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Del comité al servicio de una minoría rapaz

por Eduardo Ibarra Aguirre
18-07-2022

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Algunas de las definiciones más criticadas por los intelectuales orgánicos y los comentócratas, aparte de la oposición partidista y empresarial coaligada bajo la dirección de Claudio X. González, son las que se refieren a la naturaleza de los gobiernos que padecieron los mexicanos con Miguel de la Madrid (1982-88) y hasta Enrique Peña (2012-18), pasando por los de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, de 1988 al 2012.


Expresiones políticas presidenciales que son descalificadas en automático por carecer del manejo de “conceptualizaciones”, como decía engolando la voz Rafael Pérez Gay y otros simplemente se quedaban en simplonas descalificaciones porque los juicios de López Obrador son para ellos “simplificaciones extremas”, como dijo al arrancar la 4T un periodista vinculado al Revolucionario Institucional en su expresión más impresentable como es el ahora procesado Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre.


El sábado 16, en el puerto de Veracruz, Obrador volvió a la carga con su visión sobre el tema y lo singular es que lo hizo durante la inauguración de una planta de la trasnacional Nestlé, uno de los 200 corporativos dueños del convulso mundo con incierto futuro.


Allí AMLO postuló sin novedad porque tiene la virtud y el defecto de  exponer ideas formuladas hace dos-tres décadas, sólo que ahora las enarbola como titular del Ejecutivo, lo que les da una fuerza desconocida por su movimiento.


“El gobierno era un facilitador para la corrupción, para convertir lo público, incluyendo el presupuesto, en beneficio de particulares. Era una oficina para entregar concesiones, y no pensar en la gente, sino sólo en los llamados negocios, business, las transas, para decirlo coloquialmente. Era un comité al servicio de una minoría rapaz. Todo eso es lo que está cambiando”.


Reconoció: “Algunos no comparten nuestro proyecto”, a los que en distintos momentos del pasado cuantificó en millones y recientemente le puso dígitos, 25 millones. Sin embargo, subrayó, era justo, necesario, indispensable llevar a cabo un cambio, una transformación en el país. Y emitió una sentencia que si bien es conocida, suena distinta en el contexto que la expresó: “Si no se hubiese actuado como lo estamos haciendo, estaríamos inmersos en una profunda crisis de ingobernabilidad... Ya no se podía sostener el viejo régimen caduco de corrupción, de injusticias, de privilegios”. Si lo anterior no es exacto y en política como en la vida absolutamente todo es relativo, sí resulta lo más probable del “hubiera”.


Y por supuesto que no podía faltar la queja sobre el aparato que, mencionó, “ha costado mucho echar a caminar al gobierno”, equiparado con “un elefante echado, reumático y mañoso, porque no estaba hecho para efectuar cosas en beneficio de todos”. Y las características tienen que ver precisamente con la función de beneficiar a lo que llama la mafia del poder (económico, criminal, político y clerical) en detrimento de la colectividad, de todos. Con respeto, dicho sea de paso, a los paquidermos disminuidos del orbe por los que rinden culto al Poderoso caballero es don dinero.


El mejor indicador de la certeza presidencial sobre la gobernabilidad existente en México consiste justo en que los propietarios de la aldea global invierten en territorio nacional y no precisamente por amor al país y los paisanos, sino porque el gran capital fluye adonde encuentra mejores condiciones socioeconómicas para reproducirse más.