José Luis Camacho Acevedo.
La próxima semana, si no ocurre algo verdaderamente extraordinario, habrá una lluvia de licencias o renuncias a sus cargos, según el caso de su condición institucional, de las corcholatas del presidente López Obrador.
Marcelo Ebrard anunció que renunciará a la Secretaría de Relaciones Exteriores, lugar a donde presumiblemente llegará Esteban Moctezuma, el lunes próximo, un día después de que se haya celebrado el Consejo Nacional de MORENA.
Y después de Marcelo, el diluvio.
Para MORENA el reto es generar credibilidad en sus decisiones ante un poder presidencial que solo se asemeja al Maximato callista.
Plutarco Elías Calles ejerció un férreo Maximato hasta que el general Lázaro Cárdenas lo mandó al exilio en Estados Unidos.
Desde entonces no se había conocido en la historia política del país una forma de poder como la que tuvo Calles hasta que llegó Andrés Manuel López Obrador. Ese antecedente, el de Calles, lo está derrumbando a través de su narrativa democratizadora, el actual presidente de México.
He revisado con detenimiento los análisis de prestigiados comunicadores sobre el tema del tamaño del poder político que tiene el hombre de Macuspana.
Hay una gran coincidencia entre esos analistas de que el poder político de AMLO es ya superior al que tuvo Plutarco Elías Calles en su mejor momento de reconocimiento como Jefe Máximo.
En atención a esa acumulación de poder tan inmoderada como la que tiene actualmente López Obrador, es muy difícil creer que en el presente juego de MORENA para decidir el método a seguir para UNGIR AL QUE SERÁ SU CANDIDATO O CANDIDATA PRESIDENCIAL, sea un juego que se realice al margen del comentado poder presidencial en turno.
Está por demás especular sobre preferencias de AMLO sobre alguna de las corcholatas.
El hecho incontrovertible es que el investido, o investida, como sucesor o sucesora del tabasqueño, será alguien que reciba, sin duda, las palabras mayores desde Palacio Nacional.
Es inútil que los serviles y aduladores que ya perdieron todo sentido de rigor profesional, comunicadores que pululan, ya bien identificados y sin credibilidad, por los caminos de la comunicación, sigan “defendiendo” la decisión que tomará López Obrador para ajustar al que será el continuador de su proyecto de transformación nacional.
Esos comunicadores lo único que defienden es el chayote presente y las prebendas que esperan en el futuro sexenio.
Con un presidente tan fuerte como el de Macuspana, no son necesarios ni corifeos ni lisonjeros.
Es obvio que el poder que tiene el hombre de Macuspana es diferente al que tuco Calles; pero para el caso, será lo mismo y por lo tanto estaremos frente a un ejercicio “aggiornado” de Maximato.
¡Asnos Dios de tu rebaño!