La vida de Anna Ajmátova pudo ser más que rutina: nacida en Odessa, en 1899, su juventud transcurrió “en una pequeña villa de la residencia de veraneo del Zar, cuando contrajo matrimonio con Nikolai Gumielev a los veintiún años”, recuerda la escritora Kira Galván en un Material de Lectura de la UNAM protagonizado por la poeta rusa.
Sin embargo, no fue cotidiana, mucho menos rutinaria, más allá de haber cumplido con algunos de los estándares de aquel tiempo y aquella sociedad: “se ha escrito mucho sobre ella, pero es una mujer que despierta pasiones y le sucede desde sus primeros libros, desde 1911-1912: crea, en quien la lee, una especie de veneración que va más allá del gusto de los lectores”, explica Alberto Ruy Sánchez, quien lanza la novela El expediente Anna Ajmátova.
“Es una mujer que se enfrentó, con enorme decisión, a todas las limitaciones y prohibiciones que le pusieron, empezando por el padre, quien le prohibió escribir poesía para que no desprestigiara el nombre de la familia y lo que ella hace es quitarse el apellido. Su nombre verdadero fue Anna Andreyevna Gorenko y buscó el nombre de una bisabuela tártara y se nombró a sí misma Anna Ajmátova”.
El narrador mexicano recuerda que Josep Brodski llegó a describir esa decisión de la poeta como su primera obra literaria, al inventarse como personaje: una niña rebelde, vista como una persona muy distinta a su entorno; “todos los testimonios de la época hablan de eso y trato de ser fiel a esa voz en la novela”.