celulares e impiden que el resto hagan sus tareas habituales, por lo que, a largo término, los órganos dejan de funcionar correctamente. La limpieza de los tejidos celulares podría realizarse con una nueva generación de fármacos, los llamados senolíticos, que son objeto de diferentes investigaciones científicas.

Un medicamento senolítico es cualquier compuesto capaz de destruir células senescentes sin tocar el resto. Su efectividad ya ha sido experimentada con éxito en animales de laboratorio y existen ensayos clínicos en humanos que estudian sus efectos en enfermedades relacionadas con el envejecimiento y con un exceso de células senescentes, como podrían ser la fibrosis pulmonar, el cáncer o el Alzheimer.

Se prevé que los senolíticos sean utilizados inicialmente como tratamiento adyuvante de ciertas enfermedades, pero a la larga también podrían llegar a ser consumidos periódicamente para evitar los efectos nocivos de la acumulación de células senescentes, es decir, para retardar el envejecimiento. Para que esto ocurra, es imprescindible que los senolíticos no presenten los efectos secundarios que, lamentablemente, presentan a día de hoy, por lo que posiblemente haya que esperar la llegada de una segunda generación de fármacos para que su uso pueda generalizarse y ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas.