Felipe
León López
El
emperador Augusto toma el Principado romano después del asesinato de Julio
César en el año 44 a.C. Su ascenso fue
lento y tortuoso, en medio de muchos conflictos internos y de condena social
por una clase llena de excesos, lujos y podredumbre. Por eso cuando tomó el
poder inició una campaña de renovación de la moralidad y de la austeridad a fin
de legitimar su a posición y presentarse como el garante de la moralidad
republicana. So pretexto para que bajo ese halo de guía de la moralidad se
quisiera perpetuar en el poder.
En
México, Miguel de la Madrid, convencido de los excesos del poder y corrupción de
los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo, encargó a Samuel del
Villar Kretchmar la conformación de la principal oferta de campaña: la
renovación moral de la sociedad. Al grito de “vivimos una situación de
emergencia” y “no permitiremos que la patria se nos deshaga entre las manos”,
se lanzó a ajustar la administración pública y dio un giro histórico “al
proyecto de la revolución mexicana”, dando paso a las bases del neoliberalismo.
(Curiosamente, Del Villar, años después fue asesor cercano a Andrés Manuel
López Obrador, quien lo hiciera su primer procurador en la PGJDF y quien
también le inspirara el tema de la renovación moral como parte de sus banderas
políticas).
La
corrupción como parte de la cotidianidad del mexicano. “La honestidad es tragicómica.
Hay que disimularla para no causar lástima”, escribía Gabriel Zaid.
De
la Madrid lanzaba a Samuel del Villar a acabar con la corrupción en las altas
esferas del gobierno: “Estamos pasando por épocas difíciles y dolorosas,
necesitamos abordar la superación de estos retos con vigor, imaginación y con
talento, para ellos es imprescindible la renovación moral de la sociedad. Una
sociedad que tolera, que permite la generalización de conductas inmorales y
corruptas es una sociedad que se debilita, es una sociedad que decae”.
Y
así, el trabajo de Del Villar, Francisco Rojas, Fernando Baeza, Victoria Adato
y Sergio elaboraron nueva ley de responsabilidades de funcionarios públicos. En
el plano político se aplicaron sanciones a ex funcionarios de todos los niveles,
pero dos fueron los principales emblemas de esa cruzada: Jorge Díaz Serrano, ex
director de PEMEX y a Héctor García Hernández, “El Trampas”, del sindicato, como
símbolo de la corrupción del boom petrolero, y Arturo “El Negro” Durazo, ex
jefe de la policía del DF a quien atribuyeron todos los excesos de los aparatos
de seguridad del Estado mexicano. Un libro de aquel entonces escrito por Julio
Scherer, Poder, historias de familia, coloca con nombres y montos de la
maquinaria del poder corruptor del viejo PRI, incluyendo periodistas.
En
la actual circunstancia de la cruzada de AMLO contra la corrupción, sin
embargo, por la forma en que se está administrando el caso Lozoya y otros más
en los expedientes de la FGR, se observan dos objetivos que no son jurídicos: condenarla
moralmente y administrarla políticamente para arrinconar electoralmente a sus
adversarios, es decir, acorralarlos, pero no aniquilarlos políticamente.
Los
análisis sobre la legalidad la filtración del video de la presunta corrupción y
la forma en que se han venido administrando los temas parecen destinados a no
tener mayor impacto jurídico. El diario MILENIO de este 18 de agosto anticipa
que las filtraciones como las pretende impulsar la propia Presidencia de la
República podrían generar el “efecto corruptor” y con ello su nulidad. “Una
visión prejuiciada de su contenido, es decir, estará creando una falsa creencia
del dato de prueba, por hacer público un dato que debe permanecer en sigilo y
tiene que ser investigado para determinar su veracidad”.
Dicho
medio cita al artículo 20, apartado A, IX, el cual establece que cualquier
prueba obtenida con violación de derechos fundamentales será nula; mientras que
el artículo 383 del Código Nacional de Procedimientos Penales detalla que sólo
se puede incorporar a juicio como prueba material o documental aquella que haya
sido previamente acreditada.
“El
artículo 264 del mismo código indica que se considerará prueba ilícita
cualquier dato o prueba obtenidos con violación de los derechos fundamentales,
lo que será motivo de exclusión o nulidad”, concluye.
La
sobre expectativa mediática y la explotación política que se hace alrededor de
los temas de corrupción y complicidad política, sin duda, merecen la condena
social unánime, pero también habrá de tomar con cuidado que no terminen siendo
sólo efectos distractores de la situación actual del país y mucho menos otro
ejemplo histórico de construcción de chivos expiatorios con fines netamente
electorales, pues jurídicamente quedaron desactivados.
Contacto: feleon_2000@yahoo.com