La palabra petting proviene del verbo “to pet” que en inglés significa acariciar/acariciarse. Por tanto, si seguimos la traducción literal y pensamos en el petting como práctica erótica, podemos definirlo como una relación sexual donde una persona acaricia sus genitales con alguna parte del cuerpo de otra persona. En España se conoce también se conoce como magreo o sexo con ropa.
El petting es una práctica que se asocia a la adolescencia y juventud, como de despertar erótico al tratarse de una experiencia no penetrativa. Seguramente nos hayamos encontrado con parejas de jóvenes en parques practicando petting sin disimulo. Pero ¿solo les jóvenes se magrean? ¡Por supuesto que no! Seguro que hay adolescentes a les que no les interesa y otres que disfrutan más con otras prácticas.
Adolescentes y jóvenes aparte, lo que me gustaría analizar es esta práctica en personas que, una vez prueban la penetración, dejan de realizar petting, o bien se convierte en un preliminar (práctica sexual previa al coito), o una práctica “de segunda”.
Sin embargo, en mi experiencia acompañando a mujeres cis (mujeres que se encuentran de acuerdo con el sexo que se les ha asignado al nacer) heterosexuales o bisexuales que se enrollan con hombres cis, veo que estas mujeres encuentran en esta práctica muchísimo placer, incluso les resulta una práctica erótica con la que es sencillo llegar al momento de máxima excitación que es el orgasmo. Sin embargo, no se ven legitimadas a que forme parte del menú erótico como ocurre con la penetración vaginal. Es curioso cómo muchas de ellas quieren sentir lo mismo con el coito, y si no lo sienten creen que algo no está bien en ellas. Una frase que se repite es: “mi vagina es que es menos sensible”.
¿Por qué pensamos que si la penetración vaginal no es lo que más me hace disfrutar es que hay algo mal en mí?
La mayoría de cuerpos de mujer cis están diseñados para recoger los estímulos placenteros a través del clítoris tanto en su parte externa, capuchón y glande, como en su parte interna en el recorrido de los labios, y abrazando el primer tercio de la vagina. Por eso la penetración vaginal al ser una estimulación indirecta del clítoris, no es la práctica más satisfactoria para algunas mujeres cuando se practica sin otra estimulación a la vez (como por ejemplo, hacer penetración vaginal y mientras te acaricias/te acarician el glande del clítoris con la mano o con un vibrador).
Que no se olvide que, pese a todo, el órgano sexual más importante es el cerebro. Por tanto, cualquier parte del cuerpo y otras que vayan más allá de lo corporal (fantasías, juegos de rol, fetiches, etc.), pueden ser prácticas eróticas muy satisfactorias. Si pensamos en dos mujeres lesbianas o bisexuales muchas de ellas tienen relaciones sexuales satisfactorias y en sus encuentros puede no haber penetración, ni siquiera con dildos o incluso si se trata de una chica cis con una chica trans. Y, aun así, la imagen social de cómo mantienen relaciones sexuales dos mujeres es también coitocéntrica.
¿Por qué si hay tantas prácticas eróticas seguimos pensando que la penetración es lo único, o lo más importante de un encuentro sexual?
El coito puede ser una práctica erótica más. Hoy le decía a una chica joven en consulta que no es cuestión de demonizar la penetración, ni convencer a nadie de lo contrario si es la práctica que más le hace disfrutar. Pero sí es importante darse cuenta que hay otras prácticas que se pueden incluir en el menú erótico del día, que van más allá de la penetración o que no giran en torno a la misma. ¡Cuántas veces habremos oído: “es que con la regla no me gusta hacerlo”! ¿Con la regla qué es exactamente lo que no te gusta hacer? ¿Qué te hagan un masaje en la espalda, frotar tu vulva en sus genitales con ropa interior, darte una ducha con tu pareja, que te acaricien los pechos, que te chupen los pies…? O: “no hicimos nada”, para decir que no hubo penetración, pero que otras cosas sí pasaron.
Quizás haya que empezar a preguntarse: ¿qué es lo que me gusta hacer en un encuentro erótico?, ¿Qué prácticas son satisfactorias para mí? Y no tanto pensar en lo que es satisfactorio para mi pareja, o en lo que pensamos que debe incluir un encuentro erótico. Qué experiencias estoy dispuesta, dispuesto o dispueste a explorar y cuáles no. Qué límites son necesarios incluir en ese encuentro para que yo esté tranquila, mi cerebro se relaje y consiga así excitarme, llegar al orgasmo o al menos, quedarme satisfecha.
Sin embargo, todo esto que parece fácil, es muy difícil de llevar a cabo en el directo. Vivimos en un sistema patriarcal donde la sexualidad de ellos (hombres cis heterosexuales) se impone por encima del resto de sexualidades, y suele ocurrir que para ellos el coito es la práctica más satisfactoria. Además, a las mujeres nos educan para complacer, para satisfacer al otro, para poner nuestros deseos al servicio de la otra persona, no se nos legitima nuestra sexualidad y mucho menos nuestra satisfacción. Tampoco se nos legitima lo que sí y lo que no. Por tanto, ¿con qué mochila llegamos a esos encuentros? ¿es una relación igualitaria? ¿cómo vamos a atrevernos a decir que lo que más me gusta es rozarme desnuda en tu muslo? ¿o que hoy no me apetece hacer coito, pero sí darnos caricias por todo el cuerpo y terminar masturbándonos mutuamente?
Hombres cis y heterosexuales, ¿qué pasaría si lo empezáramos a hacer? (esta pregunta mejor la dejamos para el otro artículo, pero igual hasta muchos de ellos saldrían ganando)