Todas las actividades de relieve entrañan riesgos y, en ocasiones, tragedias. Para el gobernante, la situación es más compleja por el bien público de por medio y por el escrutinio mediático. Lo imprevisto se impone, en ocasiones como un mero accidente, en otras, resultado de la omisión o la negligencia. Frente a un acontecimiento de impacto negativo, siempre habrá ruido, exigencia pública y cobertura mediática. Las tragedias pueden ser locales o nacionales, pero hoy, las redes sociales las convierten en globales.
En esa realidad, las razones se vuelven elusivas y es en esa compleja e incómoda circunstancia que le toca navegar al gobernante. Así ha sido siempre, incluso cuando los medios de comunicación de mayor impacto mantenían una cobertura cuidada hacia el poder político.
La situación se torna mucho más complicada cuando el siniestro está acompañado de la intervención humana o de algo que se pudo haber previsto. En esos casos no sólo es el fatalismo lo que se lamenta, sino que debe explicitarse la investigación expedita y rigurosa, aunque esto entrañe señalar a correligionarios implicados en la cadena de mando, circunstancia que adquiere mayor dimensión cuando hay percepción de responsabilidad del Estado.
El control de daños debe partir de tres aspectos: la verdad, la responsabilidad y la apertura informativa. Es un error dejar que la especulación, las filtraciones o el morbo se impongan por la falta de información, la que debe ser veraz, oportuna y al margen de la opinión o de juicios de valor. Deben tenerse presente los nuevos términos de la comunicación y la información por la irrupción digital. Por otra parte, si es el caso de actuación judicial, se debe extremar el cuidado y el rigor porque la verdad legal es lo que prevalecerá, la que se extiende en el tiempo más allá de lo previsible.
La tragedia de Ciudad Juárez deja dolorosas lecciones y pone al descubierto la magnitud del problema que conlleva la actual política migratoria impuesta por el país vecino a fuerza de amenazas e indebidas presiones complacientemente aceptadas. Es preciso no quedarse en la indignación, no basta. La autoridad, insisto, debe aportar información oportuna y veraz; debe actuar con perspectiva de estadista para dar respuesta a la causa de lo causado.