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EE.UU. consume el 80% de los analgésicos opiáceos producidos en el mundo.

por Redacción
28-01-2022

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En las primeras dos décadas del siglo XXI, cerca de 500.000 estadounidenses murieron a causa de una sobredosis relacionada con algún opioide, ya sea ilegal o recetado por un médico, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).

En el libro "El imperio del dolor", publicado en 2021, el periodista estadounidense Patrick Radden Keefe destaca que hoy los opioides "son la principal causa de muertes accidentales en el país".

"Se cobran más vidas que los accidentes de tráfico, e incluso que el más prototípicamente estadounidense de los factores contabilizados: las heridas por arma de fuego", resalta.

Radden Keefe, quien participa en el Hay Festival de Medellín y Cartagena, analiza en su obra los orígenes de esta epidemia, que fue declarada una emergencia nacional de salud pública.

El periodista investigativo de la revista The New Yorker traza los inicios de la crisis a la aparición del primer analgésico opiáceo de uso general: OxyContin, en 1996.

Su obra se centra en la oscura trama detrás de la creación y comercialización de ese popular calmante por parte de la familia Sackler, una de las dinastías más ricas de EE.UU.

Y revela cómo las agresivas estrategias de marketing que emplearon para promocionar OxyContin -una droga más poderosa que la morfina y altamente adictiva- llevaron a lo que los CDC llaman la "primera ola" de la crisis: la de los opioides recetados.

La adicción al OxyContin y a otros analgésicos opiáceos como el Vicodin y el Percocet, llevaron a cientos de miles de estadounidenses a volcarse por otro opioide, esta vez ilegal: la heroína (la "segunda ola" de la crisis).

Finalmente, muchos adictos pasaron a los opioides sintéticos, en particular el fentanyl o fentanilo (la "tercera ola" que aún continúa, y mata a unas 136 personas por día, según los CDC).

Pero la investigación de Radden Keefe revela que el éxito masivo del OxyContin no solo se debió a las inescrupulosas tácticas de los Sackler, sino que también fue clave el contexto.

Los fabricantes del analgésico -señala- aprovecharon un fenómeno que se venía gestando en el establishment médico estadounidense en esos años: una creciente obsesión por encontrar maneras de aliviar el sufrimiento causado por afecciones crónicas o menores.

"Acabó resultando muy útil el que, por la época en que los Sackler comenzaban a desarrollar el OxyContin, se estaba reconsiderando a fondo entre los médicos el modo en que se planteaba el tratamiento del dolor", cuenta en el libro.

"Entre 1990 y 1994, el consumo de morfina en EE.UU. había aumentado en un 75%", relata, sobre los años previos al lanzamiento de OxyContin.

"Según las estimaciones de la empresa, 50 millones de estadounidenses sufrían de alguna forma de dolor crónico, y justo ahí residía el mercado al que querían llegar".

De acuerdo con la Sociedad Estadounidense de Médicos Intervencionistas del Dolor, en EE.UU. se consume el 80% de los analgésicos opiáceos producidos en el mundo.

Una comisión creada en 2017 por la revista científica The Lancet para monitorear el acceso global a los cuidados paliativos y el alivio del dolor, concluyó, por su parte, que los estadounidenses reciben 30 veces más analgésicos opiáceos de lo que necesitan.

La contracara de este exceso -señaló la comisión- es que, mientras EE.UU. acapara estos medicamentos, que son los más efectivos para tratar el dolor agudo, como el que causa el cáncer o los postoperatorios, en el resto del mundo hay graves faltantes.

México solo recibe el 36% de lo que necesita. China el 16%. E India apenas el 4%.

Algunos lo llaman "la otra crisis de opioides".