La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 señala en su preámbulo que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana y su esencial disfrute con dignidad.
La historia de la humanidad demuestra —de manera desafortunada— que la conquista de los derechos sólo se ha logrado a través de largas luchas para su reconocimiento. Los derechos relativos a la diversidad sexual y de género se deben entender como todas las posibilidades que deben tener las personas para expresar y vivir su sexualidad, así como sus preferencias, orientaciones e identidades sexuales y de género.
A lo largo de los siglos, la sociedad ha impuesto formas diversas de comportamiento a sus miembros que se han caracterizado por el limitado reconocimiento del derecho al libre desarrollo de la personalidad, sometiendo de forma injusta y discriminatoria a la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y demás personas con orientación sexual no heterosexual, que integran a la comunidad LGBTQ+.
Como resultado de los disturbios ocurridos en un bar Stonewall, el 28 de junio de 1969, en el barrio neoyorquino de Greenwich Village, derivados de la persecución y discriminación sistemática a los integrantes de esta comunidad que decidieron enfrentar a la autoridad, se dio inicio al movimiento moderno de liberación. De ahí que cada 28 de junio se conmemore el Día Internacional del Orgullo.
A partir de ello, en el orbe se ha venido avanzado en la garantía de los derechos de dicha comunidad. En nuestro país, de las 32 entidades federativas, 27 reconocen el matrimonio igualitario, 12 permiten la adopción homoparental, 18 reconocen la identidad de género de las personas trans, y 10 prohíben y sancionan las mal llamadas terapias de conversión.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía por primera vez realizó un ejercicio estadístico para dimensionar a esta comunidad. Entre otros resultados, se determinó que más de 5 millones de personas de 15 años y más se identifican como parte de ella. El Estado de México es la entidad federativa que cuenta con el mayor número de personas de esta comunidad, con casi 490 mil, seguido de la Ciudad de México —con más de 310 mil— y Veracruz con casi 308 mil.
Por otra parte, se determinó que si bien es en la primera infancia y la adolescencia cuando las personas se dan cuenta de su orientación sexual y de su identidad de género, son las madres quienes más conocen esta situación.
La encuesta señala que más de 781 mil personas declararon haber sufrido situaciones de rechazo social en el trabajo; y se proporcionan datos alarmantes como que más del 26% de quienes integran esta comunidad han tenido ideas suicidas —frente al 7.9% de la población heterosexual— y que sólo el 12.4% de la comunidad opina que es mucho el grado de respeto de sus derechos.
Muestra de la enorme diversidad que como sociedad vivimos fue la reciente Marcha del Orgullo, celebrada hace unos días en la Ciudad de México, que registró la asistencia —de acuerdo a cifras oficiales— de más de 250 mil personas. Se trató de un ejercicio de expresión de libertad y pluralismo.
Debemos seguir construyendo una forma de vida que garantice que los sentimientos, preferencias sexuales y el libre desarrollo de la sexualidad no sean motivo para discriminar ni restringir ningún derecho; y que la dignidad humana sea una realidad y no una simple aspiración.
Como Corolario, el pensamiento de Ana Frank: “Todos vivimos con el objetivo de ser felices; nuestras vidas son todas diferentes y, sin embargo, iguales”.