Hay visiones encontradas sobre el presidente López Obrador. Para algunos es un genio de la comunicación que puede articular una estrategia eficaz para salir airoso de cualquier apuro sin perder el ascendiente del respetable. Para otros, es una persona de conducta abusiva, con la capacidad de superar toda dificultad por su falta de escrúpulos y, particularmente, su inclinación no sólo para mentir, sino para actuar en consecuencia.
Cualquiera de las descripciones es un hecho que el mandatario transita por su peor momentoderivado de las revelaciones de la forma de vida de su hijo mayor y el presunto tráfico de influencia con el rentista o vendedor de la casa que habitaba en Houston, quien resultó ser un alto ejecutivo en promoción de negocios de una de las empresas más importantes en proveeduría de Pemex.
El tema es grave porque pone en entredicho el eje de la prédica moral presidencial, la austeridad y, menos visible pero más relevante, el proceso legal que pudiera resultar del conflicto de interés. Se puede pensar que el asunto no tendrá mayor consecuencia legal y, como sucedió con la Casa Blanca de Peña Nieto, habrá alguna decisión exculpatoria. Ya el director general de Pemex hizo el intento en la mañanera; pero el tiempo va en contra. La fiscalía opera bajo su propia lógica y la investigación habría de realizarse por autoridades nacionales, y también norteamericanas. De hecho, la empresa Baker Hughes está bajo investigación por la SEC por la posible comisión de actos de corrupción en países extranjeros.
Desde el punto de vista legal nada se puede afirmar hasta que no se desahoguen dichas investigaciones. El tema por ahora es mediático, pero con consecuencias en la imagen presidencial. Según estudios de opinión, el caso le ha costado ocho puntos en el nivel de aceptación o de acuerdo presidencial. Lo que no se ha dicho es el incremento de quienes tienen un profundo rechazo por el presidente, y ese es el dato, porque constituye la génesis de la debacle no tanto de la popularidad presidencial, como de la situación de privilegio que goza su partido con vistas a las elecciones locales y presidencial.
El episodio de la pausa de las relaciones con Españainexplicable y, para no pocos, absurdo, se enmarca en esta estrategia de crear un factor distractorque cambie la discusión pública para llevarla a un plano totalmente ajeno. Por sus implicaciones es difícil creer que fue un exabrupto del presidente, mejor entenderlo como una desafortunada estrategia para cambiar el entorno adverso por el escándalo relacionado con el hijo y su nuera.
La cuestión no da para afectar el resultado de la consulta de revocación de mandato. Sí para las próximas elecciones. Con o sin razón, propiciada por la soberbia de la dirección nacional de Morena, igual que la del PRI en el pasado, se hizo creer que habría carro completo. Pero, desde ahora se advierte que no será un día de campo, como tampoco fue la elección de 2021. Debe tenerse presente que tres elecciones de gobernador se resolvieron por una diferencia muy estrecha. Para Morena habrá sentimiento de derrota si no prevalece en cinco estados. El deterioro del ambiente en el que se desarrolla la elección puede significar un resultado adverso en tres de los seis estados.
Peor es el año previo a la elección presidencial; la situación se anticipa sumamente incierta para la coalición gobernante. Coahuila perfila un resultado favorable al PRI y en el Estado de México ha habido un deterioro significativo de las principales figuras políticas locales, singularmente, Delfina Gómez y Horacio Duarte, además de los pésimos gobiernos municipales que llevaron a amplias y generalizadas derrotas en 2021.
Un resultado adverso en 2022 y/o en 2023 propiciará una crisis importante al interior del círculo cercano del presidente. El dilema será construir una candidatura alternativa a la de la doctora Sheinbaum o entregar el poder a un proyecto diferente dentro del mismo grupo o jugársela bajo la falsa tesis de que la oposición no tiene un candidato presidencial competitivo.
Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto