Luis Acevedo
Pesquera
Cuando la
intención está por ver la vida con optimismo… ¡Pum! La realidad se impone.
Los efectos de
la pandemia del coronavirus han sido apabullantes.
Desde marzo se
desató una inesperada crisis sanitaria que agravó los problemas económicos que
veníamos arrastrando desde el inicio de 2019 y se intensificaron también las
deficiencias en materia de seguridad en todo el país.
Las autoridades
desatendieron sus consecuencias y solamente tomaron en cuenta algunos de los efectos
más visibles de la emergencia, como cubrir la atención hospitalaria para los
enfermos más graves, garantizar que en el país no faltara dinero durante el
periodo de confinamiento y dotar de recursos a los sectores clientelares del
gobierno, que se acompañó de un programa de contingencia basado en obras de
infraestructura cuyo alcance en materia de inversión productiva y empleo resultan
ineficientes por su larga maduración y por sus limitaciones como detonadores de
consumo para la totalidad del país.
En el proceso,
se han ido demoliendo las bases para construir una estructura de participación
económica capaz de enfrentar las consecuencias de la pandemia, con lo que se mantuvieron
paralizados los intentos para invertir ante el temor de que cualquier decisión
se cancele, no por sus méritos sino a mano alzada.
Las
consecuencias las vimos de manera contundente con el desplome de la economía
mexicana a una tasa anual de 19 por ciento en el segundo trimestre del año.
Pero la realidad
nos acaba de dar otro duro golpe que expone con claridad la profundidad y
magnitud de la crisis.
En mayo, la
Inversión Fija Bruta (IFB) registró una caída de 38.4 por ciento comparado con
el mismo mes de 2019 y con relación al mes de abril de este año, la contracción
es de 4.8 por ciento, números que muestran con crudeza la ruda realidad (https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2020/imfbcf/imfbcf2020_08.pdf).
Pero como
comentaría en Twitter Julio A. Santaella, presidente del INEGI, este derrumbe ocurre
después del desplome de -28.9 por ciento de este indicador en abril, el primer
mes de emergencia sanitaria nacional por la Covid-19 y solamente se había
registrado un nivel similar en junio de 1997, aunque en agosto de 1995, en
medio de otra crisis, se observó un valor todavía más bajo.
Este indicador es
uno de los más importantes de la economía porque examina las inversiones realizadas
en maquinaria y equipo de origen nacional e importado y las de construcción; además,
refleja con frialdad las expectativas reales de confianza en el país y en su
gobierno.
Con este dato se
acumulan 16 meses consecutivos con de tasas negativas en materia de inversión,
periodo que coincide con la gestión del actual régimen.
Pero no todo
queda ahí.
El Consumo
Privado Interno acumuló una caída anual en mayo de 2020 de -9.9 por ciento, en
donde los bienes importados descendieron -15.2 por ciento, especialmente los
duraderos que cayeron -27.6 por ciento.
Para entender la
profundidad del desplome del Consumo Privado Interno en el marco de la
emergencia sanitaria, solamente en junio, pero de 2009, se observó una caída
comparable.
La magnitud de
estos indicadores es directamente proporcional a diversos factores de política
económica que, incluso, desaprovecharon la coyuntura de la pandemia de la
COVID-19 para emprender un programa integral de reactivación económica.
Para enfrentar
la emergencia, se prefirió un magro decálogo de acciones políticas que
marginaron al sector privado, a los trabajadores de la economía formal y se
descartó la revisión de la insuficiente estructura fiscal en la que se basa el
programa gubernamental de ayuda social.
Además, se consolidó
el plan de decidir a mano alzada en materia económica, como ocurrió con el
aeropuerto, el tren Maya y, ya en medio del confinamiento, con la construcción
de una planta de mil 400 millones de dólares de la cervecera Constellation
Brands en Mexicali, Baja California; hacia adelante, está también la
posibilidad de echar por tierra mediante consulta popular la inversión para una
planta de amoniaco en Ahome, Sinaloa.
La realidad en
materia de inversión y consumo exponen con toda realidad, lo difícil que será poder
plantearse un porvenir optimista para México, más cuando se insiste en decidir
el futuro del país a mano alzada.
@lusacevedop