Felipe
León López
La vida no vivida es una enfermedad
de la podemos morir
Carl J. Jung
El
viaje del confinamiento ya está concluido. Como animales invernando salimos
desconcertados, desorientados y en búsqueda de nuestra sobrevivencia. Fueron
largos, tediosos y violentos días de encierro donde nos encontramos, reencontramos,
conocimos y desconocimos entre nosotros y las personas con las que pasamos el
aislamiento. La muerte también nos unió, nos aterrorizó y envalentonó, nos
empobreció y a otros, muy pocos, los enriqueció.
Un
confinamiento y una pandemia no tan democráticos como pensaban, pues golpeó
duró a los más pobres del mundo, aniquiló sus vidas, los aventó al desempleo, a
la quiebra de sus negocios, desapareció familias completas; otras, esperan aún
lo peor cuando paulatinamente las deudas concluyan su periodo de gracia y la
hacienda pública comience a cobrar los impuestos atrasados.
Fue
un recorrido de largos meses que dejó un saldo de más de 72 mil muertes
reconocidas y casi 800 mil contagios en las bases de datos oficiales. Que cada quien valore el trabajo de las
autoridades encargadas de atender la emergencia, porque cada muerte y cada
impacto que ésta provoca es una vida humana, una familia, un colectivo y una
sociedad. Las personas muertas son más que estadísticas, más que un minuto de
silencio y más que una consigna política. No somos personajes de Black
Mirror, sujetos a métricas aplicadas desde el poder cada mañana y cada
tarde para que vayan midiendo nuestros sentimientos por cifras.
Junto
con el cambio del rostro de la sociedad que tiene que aprender a vivir con las
pandemias, están las relaciones económicas, que hizo tambalear al capitalismo
mundial pero no lo destruyó; las laborales, que han obligado a elegir nuevos
protocolos de resistencia; de salud pública, que desnudó cuál es la situación
de cada país, y, carajo, de la educación. Covarrubias, la cual el 87 por ciento
considera que hay rezagos y poco aprendizaje en la educación por TV o en línea,
porque sencillamente nunca estuvimos preparados para enfrentar una situación
así y ni gobierno ni empresas de telefonía han logrado atender la demanda de
“internet para todos”.
Durante
el confinamiento hubo deserciones alarmantes en la educación básica: 10 por
ciento en escuelas públicas y 50 por ciento en privadas. A pesar de ello, para
el 2021 hay un recorte presupuestal del 95 por ciento para la formación de profesionales
de la educación, otros 12 programas más sufrirán recortes entre el 60 y el 70
por ciento.
Sin
pecar de apocalíptico, el confinamiento prolongado y la lenta llegada de una
vacuna, que los científicos más optimistas prevén a mediados del 2021 y los más
mesurados hasta el 2022, la pandemia también aniquiló nuestra certidumbre sobre
el futuro. Esta situación está provocando muchas frustraciones personales y
familiares, proyectos de vida que ya no serán y, por tanto, una generación de
infelices arrojados al inframundo de los desesperanzados.
Estamos
en la fase en que la pandemia está más alta, con más muertes, con riesgos de
recontagios, con movimientos ultraderechistas bordeando la irritación
individual y colectiva para atraparnos para negar el uso de cubrebocas, de
guantes, mascarillas o de vacunarnos. Paradójicamente, cuando más riesgos
corremos hemos decidido salir del aislamiento, a desafiar a la vida, porque
nuestra paciencia ha terminado como terminan nuestros ahorros y nuestra
necesidad de abrazar a los que queremos.
“En resumen, la crisis de la
pandemia atravesó de arriba abajo, en horizontal y en vertical y el Día+1
mexicano de la pandemia no llegará mañana ni en un mes ni siquiera este 2020,
ese día estará ubicado en el 2021 y entonces podremos imaginar un mundo y un
país distinto para enfrentarlo”, escribimos el 1 de mayo pasado.
Y
abundamos la prospectiva: “para cuando creamos que el aprisionamiento colectivo
ha llegado a su fin, la nueva realidad habrá de golpearnos de lleno en nuestra
conciencia porque nada será igual, la cotidianidad habría entrado en una fase
inicial de sanitización prolongada en todos los espacios y lugares públicos, de
cuidados extremos y desconfianza en la convivencia, en la movilidad y el
tránsito de un territorio a otro, pues desde ahora sabemos que el riesgo de un
rebote de la pandemia está latente. La industria bioquímica y la seguridad
sanitaria tendrán amplio camino para explotar esta nueva situación (desde
filtros, arcos de sanitización y detectores de temperatura, entre otros)”.
Ahora ya no hay otro día más,
porque lo estamos viviendo y padeciendo. Los retos siguen siendo los mismos que
cuando empezamos, pero con un déficit de credibilidad en las autoridades, con
una economía nacional debilitada y un modelo económico y político que no
quieren cambiar y adaptarse a la circunstancia que arrojó la pandemia.
Contacto: feleon_2000@yahoo.com