
No engañó a nadie. No ha hecho algo distinto a lo que prometió. Siempre se supo a qué regresaría al poder de los Estados Unidos y cómo sería su segundo gobierno, cuanto más después de haber sido investigado, juzgado, culpabilizado, sentenciado y vilipendiado de acusaciones ciertas y otras inventadas.
El discurso del 20 de enero de este año, ese día lo bautizó como el inicio de “la liberación de los Estados Unidos” y no como el pasado 2 de abril como muchos registraron, porque ese día, como buen populista, se envolvió en el sueño de Martin Luther King para lanzar su listado de doctrinas:
El presidente Donald Trump arrancó diciendo ese día que, “hoy nos reunimos y nuestro gobierno se enfrenta a una crisis de confianza” de sus ciudadanos hacia los políticos, por lo que rodeó de una élite llamada tecnoaristocracia de multimillonarios expertos en el capitalismo etéreo y en la acumulación del data de millones de persona para la nueva forma de manipulación de las masas a través de las llamadas redes sociodigitales.
Más que eso, diagnóstico que por “muchos años de 'establishment' corrupto y errático que ha quitado el poder y el bienestar a nuestros ciudadanos, a nuestra sociedad, que están desesperanzados”, por lo cual no sólo se acusó al pasado de corrupto y deficiente, sino para atizar que el modo de vida estadounidense que se promovió a través de las industrias culturales (música, comics, películas, series de TV, streaming, entre otros) y de agencias como la USAID sólo sirvieron para atraer al territorio estadounidense todos los males del mundo.
En ese sentido, acusó a los inmigrantes de todos los males de su país, paradójicamente fundado por inmigrantes: “nuestro gobierno no puede gestionar una sencilla crisis aquí en casa y seguimos entrando en un catálogo catastrófico de eventos en el extranjero y está siendo un refugio para muchos delincuentes. Muchos vienen de centros psiquiátricos que han entrado en nuestro país de manera ilegal, provenientes de todo el mundo.”
Luego fue a fondo de su doctrina de política exterior: “tenemos un gobierno que ha dado financiación sin límite a la defensa de fronteras extranjeras, pero que se niega a defender las fronteras de Estados Unidos o, lo que es más importante, a sus propios ciudadanos.” Y así, sin decir agua va, como hemos dicho en este espacio, ha roto con 80 años del orden mundial surgido de la segunda guerra mundial y las instituciones geopolíticas y financieras que emanaron desde entonces.
Lo expusimos hace unas semanas, Trump apuesta por una geopolítica de las grandes potencias, así sean éstas dirigidas por personajes que simbolicen todo lo contrario a lo que pregonó por años la democracia occidental, en una nueva repartición del mundo entre dos o tres potencias económicas y militares (EUA, China, Rusia), poniendo un alto a la doctrina multilateralista. Y así lo está cumpliendo, por eso no le importa maltratar a sus aliados históricos y ufanarse que ahora lo buscan para “besarle el trasero” y negociar la imposición de aranceles.
En el caso de nuestro país ha sido duro y directo: “vamos a restaurar la política de 'Quédate en México'; voy a acabar con la práctica de atrapar y soltar; voy a enviar soldados y tropas a la frontera sur para repeler la vergonzante invasión de nuestro país. Bajo las órdenes que voy a firmar también vamos a designar a los cárteles como organizaciones terroristas extranjeras. Y al invocar la Ley de Enemigos Extranjeros en 1798, voy a ordenar al gobierno a utilizar el inmenso poder federal para eliminar la presencia de las bandas extranjeras y redes delictivas que traen crimen devastador a territorio estadounidense.”
Se negará o se confirmará en los hechos, pero hacia México hay una presión silenciosa debajo de la mesa mediática y declarativa, porque se pide alineación total al fortalecimiento del mercado norteamericano y gradualismo en ciertas decisiones internas, lo que podría repercutir no sólo en la política económica, sino en lo social (con independencia de que la recesión impacte en la economía de EUA), al acotarse los recursos públicos para varios de los compromisos de campaña de Claudia Sheinbaum.
Más aún, cuando firmó su orden ejecutiva con el objetivo para cambiar el nombre al Golfo de México por el de "Golfo de América" pocos leyeron que no era algo frívolo o una ocurrencia populista, sino un anuncio "patriótico", un intento de reconfigurar un espacio geopolítico rico en recursos (petróleo, gas, pesca) y, como lo advierten los internacionalista de Geopolitical Puzzle, es un anuncio “clave en el comercio marítimo debido a su proximidad con el Caribe y el Canal de Panamá frente a la expansión de un adversario existencial y muy presente en la región : China”. Se trata de sacar a China de Panamá, pero también de Nicaragua y de México. En Palacio saben que no hay tiempo para titubeos ni búsqueda de nuevos aliados, porque el mundo está girando alrededor de lo que dicta Trump.
Las presiones al gobierno de nuestro país en materia de política de seguridad han sido sistemáticas al grado de que siguen detenciones de capos de todos los cárteles y detección de muchos laboratorios de drogas, así tengan que bajarse el perfil. Las primeras planas de varios medios de este 9 de abril confirman que hay un viraje a la forma en que el gobierno federal estaba operando contra los criminales.
Durante estos primeros cuatro meses de su mandato, Donald Trump promueve una serie de cambios en la política internacional que muchos consideran parte de un "nuevo orden mundial", aunque no es nuevo, pues antes de los Estados Unidos ocurrió en algunos países de occidente como el Brenxit, cuando El Reino Unido de la Gran Bretaña se salió de la Unión Europea y, fracasó.
Curiosamente, la nueva derecha que enarboló el neoliberalismo como bandera, ahora cede ante movimientos políticos de ultraderecha con banderas proteccionistas como ocurre en Alemania, Francia, Italia y Grecia. Si nos remitimos a teorizar, el politólogo Karl Popper podría señalar que, si Platón viviera, estaría al lado de este nuevo orden porque el estado ideal de su República era, una visión totalitaria de la utopía, holística, contrario al cosmopolitismo, la transparencia, el libre intercambio de ideas y el comunitarismo, que simboliza las sociedades abiertas.
La ultraderecha populista con Donald Trump al frente tiene un enfoque nacionalista y proteccionista que marcan un alejamiento de las políticas globalistas que habían predominado en décadas anteriores. Se impulsan renegociaciones de tratados comerciales, se retiran de acuerdos internacionales y adoptan una postura más confrontativa en lo político con países como China e Irán, pero tejen una nueva repartición. Estas acciones de poner los intereses de Estados Unidos en primer lugar redefinen su papel en el escenario global y generando tanto apoyo como controversia a nivel mundial, lo que apenas comienza a manifestarse en las mismas calles de los Estados Unidos van subiendo de nivel contra y, contra lo que podría pensarse, también con sus presuntos aliados del gran capital tecnoaristocrática, el especulativo y de los fondos buitres. Esto apenas comienza y que nadie se diga sorprendido.
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