Para la mayoría, la masturbación es un juego que aprendemos en nuestra adolescencia, probablemente escondidos del resto, en una casa de la que no somos dueños, con no poco miedo a ser descubiertos in fraganti. Una vez encontramos nuestra manera más eficiente de alcanzar el orgasmo no vemos ninguna razón para modificar nuestra rutina y los malos hábitos que podamos haber adoptado en nuestros inicios es probable que se acaben propagando por toda nuestra experiencia masturbatoria, hasta el fin de nuestros días.
Y ahí queríamos llegar, para los más rezagados, para decirles que la vida todavía nos depara sorpresas hasta en cosas tan familiares como el amor a uno mismo. Porque no se trata solo de miedo a ser sorprendidos, además. Muchos cargan con la vergüenza aprendida durante sus primeros años de exploración sexual en entornos cargados de prejuicios o innecesariamente hostiles.
Así que si llevas masturbándote de la misma manera desde que eras un chamaco, tal vez haya llegado el momento de que sacudas un poco tu imaginación y la pongas a pensar en qué puedes hacer por añadirle un poco de aliño a tu onanismo, y así asegurarte, antes de que sea demasiado tarde, de que no has dejado ninguna casilla sin marcar en tus demostraciones de amor hacia ti mismo.