Felipe León López
La actual circunstancia por la
que atraviesa nuestro es que el diálogo entre el Estado, sus representantes y
la sociedad está extraviado. En consecuencia, el método para conciliar la
relación poder y sociedad, que es la democracia, alcanzada por décadas de
lucha, está siendo calificada como algo oneroso, decadente y en ruina. Por
ende, lo político, ya no es sinónimo de construcción de consensos, de orden y
bien común, sino de podredumbre y repudio. Lo peor del caso es que quienes
están sembrando esta idea son los mismos políticos.
Claro, no es un asunto nuevo,
puesto que llevamos décadas en una confrontación. Estamos debatiendo desde 1984 –cuando menos—
qué camino y modelo económico- político seguir sin lograr aterrizar uno propio.
Pero hoy en día, en medio de la peor crisis pandémica con consecuencias
sociales, políticas, culturales y económicas impredecibles, todos contribuyen
con su grano de área a sembrar odio, discordia y división.
En días hemos visto abusos de
poder: la descalificación a los adversarios muy a la ligera, la difamación
cruzando todos los umbrales de la impunidad que da el poder político, la
persecución política en forma de amenaza al ser exhibido a los tribunales de
las redes sociales y no de la justicia como debe ser en todo estado de Derecho.
Del otro lado, también se calientan
cabezas cultivando odio al bloque en el poder político, desde golpistas hasta
quienes gratuitamente los insultan sin presentar argumentos. El diálogo está
roto.
Expresión de lo anterior es la
ruptura de la Conago, que si bien ya estaba en calidad testimonial era una
figura alternativa para alcanzar acuerdos para bajar recursos y atención a las
entidades federativas cuando la representación popular (senadores y diputados)
no funciona, como sucede actualmente en la mayoría de los casos, dado que
legisladores federales velan más por el partido que por el mandato ciudadano.
Ahí están fracturados los gobernadores en tres frentes.
La relación prensa y gobierno
atraviesa por su peor momento, so pretexto de limpiar la corrupción en el
gremio periodístico y limpiar la parcialidad y discrecionalidad con que se
asignaban los presupuestos publicitarios oficiales. Desde el 1 de diciembre de
2018 el señalamiento al disenso intelectual es motivo de agresiones verbales,
que desde el poder político representan amenazas a la libertad de expresión
como lo han acusado diversos organismos internacionales. La motivación parece
ser que se quiere pensamiento único y sumisión, cuando lo que urge es
precisamente alentar esas libertades para exponer al gobierno con transparencia
y disposición a ser auscultado como nunca antes.
Una cosa sí debe estar clara y es
que los medios son mediadores entre los actores políticos y la sociedad. Los
medios y las mediaciones juegan un papel fundamental para construir ciudadanía,
porque no sólo transmiten información, sino análisis y conocimiento con el fin
de que los ciudadanos tomen mejores decisiones para su vida cotidiana, su
elección de consumo e incluso, su decisión de quién debe gobernarnos.
Las dos últimas semanas
explotaron una vez más las movilizaciones en Chihuahua por la defensa del agua
y en varias ciudades las de colectivos feministas contra la violencia a las
mujeres. A ambas expresiones se les descalifica y estigmatiza, se les acusa de
estar manipuladas y de servir a otros intereses, ignorando el que fue la
movilización social el origen del actual grupo en el poder.
Tal vez quienes se empeñan en
estigmatizar más estas expresiones en lugar de comprenderlas y darles
respuestas deban leer a Anthony Giddens, Scott Lash, Ulrich Beck y Elizabeth
Gernsheim, quienes publicaron un ensayo llamado “La modernidad reflexiva”. En
este texto analizan los cambios que ha sufrido la sociedad en general y la
familia en particular, con el paso de la Edad Media a la Era Moderna y a la
Posmodernidad.
Si las movilizaciones sociales
han logrado rupturas con el orden establecido en distintos modos (lo rural
contra lo urbano, lo religioso contra lo laico, lo proletario contra lo
burgués, la centralización contra la periferia), ahora se examinan nuevas
demandas educativas de la sociedad, con el propósito de revisar cometidos para
la educación en ese contexto: el respeto al medio ambiente, a los animales, a las
distintas expresiones de familia, los derechos de la mujer y las minorías. Por
ello, debe apelarse a la razón, al entendimiento y al diálogo, que supone
colocarse en igualdad de condiciones.
Ni qué decir en la relación poder
político- empresarios, porque es ambivalente. Un día son necesarios otros son
lo opuesto al “pueblo”, definido por ellos mismos; un día son amigos otros
enemigos; un día son indispensables otros no relevantes para la vida productiva
del país. El camino a seguir es similar a la de los gobernadores, otra ruptura:
la de las élites económicas. Y como sucede en los otros ambientes descritos con
anterioridad, no faltan los matices, desde los golpistas hasta los que mejor
desisten en continuar invirtiendo.
El saldo de esta lógica nos está
llevando a cancelar toda posibilidad de diálogo. Los actores que deben
participar en su construcción simplemente no están entendiendo la gravedad del
asunto, pues cuando no hay espacios, no hay ninguna negociación y entonces
quienes aprovechan estos vacíos son poderes fácticos que esperan esos ambientes
para operar.
Contacto: feleon_2000@yahoo.com