Luis Acevedo
Pesquera
Ocupados por la
función en varias pistas del circo político instalado con las candidaturas de
Morena para Michoacán y Guerrero, encubrió la precaria situación actual de la
población infantil y juvenil mexicana que se desbarranca en la peor pérdida de
oportunidades que se haya observado en la historia reciente del país.
Enfrascados en
una batalla electoral y sin propuestas para enfrentar el porvenir agravado por
la pandemia, el gobierno ni los partidos políticos se han pronunciado en favor
de los casi 39 millones de niñas, niños y adolescentes de 0 a 17 años, que
representan al 31 por ciento de población nacional o de los 600 mil que presentan
alguna discapacidad, pero que, siendo todos ellos el porvenir nacional, hoy son
tan invisibles como las mujeres.
Veamos algunos
datos.
Afectados por la
austeridad republicana y las concesiones al magisterio que cancelaron, por una
parte, a las guarderías y, por el otro, a escuelas de tiempo completo, la
pandemia aumentó la inseguridad alimentaria en los hogares de bajos niveles
socioeconómicos.
En materia
educativa, el paso desordenado al modelo virtual, que no consideró la
desigualdad en el acceso a las tecnologías de la información no solo ahondó las
diferencias entre los estudiantes de escuelas públicas y privadas, que se
traduce en pérdida de competitividad porque amplía los rezagos, el magro
desempeño y afecta la calidad educativa, ahora elimina la prueba PISA para
encubrir la ineficacia de la política gubernamental.
Por cuanto a la
seguridad social el desmantelamiento del Seguro Popular generó cambios
importantes porque en 2018 el 57.3 por ciento de los mexicanos tenían carencias
de acceso a servicios de salud, que si bien vulneró a sus familias, fue
dramático para los infantes con cáncer, diabetes y obesidad, entre otras
enfermedades. En los nueve primeros meses de la pandemia, más de mil 600 niños
fallecieron por falta de medicamentos para el cáncer, según AMANC.
Ahora pensemos
en la población indígena, de la que el 60 por ciento no contaba con servicios
básicos en su vivienda, indica el INEGI; el 20 por ciento vivían hacinados y 15
por ciento carecen de agua potable, que los ha colocado en una situación
crítica ante los efectos de la COVID-19.
En la situación
actual del país, la participación laboral de niñas, niños y adolescentes se
incrementó en el último año y el 30.5 por ciento de los que hablan alguna
lengua indígena estuvieron económicamente ocupados en 2020, informó el INEGI y
atribuyó este deterioro debido al proceso de compensación por el desempleo de
sus padres que, además, agravó la inasistencia escolar y la pérdida de su
derecho al juego y al esparcimiento.
Para entender el
daño, en 2018, 23.9 por ciento de las niñas, niños y adolescentes ya mostraban carencias
por alimentación. En el contexto de la pandemia la vulnerabilidad alimentaria se
incrementó tanto por la caída de los ingresos familiares, como por la
suspensión de actividades escolares donde se les proporcionaban alimentos.
Desde hace más
de un año, unos 5.2 millones de niñas y niños no han ingresado a sus aulas, que
se traduce en rezago educativo, ampliación en la brecha educativa entre quienes
tienen recursos y los que no, falta de desarrollo de habilidades socio
emocionales y adaptativas, con lo que se cancelan oportunidades de bienestar
para las mayorías infantiles.
Hay que
considerar también la falta de calidad en la educación trasladada a los padres,
al hecho de que 2 de cada 10 infantes muestran síntomas de depresión, según la
UNAM y el incremento de la violencia intrafamiliar, además del incremento de la
trata y el turismo sexual infantil, que ya eran problemas graves hoy
prácticamente olvidados.
De 2010 a 2020
aumentó el matrimonio infantil de 5 a 6 niñas por cada millar de mujeres de
12-14 años, pero se duplicó en 2020 para las niñas hablantes de lengua indígena
como proporción del nivel nacional.
El porvenir de
las niñas, los niños y los adolescentes, no aparece como compromiso urgente e
ineludible entre los programas electorales de los candidatos de los partidos
políticos. Mucho menos de Morena, que proclama como lema a la transformación.
Así las cosas, no
habrá manera de que se cumpla el anhelo de los niños de Guerrero: “ni pistolas
ni amapola, queremos ver las olas…”.
@lusacevedop