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El “tapadismo” de la 4T y la sucesión presidencial del 2024

por Felipe León López
28-06-2021

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El tapadismo priista está de regreso y lo está de la mano de quienes más reniegan del viejo régimen. Y llegó como el principal efecto producto de las elecciones del pasado 6 de junio; un acelerado futurismo, en el cual medios, periodistas y políticos están hablando: la sucesión presidencial del 2024 y el manejo discrecional que tendrá Andrés Manuel López Obrador para elegir a quien podría sucederlo.

 

Más aún, quien le dio mayor impulso a este adelantado debate fue el propio presidente de la República, quien acusó a la oposición de querer poner a pelear entre ellos a Marcelo Ebrard y a Claudia Sheinbaum, los que más suenan como presidenciales a los que sumó a la secretaria de Economía Tatiana Clouthier, al embajador de México en Estados Unidos, Esteban Moctezuma, y a Juan Ramón de la Fuente, actualmente representante del país ante la ONU.

 

Y nadie más por el momento entraría en el juego de Andrés Manuel y su administración exclusiva de trabajar en la construcción de su relevo en el poder. Fuera están legisladores, gobernadores, alcaldes y cualquier otro suspirante de la autollamada “cuarta transformación”, porque queda claro que para AMLO es más importante la lealtad que cualquier riesgo de ruptura.

 

Más allá de lo anecdótico, el adelantar la carrera presidencial tiene varios riesgos que no convienen a ningún presidente, mucho más a alguien como Andrés Manuel López Obrador, quien busca fortalecer su liderazgo para este segundo periodo de gobierno y no conviene que un “tapado” o “tapada” le reste fuerza a sus decisiones. Por eso, quizá, ha decidido él tomar las riendas y la dirección del debate sin que nadie quiera pasarse de democrático e irse por la libre.

 

Esta semana con la salida poco decorosa de Irma Eréndira Sandoval de la Secretaría de la Función Pública, no faltaron comentarios ácidos de que es parte de la purga política para que se perfilen mejor los potenciales tapados del 2024 y ninguna quiera caminar sin que él les dé la autorización. El mensaje político de esta decisión fue directo por más que algunos quisieron vestirlo de dignidad.

 

El presidente de la República concentra el poder político de la 4T, él es origen y destino de las decisiones políticas fundamentales; sus funciones y atribuciones rebasan con mucho las de cualquier otra instancia del partido e incluso del Estado mexicano, como quedó demostrado con su práctica política para controlar los daños de la crisis de la Línea 12, haciendo a un lado a la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum de las negociaciones con Carlos Slim, enviando a Marcelo Ebrard de gira a Europa para despresurizar la presión que tienen encima y a poner un impasse al intercambio de mensajes y golpes que se lanzan a través de sus mensajeros.

 

Para la autollamada “cuarta transformación” en su conjunto estas decisiones son una pequeña demostración de fuerza y estabilidad en su liderazgo al frente de MORENA. Por supuesto, el enojo mostrado en estos últimos días dista mucho del entusiasmo con que elogió los resultados del 6 de junio.

 

Daniel Cosío Villegas en uno de sus célebres ensayos, El estilo personal de gobernar (1974) hacía un lapidario diagnóstico sobre las decisiones que tomaba el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez, de quien decía que la psique del presidente determinaba en buena parte vida pública del país. Y en otro libro más, el célebre intelectual al que más cita AMLO en su tesis de licenciatura, La sucesión presidencial (1976) diseminó y analizó el juego del tapadismo antes del echeverrismo que impedía conocer a los colaboradores cercanos del presidente de México, de modo que cuando se destapaba “el Tapado”, el público poco o nada sabe sobre sus méritos y habilidades.  Con Echeverría pasaba lo contrario, y todos los hombres del presidente estaban en una vitrina que, decía José López Portillo, los ponía prácticamente en calzones.

 

Con Andrés Manuel López Obrador la tradición del tapadismo parece estar de regreso, y los analistas comienzan a tratar de entender los mensajes entrelíneas del discurso presidencial que suponen está dibujando a quién podría ser su sucesor, como si la elección del candidato del partido en el poder significara que no habría competencia democrática.

 

Por supuesto, ni a él ni a sus correligionarios les conviene que se recicle esta tradición netamente del viejo PRI, porque suele suceder lo que hemos estado leyendo y observando en estas últimas semanas: puntapiés bajo la mesa, mensajes encriptados en columnas y hasta estrategias de contrainformación que buscan perjudicarse entre ellos. En pocas palabras: tribalismo y canibalismo político como en el viejo régimen.

 

El último juego del tapadismo del régimen priista, fuerte e imbatible, ocurrió en 1994 cuando Carlos Salinas de Gortari jugó con las aspiraciones presidenciales de sus entonces leales Pedro Aspe Armella, Manuel Camacho Solís y Luis Donaldo Colosio, con las lamentables consecuencias que ello trajo con el asesinado de este último y el paso al ostracismo político de su principal contendiente interno, además de las leyendas negras que siguen pesando alrededor del ex presidente.

 

En días pasados hemos sido testigos de cómo, so pretexto de los dictámenes sobre el trágico colapso de la Línea 12, los intercambios de mensajes entre los afines a la jefa de Gobierno y al canciller subieron de tono, hasta que prácticamente la verdad técnica sobre este hecho que enlutó a 27 familias y tiene hospitalizadas a 79 personas, ahora está contaminado por la sucesión presidencial del 2024 y el tapadismo de AMLO.

 

“En cualquier sistema político los mecanismos de transmisión del poder político son fundamentales para garantizar su permanencia y estabilidad, en aquellos cuya institución principal encarna en un solo individuo lo son con mayor razón. Tal es el caso de México, donde el ejercicio del poder se ha organizado por el presidencialismo”, apuntó Elisa Servín en su ensayo sobre cómo funcionaba la sucesión presidencial en México en una época que creíamos ya superada.

 

El camino al 2024 es todavía un poco largo y podría estar cargado de sorpresas, por lo que la calentura sucesoria debería hacer una pausa y evitar que haya desgastes y distracciones en un gobierno que requiere mucha concentración y mucha conciliación social para salir de la crisis multifactorial derivada de la peor pandemia que nos haya tocado sufrir. En caso contrario, pues este sexenio ya estaría prácticamente acabado y los ojos del país buscarían el diálogo con quienes les dé más garantías y certidumbre.

 

Contacto: feleon_2000@yahoo.com