Carlos Ramírez
Lo que nunca
ha podido entender la comunidad de los servicios políticos, diplomáticos,
inteligencia y seguridad nacional de EE. UU. respecto a México es el papel
que juegan los recovecos del sistema político. La visita de la vicepresidenta
de EE. UU. se fijó en la coyuntura electoral para impulsar al frente
PRI-PAN-PRD-COPARMEX-embajada de EE. UU.: un conflicto poselectoral de
protesta contra el régimen con la presencia de la Casa Banca habría sido un pretexto
intervencionista.
El saldo electoral favorable a Morena en terreno
territorial y de mayoría absoluta legislativa sin fraude electoral en
las urnas le dio el punto de apoyo al presidente de México para darle a su
visita su estricta jerarquía simbólica de turismo político y pareció decirle
sí a todo a sabiendas de que la cocina legislativa estadunidense sigue
en manos de los republicanos.
Los temas vitales para la Casa Blanca eran tres: el
muro de la Guardia Nacional mexicana protegiendo la frontera estadunidense, el regreso
de México a la subordinación a la lógica de seguridad criminal de la DEA, el
FBI y el ejército estadunidense y la restauración del modelo de entrega
del las áreas de energía a las empresas extranjeras estadunidenses frenando
la reconstrucción del Estado energético.
En los hechos, nada obtuvo la vicepresidenta Kamala Harris
en esta agenda secreta apoyada por los sectores miramares de México
que quieren que Biden y la Casa Blanca asuman el control del destino de México,
sobre todo la corriente entreguista pronorteamericana encabezada por la
exembajadora Martha Bárcena. Además, el fracaso de la COPARMEX en el
saldo electoral del domingo 6 de junio también decepcionó a Washington. Y,
por si fuera poco, el primer guiño del dirigente priísta Alejandro
Moreno Cárdenas Alito al mensaje del presidente López Obrador de alianza
Morena-PRI para mayoría calificada en la Cámara reventó la confianza
dentro de la alianza y regresó el mote de Amlito.
En este contexto poselectoral, el viaje de la vicepresidenta
Harris fue un fracaso estratégico para los intereses geopolíticos del
gobierno de Biden. Y aunque no gustó mucho el hecho de que el presidente Biden
enviara a su segundo en el mando a una visita oficial a México, aquí ha comenzado
a gestionarse la interpretación de que más vale tener de interlocutora a
una funcionaria sin poder operativo real y con agobio de trabajo por las
agendas que Biden ha tenido que delegar por cansancio y por disminución
en su capacidad de concentración intelectual.
La falta de comprensión de la vicepresidenta de EE. UU. hacia el modelo
de gobierno del presidente López Obrador comenzará a causar dolores de cabeza
en Washington. El comunicado estadunidense destacó como victoria el
“diálogo sobre seguridad a nivel de gabinete”, pero sin entender que en México
el gabinete es formal, el poder administrativo se ajusta de manera estricta al
mandato constitucional de que el gabinete no es autónomo y que está formado por
“secretarios del despacho presidencial”, que el presidente López
Obrador concentra en Palacio Nacional el funcionamiento de las oficinas
administrativas de las áreas del gabinete y que la seguridad se gestiona en el
gabinete de seguridad nacional que encabeza de manera personal el
presidente de la república todos los días a las seis de la mañana.
Y sigue quedando para la interpretación la referencia de
saludo del presidente López Obrador a su visitante: “presidente”, palabra que
se presta al juego de jerarquías políticas, no confundiendo a la
vicepresidenta con su jefe sino otorgándole a ella su verdadera
jerarquía informal ante la invisibilidad del verdadero presidente,
Joseph Biden. Son bromas, es cierto, muy a la mexicana, pero que a veces el
presidente López Obrador sabe usar con genialidad y malicia: teniendo a
Kamala Harris, ¿quién necesita al cansado antidiplomático presidente
Biden? A México le conviene negociar con una funcionaria con menores poderes,
pese a su representación imperial.
La próxima semana comenzará el turismo de seguridad de
funcionarios estadunidenses, pero sobre bases no formales y sobre la falta
de cuerdos que dejó la visita de la vicepresidenta. López Obrador dio una lección
política a los estadunidenses sobre el poder de imagen de la institución
presidencial, mientras Biden se quedó en algún rincón de la Casa Blanca.
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Política para dummies: La política es un juego de espejos.
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