
El arrastre de la pandemia de covid-19 se sostendrá en este año. El virus ha mutado y tiene efectos que aparecen como menos nocivos, pero con alto grado de contagio. La reversión de la política del gobierno chino de “cero covid” impuesta durante largo tiempo con medidas de confinamiento muy severas y que provocaron un fuerte descontento social, hacia una apertura total, ha extendido rápidamente los contagios internos y pueden desbordarse a otros países.
Las cadenas de abasto de distintos componentes de la producción generaron distorsiones muy costosas en varios sectores y aún no se han restablecido por completo. Eso ocurre en la industria automotriz, las computadoras y otros artefactos. Esto ha impulsado la relocalización de diversas industrias, entre ellas la de los circuitos electrónicos: los “microchips”.
La guerra en Europa cumple ya más de 10 meses. No hay signos de que termine, el enfrascamiento continúa con mayor despliegue de tropas y armamento. No puede predecirse el desenvolvimiento del conflicto y sus consecuencias políticas. Pero el costo humanitario sigue creciendo.
El alza de los precios de los alimentos provocado en una primera etapa por el alza de precio del petróleo y la guerra en Ucrania ha ido cediendo, pero no se estabilizan y la inflación es aún elevada.
La inflación fue el epicentro del proceso económico en 2022. El crecimiento de los precios fue ostensible y su impacto fue de índole global. A finales de 2019, el presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York sostuvo que la baja inflación era el problema de esta era. Un par de años después en todas partes el agobio inflacionario era el fenómeno predominante. Así de cambiante ha sido el escenario económico tras la larga etapa de tasas de interés cero que predominó desde 2010 hasta 2022; un periodo muy largo y de gran significado en la gestión monetaria y fiscal. La reversión de la contención del precio del crédito desata la expectativa de una recesión que algunos estiman profunda.