Carlos Ramírez
El destino de la reforma judicial en debate legislativo comenzó mal:
una cosa era que el ministro Arturo Zaldívar Lelo de la Larrea hubiera sido
coautor y otra que se pegara como rémora a la fuerza política del
presidente de la república y se dejara ver como el único abogado capaz
de ponerla en marcha.
Por eso la sumisión del ministro Lelo y de paso de la Corte
que presidía quedó desvirtuada aquel día de febrero de 2020 en que el
presidente López Obrador firmó la iniciativa para enviarla al legislativo.
De la breva intervención del ministro Lelo quedó para la historia el uso de
conceptos de enorme carga política coyuntural porque fue incapaz de usar
palabras propias para definir el alcance de una reforma necesaria:
La iniciativa presidencial busca “lograr que renazca la
esperanza de la gente en la justicia”.
El debate sobre la ley de reforma judicial, con sus avances
y desviaciones, ha quedado resumida en la posibilidad o no que el
ministro Lelo prorrogue su mandato como presidente de la Suprema Corte dos años
más y de paso le regalen unas semanas adicionales porque la extensión
llevaría más allá de su mandato constitucional estricto como ministro antes de
pasar a retiro.
Pero el ministro Lelo ha sido un audaz político acomodaticio:
llegó por apoyo del presidente Calderón, se sostuvo pactando con el presidente
Peña Nieto y fue nominado presidente de la Corte en enero de 2019 por el apoyo
del gobierno actual.
Pero el papel del ministro Lelo como encargado de uno de
los tres poderes autónomos de la república ha quedado sometido al ejecutivo. En
el debate el año pasado sobre la propuesta del presidente López Obrador de una consulta
para preguntarle al pueblo si se debía aplicar la justicia a expresidentes como
presuntos delincuentes, el ministro Lelo cometió errores de sumisión.
En la discusión en el pleno, por razones de tradición el ministro presidente
participa con su ponencia al final de los demás ministros para no inducir
tendencias. Sin embargo, el ministro Lelo se agandalló la primera
intervención con un discurso político y no jurídico para entrarle a la caracterización
politológica de la justicia y fijar línea a la Corte sobre la democracia
participativa vía consultas.
Ahora la aprobación de la reforma judicial entró a debate
por un transitorio de última hora propuesto por el precandidato priísta-muratista
a la gubernatura de Oaxaca, Raúl Bolaños Cacho, miembro de una familia priísta
judicial local de alcurnia, para prorrogar la presidencia de la Corte
del ministro Lelo por dos años más porque parece ser que entre los otros
ministros no existe nadie con capacidad, talento, figura… y ego para
tales menesteres.
Por lo tanto, el principal mensaje de la ley de reforma judicial
no fue tan positivo: comenzar a funcionar con una chicanada de
ministerio público de barandilla municipal para imponer al ministro Lelo como encargado
de su operación. Los tiempos políticos exigían del ministro Lelo una actitud
de institucionalidad suprema para no torcer la ley y aferrarse a la
silla de ministro presidente. Con ese hecho que involucra la aceptación
previa del ministro Lelo de la prórroga forzada se va a inaugurar una ley que
pretendía ser, en palabras del propio ministro Leo en febrero de 2020, “un
logro de la justicia plena y completa (tautología impropia de una mente
jurídica forjada en tribunales)” y “la consolidación de un auténtico Estado
de derecho”.
Si por mayoría morenista el ministro Lelo se queda dos años
más en la presidencia de la Corte, la implementación de la reforma estará pervertida
por ser fruto de un árbol envenenado y los alcances de los cambios estarán contaminados
por venir de un grupo judicial que impondrá intereses y complicidades, cuando
en la realidad el objetivo de la reforma era precisamente terminar con esos
vicios del sistema judicial heredado por el PRI y avalado por el PAN uy hoy
revalidado por Morena.
En ese sentido, la reforma que debiera llevar la
caracterización de López Obrador por su iniciativa, pasará a la historia como “la
reforma del ministro Lelo”, buena para su ego, pero pésima para la república
sin división de poderes.
-0-
Política para dummies: La
política es, cierto, un juego de intereses, pero a veces es sólo intereses sin
juego.
El contenido de esta columna es responsabilidad
exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.
@carlosramirezh
Canal
YouTube: https://t.co/2cCgm1Sjgh