Federico Berrueto
Del presidente López Obrador se tiene una idea errónea. Así
es, porque en el juicio de muchos es el que aflora de sus singulares mañaneras.
Coincido en buena parte con la idea que de esto tiene Jorge Zepeda, expuesta ayer
en MILENIO Diario y especialmente en la de que el Presidente sí atiende a lo
que se dice en los medios.
El Presidente lee o escucha a sus críticos, pero lo hace de
manera diferente. Le sirven de impulso para promover su proyecto. La
confrontación con los periodistas es para acreditar su propuesta y alertar a
los suyos y no tan suyos de la inquina y perversidad de los adversarios,
quienes utilizan los medios en la defensa de sus aviesos intereses. La verdad
no cuenta, sí y mucho lo creíble, terreno en el que se maneja con singular
habilidad el ahora Presidente, como también lo ha hecho su par Donald Trump, a
quien la mayoría de sus votantes le creen que la elección le fue robada.
Buena parte de los editorialistas, alejados de un sentido de
cuerpo hemos perdido hasta hoy la batalla de la opinión pública. Así es porque
la información pesa mucho más que la opinión, también porque el Presidente no
pierde ocasión para hacer valer su interpretación de lo que ocurre y así va
construyendo su realidad, que es también la de muchos otros. No es la realidad
de la reflexión rigurosa, tampoco la de los datos, sino la que se desea decir y
escuchar. Es la verdad que absuelve de responsabilidad, condena al pernicioso y
da esperanza al gobernado, seguramente infundada, ilusoria, pero al fin
esperanza.
Las palabras se degradan; las del poder y las de la crítica.
No valen por sí mismas, sino por lo que el receptor esté dispuesto a convalidar.
Mientras el país naufraga por un gobierno que privilegia la adhesión pública a
contrapelo de las buenas razones y obligadas cuentas, objetivo que se ve
plenamente cumplido en lo bueno (la opinión que favorece), pero sobre todo, en
lo malo (el desastre de los resultados).
De la misma manera con la que el Presidente da cuenta de los
opinadores, lo hace con la historia. Lo de él no es una lectura para aprender,
conocer o entender, sino para confirmar, para validar lo que ya se cree y
encontrar una razón superior de destino manifiesto, originario. Superficial sí,
maniquea también, pero consistente con el propósito de legitimar el proyecto
con la historia.
El tiempo pasa y el ciclo del poder se va cumpliendo. La
madre de todas las batallas será la elección de diputados. El partido
gobernante en lo nacional ganará muchas gubernaturas, perderá muchos
ayuntamientos y seguramente quedará corto de la anhelada mayoría absoluta de la
Cámara. Por eso las alianzas cuentan, porque la lógica que imponen las cifras
de la democracia se cotejan con el pragmatismo al que obliga la aritmética no
solo de las elecciones, sino también del ejercicio de poder y el de su
contención, arena que habrá a darse en el pleno legislativo y sus procesos, con
el voto de sus legisladores.
@berrueto
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