Por Manuel Díaz
Entre las lecturas e
interpretaciones que han surgido en relación con los resultados de los comicios
del pasado domingo, hay quienes quieren ver como un Dios al compañero
presidente y camarada Andrés Manuel López Obrador, que dicen se llevó el carro
completo y que deben postrarse frente a él, hay otros que pretenden verlo de
rodillas ante a la oposición.
Lo cierto es que, ni lo uno ni lo
otro. Quienes consideran que ganó Morena
se equivocan, en realidad quien ganó fue el PRI. Ganó el mismo PRI que el PAN
ya había podido doblegar y superar como primera fuerza política en el Congreso
de la Unión y gobernando casi la mitad de los gobiernos estatales; ganó el
mismo PRI frente al cual al menos en dos ocasiones el PRD fue segunda fuerza
política en el Congreso y gobierno en cinco entidades.
El PRI solo cambió de color
En las dos últimas elecciones el
PRI logró reposicionarse, aunque en los números parezca lo contrario.
Utilizando la metáfora de los autos de carrera, el auto que manejaba el PRI ya
había sido rebasado por los autos del PRD y del PAN. Su vehículo ya estaba
quemado, su motor sacaba humo, ya no había forma de restaurarlo y ponerlo a
competir con partidos modernos y nuevas organizaciones, inclusive en su
interior, las nuevas piezas no encajaban con un motor caduco, oxidado y
descontinuado.
Pero el partido se negó a desechar
la fábrica de compra de votos y de gobiernos autoritarios, entonces, la
estrategia del priismo más añejo y podrido fue cambiar de carrocería, no de
motor y crearse una nueva, fisonomía, entonces pasaron de ser tricolor a un
color guinda y modificaron la marca, ya no sería más el partido tricolor, ahora
sería el partido de la esperanza.
En esta elección Morena ganó,
incluso digamos que arrasó en las contiendas estatales y en el Congreso, pero
lo hizo utilizando el viejo motor, el mismo que el priismo utilizaba con el
respaldo de otras escuderías satélites como fueron el PARM, PPS y el FCRN.
El flamante auto que conduce el
partido Morena se formó con piezas del motor quemado, una muy buena parte de
sus dirigentes, de sus candidatos y los de sus partidos satélites, son quienes
militaban en el priismo de antaño, los mismos que Cuauhtémoc Cárdenas denunció
como autoritarios y retrógrados y por los que, junto con Porfirio Muñoz Ledo y
Ifigenia Martínez, formó la Corriente Democrática
La Corriente Democrática logró
congregar a los militantes priistas que pretendían un cambio democrático e
incluyeron a los partidos satélites, esa fue la base para conformar al PRD,
junto con el partido Mexicano Socialista que dirigía Don Heberto Castillo.
En respuesta a ese movimiento, el
retorcido PRI que encabezaba Salinas de Gortari, dio lugar a la creación de
otros dos partidos satélites: El PT de Alberto Anaya con ideología maoísta y
subsidiado por el líder norcoreano Kim Jong-un y el PVEM con el apoyo de Manuel
Camacho Solís, el hombre fuerte de Salinas encargado de apagar todos los
fuegos, incluyendo la Corriente Democrática.
Después, cuando el PRI tuvo la
necesidad de un tercer partido satélite, ya al final del salinismo fue creado
el MC de Dante Delgado, un personaje cercano a Monreal, Marcelo Ebrard y a el
grupo Chiapas ligado a Camacho y al propio AMLO.
Manuel Velasco Suárez, abuelo del
exgobernador Manuel Velasco, fue suegro del salinista Manuel Camacho Solís y
protector de la familia López Obrador, Se dice que después del fallecimiento
del hermano del presidente, la familia se refugió en Chiapas al amparo del
entonces gobernador, el general Manuel Velasco.
La vieja maquinaria priista logró
reposicionarse
Hoy se puede afirmar que el PRI arrasó
en las elecciones, porque en la estructura y candidatos de Morena, la mayor
parte provienen o son descendientes de ese viejo PRI.
Hay que reconocer la capacidad que
tuvieron los grandes dinosaurios del PRI para rehacerse del país y para
recobrar espacios e impunidad porque, protegidos por la 4T, se mantienen y
engrandecen sus negocios al amparo del poder público y, para mantener la
narrativa, dejan a los “incomodos” en el PRI.
Personajes como Bartlett, Durazo,
Monreal, Ebrard, Lozoya, Gallardo, Ricardo Salinas, Carlos Slim y un larguísimo
etcétera donde aparecen políticos y empresarios de la vieja guardia, son los
mismos que tanto daño le han hecho al país y que regresaron por la puerta
grande.
Se creen dueños de
México y se sienten capaces de terminar con la democracia que los había
desplazado, porque llegaron por la revancha y quieren quedarse unos 70 años
más.