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Educación sexual ¿qué estamos haciendo mal?

por Redacción
27-09-2021

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Vivimos en un sistema que asocia la sexualidad con sexo. Y el sexo es follar de toda la vida. Pero nada tiene que ver la “follología” con la sexología. La educación sexual persigue tres objetivos: conocerse, aceptarse y disfrutar. Y para ello es importante hablar de cuerpos, orientaciones, identidades, respeto, prácticas eróticas, buenos tratos… Pero nada, que la mochila viene cargada de otras cosas.


Suena ridículo que en pleno 2021 tengamos que explicar las diferentes partes de la vulva, enseñando cómo es y cómo funciona el clítoris, que hay una parte interna y otra externa, que muchas veces hablamos de vagina cuando nos referimos a la vulva, que los labios varían en tamaño, en color… y que hay tantas vulvas como caras, como suele decir Isa Duque, La Psico Woman.


Es indignante que sólo por el hecho de tener vulva, no se te legitime tu placer. Que sigamos más pendientes del placer del otro (y digo otro, porque suele ocurrir en parejas mujer/ hombre cis) que del nuestro propio. Que en un encuentro erótico no sepamos qué nos gusta, y por ende, no sepamos pedirlo, porque pensemos que da igual lo nuestro o que da igual renunciar a nuestra propia satisfacción.

Cuando alguien habla de “follar”, seguimos pensando en penetración (también en las relaciones homosexuales es un tema) y es una práctica erótica que no satisface a todas las personas. Pero ¿Quién se atreve en un encuentro a decir: “hoy no me la metas”?. Cuando, además, muchas veces se piensa que es la única práctica con la que se puede alcanzar el orgasmo.

Respecto al porno, sería genial si no fuese un modelo a seguir, es decir, que no pensáramos que lo que vemos es la manera en la que después se desarrollan los encuentros sexuales. Pero hay vida antes de llegar al porno. Hay muchas personas que tienen un modelo erótico establecido sin haber visto porno. Hay mucha gente que sabe que el porno es una ficción, y que es lo que es, y sirve para lo que sirve. Sin embargo, echarle la culpa a eso… ¿no es lo fácil?

Lo difícil es sentarte con tu hijo (a) y explicarle que hay cuerpos diversos, que hay genitales diversos. Y que, aunque nos bombardeen continuamente con cuerpos estereotipados, hay que quererse cada une, como es.

Lo realmente complicado es decirle a tu sobrino que deje de molestar a sus amigas en el columpio. Que ellas, mientras tú haces el bruto para intentar tirarlas, no se lo están pasando bien.  En ese caso, también es difícil decirles a ellas que le digan a tu sobrino que pare, en vez de quedarse calladas o irse a jugar a otro lado. Enseñar a las criaturas a estar pendientes de que los demás se sientan bien en las actividades compartidas, a preguntar a los demás si se lo están pasando bien cuando juegan, a pedir cambios si el juego no gusta.

No es fácil sentarte con tu hija (niña cis) y empezar a hablarle del placer, de que cuando una se toca el clítoris de una determinada manera puede sentir cosquillas, que es agradable y que es una manera de conocerse. Mucho más si tu hija tiene diversidad funcional.

Tampoco es sencillo decirle a tu padre que no grite: “maricón”, cuando está viendo un partido de fútbol delante de tus hijos, y explicarle el motivo. O cuando tu madre de broma te dice que seas más femenina.

Lo sé. Es jodido. Pero si no hacemos el esfuerzo ¿en manos de quién dejamos la educación sexual? ¿de las series de televisión, los dibujos animados, del listo de la clase o del porno? En la adolescencia vamos tarde, y en la edad adulta ni te cuento.

De los 6 a los 11 años es una edad muy bonita, donde nada se duerme, donde las criaturas escuchan aunque no pregunten, y donde se les puede hablar de muchos temas relacionados con la sexualidad.