
"Francisco, repara mi iglesia; ¿no ves que se hunde?" reza el diálogo y plegaria en templo de San Damián con el que el cardenal ungido Papa Jorge Bergoglio inició su pontificado que iniciara hace doce años, un 13 de marzo de 2013 y terminara con su muerte el pasado 21 de abril.
Jorge Bergoglio, el primer Papa latinoamericano y el primero de la Compañía de Jesús, el Ejército de Dios, y considerada la orden religiosa más inclinada al progresismo, quien adoptara el nombre de San Francisco como jefe máximo de la Iglesia Católica, ahora con su ausencia, como cada sucesión papal, alienta muchas especulaciones, sobre todo, por las secuelas que pudiera tener entre los clérigos mexicanos.
Su papado no fue fácil en México, porque siendo él un prelado que apostaba por los pobres, la austeridad, la justicia social y la evangelización entre los más pobres, tuvo que hacerle frente, pararlos en seco y tomar distancia de los curas mexicanos que han llamado “teólogos de la opulencia”, los cuales eran integrantes del otrora poderoso Grupo de Roma que se había enquistado al frente de la Conferencia del Episcopado Mexicano durante Juan Pablo Segundo y eran los únicos interlocutores reconocidos por el poder político.
A partir de mañana, el Vaticano se prepara para elegir al sucesor del papa Francisco en un cónclave que iniciará el 7 de mayo en la Capilla Sixtina. Participarán 133 cardenales menores de 80 años, previéndose tres los escenarios posibles en “la decisión del espíritu santo”:
Uno, por un Papa que dé continuidad a la labor pastoral de Francisco, apostando por los pobres y por abrirse a los temas pendientes y controversiales de la Iglesia católica como la inclusión sexual y diversidad, aceptar la existencia de un amor en parejas del mismo sexo, el derecho y la dignidad de las personas trans, y una nueva doctrina hacia las mujeres, sin olvidar su crítica y condena al modelo del capitalismo mundial como generador de las enormes desigualdades sociales y la destrucción del planeta.
Dos, un Papa que sea puente entre conservadores y progresistas, que sin romper de tajo con la labor pastoral de Francisco, tienda a regresar algunas viejas prácticas del Vaticano; es decir, un papado de transición.
Y el tercero, no improbable, que los grupos duros de cardenales, en la tónica del nuevo orden mundial, opten por un Papa de corte conservador y ultraconservador, echando atrás todas las posiciones enarboladas por Bergoglio. Sería una adecuación del Vaticano a la ola de ultraderechas que ya comienzan a tener predominio en Europa y parte de América. Al mismo tiempo, una ola neoconservadora radical cobró fuerza, abogando por un retorno a las prácticas y enseñanzas más ortodoxas. Este choque de visiones creó una atmósfera de intensa confrontación y debate dentro del Vaticano y más allá.
Cualquiera que sea el perfil, en el mundo, el nuevo Papa tendría que elevar su perfil global, dados los aires de guerra que tienden a tomar mayor fuerza, especialmente la amenaza israelí de “conquistar” totalmente la franja de Gaza y sortear a los líderes que han decidido influir en el mundo como Vladimir Putin, Donald Trump o Xi Jinping, tanto en guerras económicas como militares.
En México, las condiciones son diferentes. El Papa Francisco se distanció de nosotros y sólo una ocasión visitó nuestro país, en 2016 durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, a pesar de las invitaciones que reiteradamente hiciera Andrés Manuel López Obrador, para que le ayudara a “pacificar al país”.
Por el contrario, a raíz del asesinato de dos jesuitas en Cerocahui, Chihuahua en 2022, que marcó la condena del Vaticano y una expresión de “dolor y tristeza por la violencia que azota el país”. Luego vino una declaración que no gustó en Palacio Nacional, al calificar a los sicarios del narcotráfico como “mensajeros de la muerte”.
Y más aún, descalificó los presuntos acuerdos con los narcos (pax narca). “Es como si yo para ayudar a la evangelización de un país pactara con el diablo”, declaró.
“Yo pienso a que México el Diablo lo castiga con mucha bronca. Creo que el Diablo no le perdona a México, que Ella haya mostrado ahí a su Hijo”, matizó en una entrevista y en referencia a la ferviente creencia que se tiene a la Virgen de Guadalupe.
Un crimen más provocó la condena de Francisco. La del sacerdote tzotzil Marcelo Pérez fue asesinado en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en octubre de 2024. Un total de 80 curas católicos han sido ejecutados de 1990 a 2024; diez perecieron durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador.
Vinieron luego los ataques contra la USAID y a las organizaciones financiadas por éste, entre otras la dirigida por jesuitas, el Centro de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez, cuya labor de testigo social en el informe sobre Ayotzinapa, en el cual se exige al Ejército esclarecer su participación en la desaparición de los 43 normalistas molestó al entonces presidente López Obrador.
Y, por supuesto, Francisco, el Papa humanista reconocido mundialmente como tal, nunca quiso regresar a México (aunque lo prometía, sin fijar fecha), ni a tomarse la foto con el expresidente autollamado humanista y, salvo que hubiera otra explicación, Claudia Sheinbaum mantuvo ese distanciamiento al no asistir a las ceremonias fúnebres.
Sin embargo, todo indica que para nuestro país habrá un trato especial. Al fin del poderío del otrora “Club de Roma” (Juan Sandoval, Norberto Rivera, Emilio Berlié, Onésimo Cepeda y Marcial Maciel) y “Club de Ginebra” (Justo Mullor, Adolfo Suárez), además de los representantes de los Legionarios de Cristo y el Opus Dei de la iglesia mexicana, no hubo más prelados, obispos y cardenales afines a Francisco, al ala progresista que quisieran ocupar un papel preponderante al frente de la iglesia en México.
Existen prelados representantes de las teologías de la Liberación e India, y de manera particular a la Compañía de Jesús, pero, ni Carlos Aguiar Retes, actual arzobispo primado de México, y José Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara, están en condiciones de encabezar una nueva interlocución. Esa será una tarea pendiente del próximo Papa, porque México, a pesar de la disminución de creyentes, sigue siendo fiel mayoritariamente.
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