Jesús Sánchez
La democracia es lo mejor que
nos ha pasado a lo largo de nuestra existencia como sociedad.
Y con su ejercicio aprendimos
que la democracia es tan dinámica que lo que ocurrió a nivel electoral hace tres
años puede cambiar en las siguientes votaciones. Nada es estático, solo el
absolutismo.
Por eso resulta difícil
hacernos a la idea de que a alguien pretenda eliminar los instrumentos de la
democracia, sobre todo los reguladores del gobierno, porque la respuesta social
no le favorece. Sería como regresar al oscurantismo.
Mientras son peras o son
manzanas, hagamos un breve ejercicio de memoria.
Cómo olvidar a aquellos personajes
que se sirvieron del poder como Ignacio López de Santa Anna que gobernó 11
veces en México y fue presidente en cinco ocasiones.
Casos distintos fueron los de
Benito Juárez, el reformista que fue presidente cinco veces y Porfirio Díaz,
otro ilustre oaxaqueño, quien se reeligió cinco veces consecutivas. Uno fue
nombrado Benemérito y al otro le armaron una Revolución.
La sociedad mexicana tardó algunas
décadas en el siglo XX en perfeccionar sus métodos para elegir a sus
gobernantes. La reelección muy en boga en el pasado hoy no es garantía de
desarrollo, mucho menos hay justificación para aquellos que se quejan de que no
les alcanza el tiempo y quieren seguir en el poder.
Ya lo pasado, pasado
En el anecdotario de la
política hay episodios que nos parecen increíbles pero no quisiéramos
repetirlos.
En las elecciones de 1976,
José López Portillo, quien se autodefinió como el último Presidente de la
Revolución, arrasó en las urnas con casi el 100 por ciento de los votos
emitidos, pues no tuvo contrincantes. Pero además se despachó con la cuchara
grande en el Congreso pues tuvo 63 de los 64 senadores y 195 de los 237
diputados federales.
Tres años después, en las
elecciones intermedias, ya en vigor la reforma política de Jesús Reyes Heroles hizo
posible que el PAN, lograra 53 curules; el Partido Comunista Mexicano 24; el
PARM 12 y el PPS 11, mientras el PRI se apalancó con 280 curules equivalentes
al 68.35 por ciento de los asientos en la Cámara de Diputados.
Pero de nada le valió, terminó
su gobierno en crisis.
El villano favorito
Pero vea usted lo que ocurrió
en la época de Carlos Salinas de Gortari, protagonista de las elecciones más
controvertidas del México contemporáneo.
En 1988 el PRI estaba en decadencia
y se reflejó en las elecciones presidenciales, mientras en el Congreso a duras
penas el PRI se hizo de 260 curules y 60 escaños. Aún así eran mayoría.
Aunque Salinas reconoció el fin de
la era del partido prácticamente único de Estado, hizo circo, maroma y teatro
para recuperar el control absoluto de Cámara de Diputados.
En las elecciones intermedias de
1991, el PRI se recuperó y logró echarse a la bolsa 320 diputaciones federales
y configuró una bancada que tuvo el 61.43 por ciento de toda la Cámara.
Por fortuna hoy la
sobrerrepresentación tiene candados.
Como dato curioso la pieza
clave del PRI para el Distrito Federal era nada menos que Marcelo Ebrard quien
ayudó a recuperar para el tricolor los espacios perdidos.
Votaciones sin sombra
El sueño ideal de algunos políticos
es no tener a nadie que les haga sombra. Para documentarnos les recomendamos
echarle una ojeada al libro Fraudes, Engaños y Timos en la Historia, del gran
periodista y escritor Gregorio Doval.
Y diga si no. Allá por el año
de 1982, en Albania, los candidatos comunistas -los únicos que participaron-
obtuvieron el 99.999938 de los votos emitidos, pues una boleta venía en blanco.
Este dato es un poema, como
diría don Fer Ramírez, pues Félix Houphouët ganó seis elecciones presidenciales
en Costa de Marfil con el 99.7 por ciento de las boletas.
Y el dato de oro es de
Charles D.B.King quien en las votaciones electorales de Liberia en 1928, se
reeligió con 234 mil sufragios, el escándalo estalló cuando se pudo confirmar
que el número total de ciudadanos con derecho a voto no superaba los 160 mil
electores.
¿Qué esperamos?
En México ha trascurrido el esfuerzo de la sociedad ha
sido de gran participación para darnos las herramientas que nos aseguren
elecciones confiables. Y lo menos que podemos esperar los gobernados es que los
gobiernos lo respeten.
Que lo esperado por analistas
y especialistas en política y democracia no es precisamente la reedición de la
euforia que causó la ola guinda en las votaciones de 2018, es cierto.
Si la sociedad logró avanzar
hasta alcanzar la alternancia del poder, lo que menos pueden hacer los
competidores a puestos de elección es a demostrar madurez, que saben ganar y
también que saben perder.
Columnómetro de Aquiles
Baeza
1.- En las redes sociales
leímos algo así como “ya chilló la rata”. ¿Será cierto?
Ocurre que maestros y
auxiliares de la UNAM no habían cobrado salarios en al menos tres meses, lo que
motivó paros en algunas escuelas y facultades. De por sí ganan poco. Ojalá y se
regularice.
2.- Saba-daba de la ASF.
El sábado por la noche no fue
como las fiestas de John Travolta. La Auditoría Superior de la Federación (ASF)
aprovechó para autocorregirse y anunciar que el costo por cancelar el NAIM
ascendió a 113 mil 327 millones de pesos y no los 331 mil millones que manejó
en un primer reporte de sus auditorías. De
un plumazo desaparecieron 217 mil 673 millones de pesos. Todo a petición de ya
saben quién.
3.- La recomendación de la
semana en La última y nos vamos de Genaro Mejía, vía LinkedIn: “Cómo convertir una
crisis en una oportunidad”. Muy buena lectura.