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El dedazo de Andrés

por Manuel Díaz
03-05-2022

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De cara a la sucesión presidencial AMLO dio a conocer dos proyectos importantes, su propuesta de reforma electoral con la que pretende hacerse del control de las elecciones de 2024 y segundo, el destape de su candidato, Adán Augusto López Hernández.

Más allá del juego sucesorio en el que figuran al menos a tres de sus pilares del gobierno, Adán Augusto, Sheinbaum y Ebrard, resulta necesario entender la lógica de su propuesta, para eso, solamente hay que recordar su pasado priista y cómo hacían antes para imponer al candidato “oficial” y garantizar su triunfo.


De vuelta al pasado

Bien se ha dicho que AMLO se quedó en 1968, cuando el PRI era un partido hegemónico, el gobierno era autoritario y los poderes legislativo y judicial eran una extensión del presidente en turno.

AMLO sólo entiende el proceso de entonces, cuando era un adolescente de 15 años que admiraba al PRI y a sus gobernantes, como Adolfo López Mateos y miembros de su Gabinete, como el secretario del Trabajo, Salomón González Blanco Garrido, cuñado de otro secretario admirado por AMLO, Antonio Ortiz Mena (padre del secretario de gobernación de Salinas, Patrocinio González Blanco Garrido y padre de la exsecretaria de Medio Ambiente y actual embajadora en Reino Unido, Josefa González Blanco Ortiz Mena), Ortiz Mena, fue secretario de Hacienda y cuñado del secretario de Industria y Comercio, Raúl Salinas Lozano, quien además de ser abuelo de la embajadora, también lo es del ministro de la SCJN, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y de la CEO de IEnova (Sempra Energy) una de las empresas energéticas consentidas de AMLO y Trump, Tatiana Ortiz Mena.

Y no sólo fueron ellos, también ha manifestado que admira a Luis Echeverría, Manuel Bartlett, Ignacio Ovalle y a otros, cuyos descendientes hoy son parte de su gabinete.

Como si volviera a esa época, AMLO quiere remembrar la nacionalización de la industria eléctrica, regresar al llamado “Desarrollo Estabilizador”, al control de precios, a su amistad con Cuba de Fidel Castro, a los monopolios estatales y al control de los Poderes de la Unión, se olvida que ya pasó más de medio siglo, que México y el mundo cambiaron y que el desarrollo tecnológico, los fundamentos económicos y políticos evolucionaron.


Destruir el legado de lucha

AMLO quiere repetir el pasado y no le importa echar atrás todos los avances democráticos que se lograron en más de 50 años.

Como él mismo lo anunció, en la elaboración de la propuesta participaron solo tres personas, el futuro candidato Adán Augusto López, el abogado y operador político Horacio Duarte y Pablo Gómez, el eterno legislador, siempre plurinominal y parásito del movimiento estudiantil de 1968.

Aquí cabe recordar que la reforma político electoral de 1996 que ciudadanizó y dio plena autonomía al órgano electoral partió del dialogo y debate de todas las fuerzas políticas, donde el PRD, a través de Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas, tuvo una importante participación. Esa reforma permitió la instalación de la alternancia y la normalidad democrática como baluarte de la política electoral del país, por cierto, hoy el ingeniero Cárdenas, respalda al INE.

En cambio, la iniciativa de López Obrador hace juez y parte al secretario de Gobernación, y empieza por pretender la desaparición del INE y el TEPJF para sustituirlos por un “Instituto Nacional de Elecciones y Consultas”, cuyos integrantes serían propuestos por el propio presidente, así la maquinaria de Morena se encargaría de imponer a los funcionarios electorales, tal como se hacía en la juventud de Andrés, cuando se decía que los funcionarios se “insaculaban”, una farsa absoluta.

También quiere que la Cámara baja vuelva a tener 300 diputados, para lo cual propone quitar a los legisladores de Mayoría y que todos se elijan por un sistema de “representación pura” donde el porcentaje de votos que obtenga un partido político será igual al porcentaje de los legisladores o miembros del ayuntamiento que tendrá. Con esta medida busca el regreso al “carro completo”, para que ningún partido pueda lograr una representación significativa en el Congreso o en los cabildos. Así no tendrá problema para legislar a su antojo.

Llama mucho la atención que en la propuesta no desaparecen los senadores de representación proporcional. ¿Por qué sí quita a los diputados y no a los senadores? ¿Cálculo político?

En la iniciativa también se contempla la eliminación de los organismos electorales locales y para dejar todo en manos del nuevo instituto, es decir, ejercer el control de las elecciones hasta de la última y más remota regiduría. Un control absoluto, tal cual lo manejaba Manuel Bartlett desde la Segob.

El gran problema es que se llegó a un punto de no retorno, ni las bondades que se proponen en la ley de pueden negociar porque con Andrés es todo o nada.


La historieta de Andrés

A AMLO le gusta asumirse como el héroe de su historieta y ,como López Mateos, pretende dejar como sucesor a una especie de Gustavo Díaz Ordaz, un “gorila” represor, por decir lo menos, que consolide su proyecto.

No olvidar que la primera intervención de Adán Augusto cuando fue gobernador de Tabasco fue presentar su iniciativa para la llamada “Ley garrote”. que imponía penas severas a quienes protestaran o intentaran detener una obra pública.

De regreso a un pasado que creímos superado, AMLO mueve las piezas en su perverso juego de sucesión, donde Sheinbaum, sin posibilidades, hace labor de sacrificio, aguanta los golpes y descarrila al opositor Ebrard, que asume que no será él y busca ser candidato de MC, un partido que podría prestarse como “palero” y con ello, lograr dividir a la oposición, como antes se hacía con el PARM y el PPS, mientras, Adán Augusto se encamina sin contratiempos a ocupar la silla presidencial.